Vitoria. La Copa del Rey no deja de seducir ni incentivar el ánimo del Baskonia por mucho que de un tiempo a esta parte la conquista de la máxima corona continental se haya convertido en una especie de obsesión deportiva. Las miras del club y de los aficionados en los últimos años pueden ser cada vez más ambiciosas -e irreales en algunos casos viendo como también se deja sentir la crisis en las oficinas de Zurbano- y apenas hay temporadas en las que no se desafía a los grandes colosos de la canasta tanto en la Liga ACB como la Euroliga. Al mismo tiempo, sin embargo, nadie no olvida que el torneo que en breve alzará su telón en el Fernando Buesa Arena constituyó en su día el primer gran amor desde que el extinto Taugrés lo conquistase en la edición celebrada en 1995 en el Palacio de los Deportes de Granada.
Los magníficos resultados obtenidos por el Baskonia en el pasado denotan que la Copa del Rey, con diferencia la competición más propicia para poder sorprender al Real Madrid o al Barcelona debido a su especial formato, es una cita hecha a su medida en la que durante cuatro días afortunados se puede dar rienda suelta a toda clase de emociones y estados de ánimo hasta la consecución de la guinda del título. Muchos de los protagonistas de aquella gesta en tierras andaluzas firmada hace casi dos décadas bajo la dirección de Manel Comas pensaron que aquel éxito podía ser flor de un día o el típico golpe de suerte para un grupo que a la larga se caería del pedestal. En contra de esos pensamientos, el crecimiento de la entidad gasteiztarra ha sido tal que se ha permitido más tarde el lujo de conducir a sus vitrinas hasta cinco nuevas coronas en un corto periodo de tiempo.
El Baskonia, siendo dirigido por Sergio Scariolo, cerró el siglo XX con un nuevo entorchado en la edición de Valencia (1999). Gracias a un magnífico cinco titular que todos los seguidores recitaban casi de memoria (Bennett, Espil, Beric, Bonner y Rusconi), el Caja San Fernando se vio aniquilado en una segunda parte para enmarcar. Lo mejor estaría aún por venir. El conjunto vitoriano inauguró la nueva centuria con otro golpe maestro ante los ojos de su afición en 2002. La inolvidable canasta de Bennett ante el Barcelona comenzó a forjar la leyenda de Dusko Ivanovic en Vitoria y anticipó un histórico doblete. Aquel TAU, posiblemente el más completo desde la fundación del club en 1959 con, además del base nacido en Illinois, Corchiani, Sconochini, Foirest, Nocioni, Scola, Oberto o Tomasevic- tiene el honor de haber sido el último en romper la maldición que acompaña al anfitrión de la Copa.
máxima fiabilidad La alegría volvería a descorcharse en Sevilla (2004), también bajo los férreos postulados técnicos del montenegrino, en una edición donde Nocioni y Scola destaparon el tarro de las esencias y captaron definitivamente la atención de la NBA. Pese a su colosal exhibición en el duelo decisivo ante el Joventut, ninguno fue coronado a la postre como MVP en una injusticia que benefició a Rudy Fernández. Madrid se convirtió más tarde en la ciudad talismán durante los años 2006 y 2009. Velimir Perasovic y otra vez Ivanovic -su tercer título en Vitoria- dirigieron estos nuevos éxitos.
La regularidad alavesa se halla fuera de toda duda. Además de los seis títulos, lo único que a la postre se recuerda, el Baskonia se plantó de forma meritoria en las finales de 1994 (Sevilla), 2003 (Valencia) y 2008 (Vitoria), sucumbiendo en las dos primeras ante el Barcelona -una es recordada por la aparatosa caída de Marcelo Nicola tras efectuar un mate y la otra por haberse forzado una prórroga con un plantel diezmado en el que Thierry Gadou llegó a ejercer como improvisado base- y en la tercera frente al Joventut. Otro dato reseñable es que, desde su sorprendente eliminación a las primeras de cambio frente al modesto Cáceres en la edición que tuvo lugar en 2001 en el Martín Carpena de Málaga, siempre ha alcanzado, como mínimo, la ronda de semifinales.