Vitoria. Cuando las cosas no salen y los resultados dan la espalda, todo es cuestionable. En el actual conjunto baskonista se había llegado a especular incluso con la posibilidad de que el ambiente en el vestuario no fuera todo lo bueno que debería a raíz de cierta división que podía existir entre los jugadores en torno a la figura de Dusko Ivanovic. Pero también para eso sirvió el partido de ayer, en el que Carlos Cabezas dejó un gesto que no pasó desapercibido y que evidenció que el andaluz, a pesar de que tiene hambre de minutos, está dispuesto a asumir el rol de base suplente que Zan Tabak parece querer asignarle.

Sucedió en un tercer cuarto en el que Thomas Heurtel volvió al fin a erigirse en amenaza ofensiva para el equipo azulgrana. El director de juego galo enlazó varias jugadas consecutivas, dos de ellas con triples anotados, en las que hizo mucho daño a la defensa de Unicaja y Cabezas, que se encontraba en la banda aguardando el cambio, fue el primero en reconocer que lo mejor para los intereses del Caja Laboral era mantener a su compañero sobre la cancha, a pesar de que eso redundaba en más banquillo para él. "No tiene nada de extraordinario", manifestó el base marbellí tras el encuentro. "Otro día puede pasar al revés; lo importante es pensar en el equipo", añadió.

Cuando todo va mal, se cuestiona cualquier detalle y cuando las cosas empiezan a desprender nuevos aires, parece que todo brilla. Ni una cosa ni otra, pero ayer Cabezas ofreció un gesto que lo define como compañero y como miembro del Baskonia.