Vitoria. La escena se desarrolla en un enorme escenario ubicado sobre el césped del Coliseum de Los Ángeles, un 17 de junio de 2009. Pau Gasol, enfundado en una gigantesca camiseta blanca de algodón y con una gorra que le confiere un aspecto un tanto ridículo, da un par de pasos al frente y toma el micrófono. Se arranca en inglés: "I feel so proud to be part of this team, of this city, of this community (Me siento tan orgulloso de formar parte de este equipo, de esta ciudad, de esta comunidad)", proclama ante miles de hinchas eufóricos. "Sois los mejores aficionados del mundo. Muchas gracias a todos", cierra en castellano, antes de girarse un tanto ruborizado y, como un colegial nervioso, intercambiar una broma con un compañero de equipo.
Los Lakers celebraban el primer título de la NBA en siete años, el primero de Kobe sin Shaquille como guardaespaldas, y el compañero con el que el pívot catalán disfrutaba aquel momento inolvidable era el esloveno Sasha Vujacic. Algo más al fondo, en un discreto segundo plano, un tipo menudo y con orejas de soplillo aplaude junto al resto de la plantilla la intervención de Gasol. Se trata de Jordan Farmar, el suplente del veterano Derek Fisher y que hoy, junto a Vujacic, se convertirá en la principal amenaza del renovado Anadolu Efes que llega al Buesa en busca de su tercera victoria continental.
Han pasado poco más de tres años de aquella escena, que se repetiría doce meses después casi con idénticos protagonistas. Farmar y Vujacic, líderes naturales de un Anadolu plagado de estrellas, pusieron su grano de arena para que la franquicia angelina sumara un nuevo campeonato en 2010 y han tenido tiempo para convertirse en dos de las grandes figuras de la Euroliga. El Efes ha reunido este verano en el mismo vestuario a dos tipos cuyas carreras parecen discurrir por caminos paralelos. Farmar, escogido en el número 26 del draft de 2006 por los Lakers, fue traspasado poco después de ese segundo anillo a New Jersey Nets. Vujacic, tras seis años a las órdenes de Phil Jackson, tomó el mismo camino poco después. Volvieron a encontrarse. Hasta que el lockout los separó de manera temporal. El escolta esloveno emprendió ya en verano de 2011 el viaje a Estambul. Su amigo, californiano de nacimiento, volvió a sus raíces postizas.
Farmar estaba en cierto modo predestinado a hacer carrera en Europa. La puerta de entrada la encontró el pasado año en Tel Aviv. El lockout le proporcionó la oportunidad de firmar con el equipo al que su padrastro había seguido toda la vida, el Maccabi. La madre de Farmar, judía practicante, se divorció de su padre biológico cuando él apenas tenía dos años y contrajo matrimonio con un ciudadano israelí que lo adoptó legalmente. Desde muy niño, su relación con el judaísmo y con el Estado de Israel ha estado muy presente. Conocía Tel Aviv por haber pasado temporadas de niño allí y se mostró muy entusiasmado por poder continuar en el Maccabi su carrera mientras se prolongara el cierre patronal. De profundas convicciones religiosas, desde hace años participa en diversos proyectos de ayuda humanitaria, donando fondos tanto para niños israelíes como palestinos.
Su adaptación resultó meteórica. Fue una de las grandes sensaciones del arranque de un torneo salpicado de estrellas llegadas a raíz del lockout y en la tercera semana de competición fue nombrado jugador de la jornada, tras endosarle 27 puntos al Real Madrid en un duelo que cerró con una valoración de 35. La resolución del lockout, sin embargo, abortó su aventura israelí. Como otros jugadores, incluido el baskonista Kevin Seraphin, en diciembre tuvo que regresar a Estados Unidos.
Había jugado siete partidos en Euroliga y había acumulado números de estrella (14,1 puntos, 4,7 rebotes y 4,1 asistencias). Tenía una cuenta pendiente con Europa y ha querido saldarla. Tras ser incluido en el traspaso que sirvió para que Joe Johnson cambiara los Hawks por los Nets de Teletovic, la franquicia de Atlanta decidió cortarle y entonces apareció el Efes. Farmar, que habría tenido opciones de hallar acomodo en varios equipos de la NBA, no se lo pensó demasiado.
el novio de sharapova Además tuvo a quien consultar. En Estambul se ha reencontrado con un tipo con el que compartía espacio en la segunda unidad de aquellos Lakers de los dos anillos. Sasha Vujacic también ha hallado en el baloncesto europeo la segunda oportunidad que la NBA parecía negarle. El tirador esloveno, que ya el pasado curso militó en las filas del conjunto otomano, ha obtenido el rol de estrella, de jugador determinante, que jamás logró en los Lakers, donde la sombra de Kobe Bryant resultaba alargada hasta el extremo, o en los Nets, una franquicia que era un solar cuando llegó y en la que mejoró sus números.
Figura precoz del baloncesto, parecía también predestinado. El padre de Sasha, Vaso Vujacic, fue un jugador discreto y lleva décadas ganándose el pan como entrenador. Su madre, jugadora de voleibol profesional, tuvo que abandonar su carrera cuando se quedó embarazada y dio a luz a un tipo con un talento innegable pero que ha manchado más papel por sus conquistas sentimentales que por sus logros deportivos. Al menos hasta la fecha.
Niño prodigio del baloncesto, Vujacic inició su carrera con apenas 16 años. Lo hizo en un histórico de la Lega, el Snaidero Udine. Como otros talentos balcánicos, sin embargo, anhelaba jugar en la NBA. Y lo logró. Con 20 años, tras tres cursos en Italia, los Lakers lo reclutaron. Su papel en el equipo fue siempre oscuro, al contrario que ahora en el Efes, pero se convirtió en una pieza útil para la convivencia del vestuario, donde llegó a trabar una intensa amistad con Pau Gasol y Andrew Bynum.
Su explosión mediática, pese a los dos anillos obtenidos con los Lakers, llegó merced a otra conquista que nada tiene que ver con el baloncesto. En 2010, poco después de festejar el segundo campeonato, saltó al papel cuché como consecuencia de su noviazgo con la tenista rusa María Sharapova, con la que hace unos meses llegó incluso a comprometerse. Es probable que de no haber cambiado la historia, Vujacic compareciera esta noche en el Buesa Arena con nervios ante la inminencia de su enlace. La boda, no en vano, estaba fijada para comienzos de noviembre. La pareja quería aprovechar la menor carga de compromisos en el calendario de la tenista en estas fechas. Pero todo se vino abajo. Y en cierta medida fue porque el escolta esloveno se aferró a sus sueños deportivos y apostó por continuar una temporada más en el Efes.
Sharapova anunció la ruptura hace poco más de un mes, en el US Open: "Estaba esperando a que alguien me preguntara, pero nadie lo hacía de forma directa", explicó. "Es muy difícil llevar una relación así. Casi no nos vemos. Él ahora está en Estambul y pasa once meses fuera de casa", argumentó. Y así, sin más, Vujacic dejaba de ser el novio de Sharapova para convertirse en uno de los jugadores más brillantes de la Euroliga. Una figura que sigue buscando la sensación de alcanzar la gloria colectiva desde un papel protagonista.
Junto a su amigo Farmar, con quien comparte por tercera vez vestuario, le puede resultar más fácil. Ambos pasan por ser las principales estrellas de un club con importantes presupuestos que hasta este curso ha parecido siempre más una amalgama de estrellas que un aspirante sólido a estar entre los mejores. Este año, sin embargo, el Efes tiene otra pinta. Y un entrenador.