Pablo Prigioni se presentó la madrugada del jueves al viernes en sociedad ante los aficionados a la NBA. El base argentino se estrenó con su nuevo equipo, los Knicks de Nueva York, con una declaración de intenciones que expresa de forma inequívoca su congénito apetito de gloria. Ya lo avisó cuando anunció su intención de abandonar Vitoria para probar suerte al otro lado del Atlántico. "No he venido aquí de turismo", aseveró entonces, cuando no eran pocos los que contemplaban con cierto escepticismo el aterrizaje en la mejor liga del mundo de un tipo de 35 años, baqueteado en mil batallas y al que consideraban preparado para disfrutar de un retiro de ensueño en la Gran Manzana. Prigioni barrió sin contemplaciones cualquier atisbo de duda. En el primer encuentro de pretemporada de la franquicia neoyorquina, disputado en el Verizon Center de Washington, el timonel de Río Tercero dio un paso al frente y planteó su candidatura a elemento útil con una actuación sorprendente. Para quien no lo conociera.
Los 14 puntos, 4 asistencias y 2 robos con los que cerró el partido representan en números la impresión que arrojó en un debut que fue muy alabado por los comentaristas de la televisión norteamericana que emitía el encuentro. Sin embargo, más que estadística, lo que ofreció esta primera toma de contacto es que el gran icono del baskonismo puede llegar a hacerse un hueco en la rotación de Mike Woodson cuando comience lo que de verdad cuenta. Ese era el primer objetivo que se había marcado Prigioni. Sabía que llegaba a una plantilla plagada de egos, con una batería de bases de peso, con Raymond Felton y Jason Kidd por delante en la rotación, y su meta era, en principio, abrirse paso para ganarse algunos minutos. Ayer quedó claro, pese a la condición de pachanga del encuentro, que puede lograrlo. Y si para ello tiene que modificar el estilo de juego con el que lo ha ganado casi todo durante su carrera, tampoco hay problema.
Prigioni tuvo más minutos como shooting guard que como base puro. Y no supuso ningún problema. A pesar de que en sus primeros compases sobre el parqué se mostró algo titubeante, inmerso el partido en un desolador parcial de 19-0 liderado por el interesante novato de los Wizards Bradley Beal, el paso de los minutos fue devolviéndole el poso que siempre ha acompañado su baloncesto. Y así, tras comenzar desde el banquillo, el antiguo director de juego azulgrana acabó comiéndose al jugador que inició el partido como titular en el puesto de dos, el novato Mychel Thompson, que cuajó una actuación horrible (0 de 5 en tiros de campo y sólo 2 puntos) para acabar repartiéndose los minutos en esa posición con un JR Smith ayer muy acertado.
En un partido en el que brilló uno de esos especímenes tan propios de la NBA, un cuatro blanco que tira de fuera como Steve Novak (7 de 7 en triples ayer) y que los Knicks acabaron llevándose por 101 a 108, la aportación estelar de Prigioni llegaría justo cuando tenía que llegar, en esos instantes que diferencian a los hombres de los niños. El argentino, camino de los 36 años, es un adulto en cuerpo de juvenil. Un veterano con la ilusión de un infantil. El rookie más veterano en la historia de la NBA (salvando un par de casos de jugadores que ya habían jugado en otras competiciones norteamericanas) dejó su impronta con un último cuarto soberbio. Fue crucial en el parcial (9-20) que acabaría rompiendo definitivamente el encuentro.
El argentino acuñó 11 puntos, con tres triples en el lote, repartió tres asistencias, capturó un rebote y robó un balón en el tramo decisivo del encuentro. Cuando se soltó, empezó a disfrutar del baloncesto. Y cuando disfruta, hace disfrutar. De poco vale la edad que marca su documento de identidad. Y menos en unos Knicks que pueden vanagloriarse de haber batido un récord de longevidad. La plantilla más veterana de la historia de la NBA reúne en un mismo vestuario a Prigioni (35), Rasheed Wallace (38), Kurt Thomas (40), Jason Kidd (39) y Marcus Camby (38) para completar una media de edad que supera los 32 años. Es un equipo con canas en el que Prigioni, como evidenció en su estreno, puede tener algo que decir. Los gestos de complicidad y la confianza que le dedicó Kidd, una personalidad en la liga, reflejan que el argentino no es un rookie más. Tiene el terreno abonado para ser quien es. Prigioni ha tardado muy poco tiempo en empezar a ser el de siempre. Y aunque se mueve con toda la prudencia y la cautela aconsejables, es probable que el novato, más que aprender, pueda incluso dedicarse a enseñar.