Vitoria. El Real Madrid en semifinales y, si todo transcurre con normalidad por el otro lado del cuadro, el Barcelona en una hipotética final. Y en ambos casos sin el privilegio de poder disputar un hipotético desempate en el Fernando Buesa Arena, ese escenario a menudo inaccesible donde los forasteros se sienten tan incómodos que deben sudar ríos de tinta para salir indemnes. El más difícil todavía para un Caja Laboral que en años anteriores se ha movido de manera solvente en las situaciones de extrema dificultad que le obligan a dar lo mejor de sí mismo. Cuando la adversidad es mayor, todo juega en contra de sus intereses y la montaña parece imposible de ser hollada, sin embargo, el conjunto alavés se crece y es capaz de protagonizar las gestas más épicas que todavía permanecen en la retina de sus aficionados.
Así se deduce de su impoluta trayectoria cuando condujo sus tres Ligas ACB a las vitrinas del Buesa Arena en las temporadas 2001-02, 2007-08 y 2009-10. Lo chocante de su papel durante los ejercicios anteriores es que el Baskonia siempre se ha proclamado monarca liguero cuando no ha ocupado la atalaya de la clasificación al final de la fase regular y ha accedido a las series finales por el título desde una posición más retrasada. Es decir, la misma tesitura en la que se halla en la actualidad cuando, tras dejar en la cuneta al Gescrap Bizkaia, deberá solventar dos eliminatorias con el factor cancha en contra para culminar el sueño de la cuarta ACB.
A lo largo de la última década, el inquilino del Buesa Arena se ha especializado en romper barreras y alzarse con el título tras recorrer el camino más áspero. Mientras suele ser una norma habitual que todos los equipos aprovechen el liderato de la fase regular y, por ende, la ventaja de campo para plasmar su objetivo, el Caja Laboral tiende a lo contrario. Como si actuar lejos de sus dominios le permitiese encontrar esa pizca de motivación necesaria para derribar cualquier muro de hormigón y, al amparo de sus aficionados, sintiese un exceso de responsabilidad a la postre contraproducente. Una paradoja que alimenta el optimismo en vísperas de la doble confrontación en el Palacio de los Deportes de la Comunidad donde será fundamental, como mínimo, lograr una victoria que sirva para neutralizar el factor cancha favorable a los discípulos adiestrados por Pablo Laso.
Momentos de oro La secuencia de éxitos arrancó en el curso 2001-02, en la que el antiguo Taugrés finalizó cuarto la fase regular. El primer rival fue el Pamesa Valencia, que cayó eliminado por un global de 3-1 en una eliminatoria al mejor de cinco partidos. En la antesala de la final, los vitorianos también superaron al Barcelona por el mismo marcador (1-3), con la salvedad de que la ventaja de pista era para los culés. Sin embargo, el triunfo (71-80) en el asalto inaugural de la serie en el Palau alumbró el billete para una final tras rematarse el trabajo en el Buesa Arena. El Unicaja, último obstáculo hacia el primer entorchado de la historia, sufrió la voracidad baskonista en su feudo (73-80 y 83-86) antes de que la historia quedara liquidada en Zurbano con un concluyente 93-83 que erradicó las últimas gotas de incertidumbre.
En la temporada 2007-08, el cuarto puesto de la fase regular también obligó a un recorrido salpicado de dificultades. El Pamesa volvió a ser la primera víctima en cuartos en una serie al mejor de tres encuentros que se resolvió en el Buesa Arena. Tras la inesperada eliminación del Real Madrid, líder antes del play off, a manos del Unicaja, clasificado en octavo lugar, el Baskonia no se dejó sorprender por los malagueños, a quienes eliminó por un global de 2-0 tras la puntilla en el Martín Carpena con aquella canasta inolvidable de Pete Mickeal previo fallo del infalible Davor Kus de dos tiros libres. Con el factor pista en contra, los de Neven Spahija infligieron al Barcelona un inapelable 0-3, cuyo camino quedó desbrozado con dos memorables éxitos en el Palau (64-75 y 74-78).
La última vez que el Caja Laboral, de nuevo bajo la batuta de Ivanovic, rompió moldes fue en la campaña 2009-10. Tras eliminar gracias al aliento de su público al Estudiantes (2-0) y el Real Madrid (3-2), el ogro blaugrana tampoco aprovechó el calor del Palau para impedir que la tercera ACB de la historia recalase en las vitrinas alavesas. La final saltó por los aires con dos victorias forasteras a las primeras de cambio (58-63 y 69-70) que tuvieron su continuidad con el descabello en el Buesa Arena. El equipo confía en reeditar nuevamente estas gestas, aunque el actual Madrid no es una presa fácil como local. De hecho, sólo el Bizkaia le ha hincado el diente desde que se desataron las hostilidades por un apretado 90-93.