Vitoria. Ni Lourdes ni Roma ni Jerusalem. El Buesa Arena acogió, en la noche de ayer, un encuentro de connotaciones beatas. Si Cristo resucitó al tercer día, a los jugadores del Baskonia les ha costado prácticamente un curso al completo. Pero han conseguido levantarse a tiempo.

La Santísima Trinidad de este Caja Laboral tuvo en San Emeterio a su apóstol. Quién si no. El Santo, el jugador que pasó del ninguneo al protagonismo absoluto, el que otorgó al baskonia su tercera Liga ACB completó uno de sus mejores partidos del presente año dentro de una temporada si no mediocre, por debajo de su nivel.

Quizás razones místicas le llevaron a firmar 19 de valoración. Como el número que lleva grabado en su espalda. El bravo alero cántabro anotó sin apenas fallo (5 de 6 en tiros de dos, 0 de 1 desde el 6,75 y 3 de 5 en tiros libres), reboteó en cinco ocasiones, dio una asitencia, recuperó dos balones... Pero lo que realmente retrotrajo al público que se congregó en el Buesa Arena a los mejores tiempos de uno de los buques insignia del club fueron sus constantes penetraciones buscando el dos más uno. En un partido frenético donde los baskonistas abusaron, como ya es costumbre, del tiro exterior, SanEme puso la cordura necesaria a base de penetrar, de buscar con fiereza y fe el aro rival. O falta o canasta. Ésta era la consigna.

A la derecha del padre se sentaba un Teletovic que plasmó, a lo largo de estos cuarenta minutos, su evolución como jugador. Mirza pasó de su insensato repertorio de misiles -aunque haya que reconocer que lanzó más de uno al límite de la posesión- al juego que le ha concedido ocupar el podio, en lo que a valoración concierne, de la ACB durante la temporada casi al completo. El bosnio entendió, cuando aún estaba a tiempo, que debía postear, buscar la falta, aprovecharse de sus muchos recurso técnicos y físicos. De ambos a la vez. El fruto de todo ello se plasmó en un sprint final que fue buena parte de la victoria de ayer. Ante las dificultades de los azulgrana para anotar, Teletovic se echó el equipo a las espaldas anotando ocho puntos de manera consecutiva. De los 63 a los 71 tantos locales, sólo existió Mirza.

La Santísima Trinidad que alzó al Baskonia a los cielos del play off en esta primera toma de contacto se completó con una nueva resurrección, la de Nemanja Bjelica. La del espigado jugador ha tardado dos campañas en llegar, pero, si la cosa sigue así, habrá merecido la pena. El serbio lleva ya unos cuantos encuentros dando muestras de lo que es capaz y ayer lo corroboró. Pero lo hizo como lo lleva haciendo en esta última etapa. En silencio, sin alardes ni aspavientos, contribuyendo en todas las facetas del juego. Nemanja reboteó, corrió, anotó, recuperó balones... Todavía le queda un amplio margen de mejora al talentoso Bjelica -sin hacer de menos a su primo, desaparecido en este último tramo del curso-, pero está en el buen camino. En senda de peregrinaje. De momento, hasta Mirbilla.