Vitoria. Fue el hombre que, en la sombra y sin hacer excesivo ruido, se erigió con permiso del arrebatador Vasilis Spanoulis, en el factor diferencial que consumó un nuevo fracaso del Barcelona en la Final Four. Joey Dorsey, ese fornido y tosco poste que se erigió en un misterioso expediente X durante su efímera estancia en el Baskonia, ha demostrado en el Olympiacos que, sin ser un primer espada ni una estrella deslumbrante capaz de fabricarse por sí mismo canastas en la zona, sí se le puede extraer una utilidad puntual y bastante jugo en los equipos donde vaya a recalar. Durante la sorprendente semifinal del viernes, Dorsey efectuó unos terribles bloqueos para que la estrella helena del perímetro hiciera y deshiciera a su antojo, capturó varios rebotes ofensivos providenciales cuando el choque agonizaba, ató en corto a las torres blaugranas y, para redondear su excelsa actuación, materializó una de las canastas decisivas con una sangre fría pasmosa que ejecutó al conjunto de Xavi Pascual. Un repertorio oscuro pero de franca valía que, a las órdenes de Ivanovic, nunca pudo ofrecer debido a la nula confianza que le dispensó el preparador montenegrino.

No valía para el Baskonia, de donde salió por la puerta de atrás y el prestigo más o menos minado, pero Dorsey se ha erigido en uno de los principales puntales del que, con permiso del CSKA, puede proclamarse esta noche nuevo monarca continental. El Olympiacos, acostumbrado en el pasado a despilfarrar el dinero sin mucho sentido con escasos dividendos en forma de títulos, no contaba en ninguna apuesta antes del arranque de la competición. Sus adinerados dueños, víctimas de la galopante crisis que azota al país, aplicaron un notable tijeretazo al presupuesto y se dedicaron a fichar retales de otros equipos. De la manera más insospechada, con una único estrella en nómina (Spanoulis), un viejo zorro de los banquillos al frente de las operaciones (Ivkovic) y el resto de anónimas piezas gravitando a su alrededor aportando las imprescindibles gotas de sacrificio y pundonor, el Olympiacos se ha plantado hoy (20.00 horas) contra todo pronóstico en la gran final de la Euroliga.

El desafío heleno resultará monumental para reinar por segunda vez en Europa a lo largo de su historia. Le aguarda un CSKA que viene de superar por la vía agonística al Panathinaikos en lo que, para muchos, representó una final anticipada. Recuperado del susto y con la lección aprendida, los rusos parten como favoritos amparados en una constelación de estrellas sin parangón. Kirilenko proporciona un plus en todas las facetas, pero los recursos de que dispone Kazlauskas son innumerables para sortear cualquier obstáculo. La batalla táctica entre el lituano, un privilegiado por manejar una de las plantillas más descollantes de un club continental jamás reunida, e Ivkovic promete emociones fuertes. Antes de ello, Barcelona y Panathinaikos jugarán (17.00 horas) el inexplicable castigo por el tercer y cuarto puesto.