Vitoria. No se ha caracterizado el Baskonia a lo largo de su historia por ser un equipo que mengüe ante los inconvenientes. Más bien al contrario. El conjunto azulgrana, y más en la etapa moderna, ha sabido hacerse fuerte, tirar de épica y convertir la necesidad en virtud para escribir desde una previa posición de debilidad algunas de las páginas más gloriosas de su expediente. Esta noche el plantel que dirige Dusko Ivanovic deberá asirse a esa tradición para poder competir de igual a igual frente al líder en un partido que se presenta a priori muy cuesta arriba por la baja de dos de sus principales estandartes.

El Caja Laboral de las dudas, que siembra de cal y arena a partes iguales su deambular por una temporada que por el momento está resultando más agria que dulce, se presentará en el Palau Blaugrana, donde le aguarda un Regal Barcelona en línea ascendente, sin dos de las piezas que le dotan de equilibrio espiritual y vísceras. Fernando San Emeterio se unió a última hora a la lista de bajas en la que ya se había inscrito el pasado domingo el nombre de Pablo Prigioni. El cántabro, otra víctima de los excesos de una temporada plagada de atracones de minutos, sigue sin reponerse de la pubalgia que ya le obligó a perderse un par de partidos antes de su reaparición, el pasado fin de semana, contra el Murcia. El santo del baskonismo, que disputó veintiún minutos ante el combinado pimentonero, concluyó el duelo con fuertes dolores derivados de una lesión que puede incluso poner en entredicho su participación en los play off por el título.

En el seno del club existe cierta preocupación en torno al estado de salud del alero formado en la cantera del Valladolid. No existen recetas milagrosas para erradicar una dolencia que, por ejemplo, ya mantuvo a Lior Eliyahu en el dique seco durante buena parte del curso que pasó en la formación vitoriana. Al igual que en el caso de Prigioni, un jugador fundamental tras haber quedado probado que no existe un recambio de garantías en la plantilla, San Emeterio necesita reposo. Y teniendo en cuenta la situación clasificatoria del cuadro azulgrana, al que sólo un milagro podría aupar a la segunda plaza y sólo una hecatombe sin parangón podría apear de la tercera, resulta evidente que en estas últimas semanas de la fase regular surge una ocasión idónea para conceder descanso a los guerreros, que deberán presentarse a su mejor nivel cuando comiencen las eliminatorias por el título, allá por el 17 de mayo.

Sin excusas Así las cosas, el cuadro baskonista se presenta con dos bajas de gran relevancia para afrontar la visita al feudo de un líder que parece recuperado tras el bache -más de juego que de resultados- que acusó en los albores del presente año. Pero ni Dusko Ivanovic ni la afición entenderían que el equipo no compitiera. Más allá de la incuestionable fatalidad que supone la ausencia de Prigioni, de dimensiones reducidas al tratarse de un partido con poco más que el orgullo en juego, el Palau se erige en el escenario idóneo para la redención de otras muchas piezas del plantel que siguen brillando con una alarmante intermitencia.

Pau Ribas asumirá de nuevo el rol de director de juego para el que fue contratado y en el que no llegó nunca a cumplir, mientras que para paliar la baja de San Emeterio existen alternativas de garantías. Lo dijo Ivanovic y así es: no valdrá ninguna excusa, más allá del resultado, si el equipo no consigue dar la cara ante un rival al que ya se impuso en la ida del Iradier Arena y con el que luchó hasta el final por una plaza en la final de Copa.

El Barça va a medir el verdadero nivel de un Baskonia que, al menos de puertas para afuera, sigue apuntando al título liguero como objetivo para salvar la temporada. Con la desventaja de campo casi certificada, el equipo de Ivanovic puede enmendar su rumbo como visitante -sólo ha ganado en uno de sus últimos cinco desplazamientos- y dar un golpe de efecto en el Palau.