Vitoria. Hay ocasiones en que el pez chico se come al grande por mucho que éste active sus resortes para propinarle una dentellada. El Manresa, un ejemplo que ilustra a la perfección la modestia bien llevada, es por antonomasia una de las bestias negras del Caja Laboral. Guiado por el incombustible Joan Creus, le arrebató contra todo pronóstico el que pudo ser su primer entorchado liguero de la historia en aquella final de infausto recuerdo de la temporada 1997-98. Aunque no han sido ni mucho menos comparables a ese disgusto que todavía duele en el corazón del baskonismo, los sobresaltos ante el inquilino del Nou Congost no han cesado durante la última década pese a la abrumadora diferencia presupuestaria o las desiguales plantillas conformadas por uno y otro.
Lo atestigua el incuestionable hecho de que ambos conjuntos se reparten las victorias al cincuenta por ciento en los diez últimos partidos que han disputado en la ACB. Pocos humildes, por no decir ninguno, exhiben una estadística tan nivelada ante un gigante como el Baskonia que acostumbra a maltratar a la mayoría los rivales ubicados en la zona media-baja de la tabla. Sin embargo, el Manresa se le sube sistemáticamente a las barbas gracias a un juego correoso y disciplinado que, al amparo de sus calientes aficionados, se convierte en un arma de doble filo.
Y es que con menos dinero es imposible hacer más. Pocos clubes como el del Bagés, cuyo presupuesto ronda los tres millones de euros, extraen más petróleo de sus limitados recursos para configurar la plantilla. Dirigido por un presidente sensato y sin pelos en la lengua (Josep Vives) para denunciar el abandono de las instituciones locales hacia su proyecto o el trato de favor que se dispensa a otros clubes catalanes y sostenido por una rigurosa dirección deportiva que exhibe un ojo clínico en materia de fichajes, el Assignia Manresa está rubricando el enésimo milagro durante la presente temporada.
La afrenta de la ida Salvado virtualmente desde hace muchas jornadas y a únicamente dos victorias de los puestos que conducen a las series finales por el título, el rival azulgrana constituye otra campaña más una de las sorpresas más agradables de la ACB. La clave de su éxito reside, por encima de otras consideraciones, en una atinada política de fichajes. Entre sus recientes éxitos se encuentran la repatriación de Josh Asselin y la llegada de Justin Doellman, el octavo jugador más valorado de la competición que ya había dejado entrever su calidad en las filas del Alicante.
A los mandos de uno de los entrenadores más pujantes del panorama nacional y un colectivo de jugadores que sabe explotar como nadie sus virtudes y minimizar sus defectos, ya ha hincado el diente a otros gallitos como el Unicaja. La siempre aguerrida formación manresana ya amargó la existencia a los de Ivanovic en el choque de ida que sirvió para acabar con el doloroso exilio en la plaza de toros del Iradier Arena, habiéndose convertido junto al Valencia Basket en los dos solitarios verdugos baskonistas a domicilio desde que se descorchó la presente edición liguera.
Aquel severo correctivo (65-76) supuso una de las actuaciones alavesas más difusas y sirve como referencia para afrontar con la máxima cautela el asalto de pasado mañana al Nou Congost, donde se quemará una nueva etapa en busca de la segunda posición de la fase regular. Además, la pista manresana ya ha sido testigo de alguna debacle azulgrana en los últimos tiempos. Como las acontecidas a lo largo de los ejercicios 2005-06 (104-92), 2007-08 (85-83) y 2009-10 (73-70). La última visita a tierras catalanes se saldó de manera favorable (83-89), aunque los pupilos de Ivanovic se complicaron la existencia hasta límites insospechados tras alcanzar el intermedio con una ventaja de 13 puntos. Pasado mañana, sólo vale el dos en la quiniela.