vitoria. Reggie Williams, Kevin Seraphin, Goran Dragic? No sólo afecta al Baskonia. Año tras año, la liga ACB experimenta un agitado desfile de jugadores cuyos nombres acaban diluidos en la memoria del aficionado medio. No es el caso de Matt Walsh. El holandés -nació en la población de Holland- de Pensilvania recién fichado por el cuadro baskonista saltó a la palestra antes incluso de debutar con el, por aquel entonces, Ricoh Manresa, en 2007, debido a la relación que le unía a la playmate (modelo del mes en la revista Playboy) Lauren Anderson.
Aquel noviazgo junto a su carácter afable y los prejuicios europeos con respecto al pueblo norteamericano contribuyeron a que el gran público se formara una idea demasiado hedonista sobre el jugador.
Nada más lejos de la realidad o, al menos, eso es lo que se desprende de su paso por los múltiples equipos europeos en los que ha militado. Mientras buena parte de jugadores venidos del otro lado del Atlántico se limitan a cumplir en sus respectivos desempeños deportivos, Walsh mostró siempre una gran curiosidad allá donde estuvo.
De hecho, a su llegada a la capital de la comarca del Bages, sus primeras declaraciones realizadas a la web de la ACB fueron tan alentadoras como definitorias de su persona: "No puedo quejarme. Cualquier joven americano de mi edad cogería sin pensárselo un trabajo en España por diez meses haciendo lo que más te gusta".
Sin duda, el carácter de Walsh se ha forjado desde la humildad tras la fatídica noche del draft de 2005. La periodista del canal norteamericano ESPN Dana O'Neil lo relataba en el verano de 2010 en el blog del medio a través de una entrada titulada The cautionary tale of Matt Walsh (El cuento con moraleja de Matt Walsh).
O'Neil compartió habitación con la familia Walsh en la noche, que se suponía sería una fiesta, de aquel draft. Pero no fue así. Alex Acker, exjugador del Barcelona, se hacía con la última elección. Walsh había acudido de manera precoz -renunció a su último año universitario- a la cita en la que los equipos NBA completan sus plantillas con jóvenes refuerzos llegados desde los centros docentes yankees y de Europa sin lograr el resultado esperado. Los presagios le ubicaban en los últimos puestos de la primera ronda o, como mal menor, en los primeros de la segunda.
Cuando O'Neil acudió al padre de Walsh para saber de él, la respuesta fue que se había ido a dar un paseo. Sin duda la decepción era evidente. En contra del catastrofismo imperante en estos casos O'Neil se preguntaba: "¿Cuál es el problema? La carrera de Walsh no había terminado". Era entonces cuando la periodista resaltaba las cinco temporadas que el escolta llevaba jugando en el Viejo Continente.
Walsh debió tomárselo de un modo similar. Al menos eso se desprende del blog que inauguró en la web de la Euroliga cuando militaba en las filas del Olimpija Ljubljana esloveno, país -Eslovenia- que le sonaba a "un lugar donde viviría Drácula". Sin embargo el jugador de Pensilvania no tardó en adaptarse a un lugar con bonitas ciudades, buenos restaurantes y mujeres hermosas, hecho que enfatizaba con vehemencia.
Aunque la inquietud de Walsh, aludida al principio del texto, se refería a las tapas que degustó en su etapa manresana, a las ruinas (malakas) que descubrió en su primera aventura europea en las filas del Larissa, a la cerveza que engulló mientras jugaba en el Charleroi, a los mojitos que cató al mudarse, en su etapa universitaria, a la caribeña Florida... Puede que se asimilen al concepto hedonista que se le achaca. Pero bien entendido.