todo cambio implica cierto temor, pero a veces las dudas iniciales dejan paso a la satisfacción una vez visto el resultado final. Josean Querejeta caminaba ayer sobre el parqué de su nuevo hogar observando de cerca los últimos detalles que aún restaban por pulir. Acompañado de Félix Fernández, director deportivo del Baskonia, y Santi Martínez de Arenaza, directivo de Alavés y Baskonia, el presidente de la entidad azulgrana señalaba a sus directivos distintos puntos del recinto con un apreciable rostro de satisfacción. No era para menos. La plaza de toros, Iradier Arena a partir de ahora, es ya un orgulloso lienzo a punto de obtener su firma. Mañana, a partir de las 18.00 horas, la casa que el Caja Laboral habitará durante un mínimo de tres meses -en enero, en principio, el equipo debería volver al Buesa- vivirá su puesta de largo con el partido que enfrentará a los hombres de Ivanovic contra el Real Madrid.

Cuando ambos se encuentren dirimiendo el Trofeo Diputación ante el público baskonista, pocos serán conscientes del veloz pero solvente trabajo que los operarios han acometido durante las últimas semanas para transformar el antiguo coso taurino en un escenario capaz de albergar al Baskonia. Donde hace menos de dos meses la sangre de las reses bañaba la arena, mañana el balón será lanzado al aire para vivir el pistoletazo de salida del nuevo Caja Laboral. Entre medias, 740.000 euros de presupuesto -la entidad azulgrana aporta de su bolsillo unos 50.000- y largas horas de planificación a manos de los responsables de su adaptación. "Cuando los aficionados del Baskonia vengan a los primeros partidos no van a querer volver al Buesa", ironiza Carlos Ibarlucea, director de urbanismo del Ayuntamiento. Realmente, un simple paseo por los recovecos y las entrañas del remozado coso sirve para apreciar la cantidad de pequeños pero laboriosos cambios que lo han transformado en lo que es.

"No nos podíamos permitir el lujo de que el Baskonia tuviera que jugar en otra ciudad", recuerda el exdirector de Cultura Enrike Ruiz de Gordoa, responsable del Iradier Arena desde el pasado mes de julio y encargado de marcar el rumbo del recinto cuando el conjunto azulgrana parta de nuevo a su antiguo hogar. Durante los últimos años, la plaza de toros ha ido acaparando un amplísimo número de críticas por la incapacidad del recinto de acoger cualquier espectáculo que no fueran las corridas de toros. El concepto multiusos se le quedó grande desde su inauguración el 4 de agosto de 2006, y no ha sido hasta este verano, cinco años después, cuando las obras para su adecuación lo han convertido en un recinto capaz de hacer frente a su concepción inicial.

La necesidad del Baskonia de trasladarse allí durante unos meses aceleró los plazos, pero acrecentó también los quebraderos de cabeza de los responsables de su reforma. "Lo que más trabajo nos ha costado ha sido conseguir crear los 18 grados en pista a los que obliga la reglamentación de la ACB", explica Mertxe García, arquitecta técnica del departamento municipal. Para que ni los jugadores -ni el público- se vean obligados a acudir al pabellón con bufanda y guantes cuando el frío siberiano de Vitoria haga acto de presencia, los operarios han colocado un sistema de setenta paneles de calefacción. Las paredes del recinto, microperforadas, han sido hilvanadas con un sistema de vinilos que permite que el calor no se fugue más allá de sus puertas. También con este objetivo, se han instalado un total de diez puertas en cada uno de los vomitorios y dos puertas eléctricas que aíslen la cancha del anillo exterior que acoge los vestuarios, despachos o la sala del control antidopaje. Con todo, la provisionalidad del espacio también ha llevado a que algunos aspectos más intrincados, como la iluminación, se sitúen unos centímetros por debajo de la línea obligatoria, los 1.500 luxes, aunque las pruebas realizadas por las cámaras de Euskal Telebista han dado el visto bueno y la retransmisión de los encuentros por televisión no se verá afectada en este sentido.

Pero la gran prueba de fuego que el Iradier Arena sufrirá en el choque de mañana tendrá a sus nuevos huéspedes como protagonistas. Con aforo definitivo de 8.512 espectadores, muchos sufrirán para adaptarse a la que será su ubicación transitoria tras años y años sentados en el mismo asiento del Buesa. Junto a las sillas ubicadas en el graderío, las dos zonas de asientos levantadas en los laterales permiten al recinto ganar 562 espectadores respecto a su uso como coso taurino. Según los responsables de la reforma, la visión desde todos los puntos del Iradier será excelente, aunque habrá que aguardar a que los seguidores lo corroboren una vez accedan a sus asientos.