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Como los malos estudiantes que no aprenden la lección pese a losdisgustos en forma de suspensos, el Baskonia volvió a tropezar ayer en la mismapiedra por enésima vez en lo que va de este tenebroso curso. Lo triste es queno se trata de un accidente aislado, sino la terca y repetitiva constante deuna errática trayectoria donde resulta a todas luces imposible encontrar unpunto de inflexión que permita reconducir el maltrecho rumbo de un grupoconvertido en el adalid de la inconsistencia y huérfano de aquel espíritugranítico de antaño. Transcurren las semanas y los meses, pero los malesendémicos permanecen incorregibles y llevan camino de arrastrar al plantelhacia el papel más vulgar que se recuerda en la última década. Ni siquiera ahora,con un partido a la semana y liberado mentalmente del enorme trasiego físico queimplica la Euroliga, encuentra Ivanovic un antídoto para hacer de esteescuálido colectivo una fiable alternativa a los títulos. Y eso que ayeremergió la situación idílica para, en la pista de un rival directo por eltítulo y con un inesperado colchón (22-39) en el marcador, propinar eseanhelado golpe de autoridad con el que todos sueñan para revertir los negrospresagios. Los meritorios progresos en cada comparecencia del Buesa Arena se diluyena domicilio, donde basta un leve soplido del anfitrión para que el inestableedificio azulgrana se derrumbe a las primeras de cambio y, como ayer, se tirenpor la borda la friolera de 17 puntos con una facilidad pasmosa. Cuando el CajaLaboral había colocado un nudo en la garganta al Real Madrid e iba camino deser el primer forastero en profanar la Caja Mágica, aconteció el pernicioso desplome queha puesto de uñas al baskonismo desde el comienzo del ejercicio. De tirano indiscutibleque reivindica su lugar entre los grandes a comparsa impotente que mana sangrepor todos sus poros. Y todo en un irrisorio lapso de tiempo donde confluyerondos versiones antagónicas: una primera descollante y, a renglón seguido, otrasimplemente descorazonadora. Cuando el cuadro vitoriano amenazaba por fin condivisar un horizonte despejado y estaba a punto de hacer trizas a un rival máspendiente de otras guerras más belicosas como la inminente Final Four, el sueño se evaporó. Otro infernal terceracto, saldado con un parcial de 24-6, inundó de desazón la maleta de viajero,supuso la enésima puñalada para la autoestima y, por ende, la despedida virtualde la medalla de bronce en la fase regular, únicamente supeditada a dosimprobables tropiezos del rocoso Valencia.
FISCHER, IMPARABLE Como en otraspistas más plácidas que la madrileña que ya han asistido a desenlaces funestos de este tipo, el Baskonia se autoinmoló con otrainexplicable catarata deerrores. Pese a la grave ausencia desu brújula (Prigioni), el ogromerengue resucitó casi sin querer yaprovechó a la perfección semejantes regalos propios de épocas navideñas.Nuevamente la paulatina pérdida de frescura física, el encefalograma plano enataque y el paso atrás defensivo obraron el resurgir local. Bastaron lairrupción del espigado Fischer, que sembró el pánico en los dos aros, y loscélebres tiros a media distancia deReyes para reducir la tibia resistenciaalavesa. Sin hacer nada del otro mundo, encomendado simplemente a un leveendurecimiento de sus turbinas defensivas, el conjunto blanco asumió el dominiosin despeinarse. Las concesiones visitantes le metieron en la pelea pese ahaber dado síntomas de flaqueza en los compases iniciales. Porque el Baskoniabordó el juego en diecisiete minutos iniciales donde quiso rebelarse contra la tibiezaacreditada lejos de su hogar. La intimidación de Barac, los misiles deTeletovic y un óptimo trabajo coral cimentaron una nítida superioridad que dejóatónita a la gélida grada de la Caja Mágica. Sólo a la desesperada y a base de triplesimposibles cuando el agujero ya era insalvable (68-53) aconteció el típicomaquillaje estéril. En definitiva, la enésima oportunidad dilapidada para queeste proyecto adquiera unos cimientos sólidos. Sólo algún fichaje decampanillas en puertas de los playoff puede alterar esta errática dinámica. Sin embargo, losproblemas se antojan mucho más profundos y de difícil solución.