vitoria. El indomable Baskonia que ha forjado sus incontables éxitos del pasado a base de exhibir una mentalidad de hierro y un irreductible espíritu ganador se ha extraviado en algún lugar desconocido durante la presente temporada. Las inconfundibles señas de identidad que hacen del club del Fernando Buesa Arena un equipo reconocido, temido y admirado hasta por los rivales están emergiendo con cuentagotas.

Tras el último bochorno acaecido el pasado sábado en el sur de Madrid, la errática trayectoria liguera azulgrana continúa plagada de amargos sinsabores e inapelables cornadas en forma de paliza. Si el Caja Laboral de antaño siempre se había distinguido por competir hasta en los momentos de máxima adversidad y vender muy cara su piel, el actual grupo adiestrado por Ivanovic constituye una triste sombra. De hecho, se ha erigido hoy en día en el blanco perfecto para que sus adversarios descarguen toda su rabia acumulada y se gusten con exhibiciones, a todas luces, sangrantes para la sufridora masa social baskonista.

La derrota siempre forma parte del deporte de élite, aunque las formas escogidas este curso por el vigente monarca liguero dejan bastante que desear. Por el peso de la camiseta y la tradición de la entidad, resulta intolerable esa lluvia de golpes que sistemáticamente desfiguran el rostro de un grupo apocado y sin identidad. De las diez derrotas ligueras cosechadas hasta la fecha, la mitad de ellas se han registrado por un margen de 18,6 puntos de media. Un dato terrible que ilustra a las claras la falta de amor propio y vergüenza torera que anida en el plantel vitoriano cuando las cosas vienen mal dadas.

dos triunfos al limbo Ni siquiera el tradicional maquillaje propio de los minutos de la basura han permitido a un Caja Laboral huérfano de capacidad de reacción minimizar el impacto de sus brutales desfallecimientos. Prueba de ello han sido los tétricos ejercicios de impotencia firmados frente al Cajasol (91-71), el Blancos de Rueda Valladolid (78-64), el Alicante (88-68), el Barcelona (89-66) y, recientemente, el Fuenlabrada (84-68). No sólo la victoria se convirtió en un objetivo inaccesible en estos encuentros de infausto recuerdo, sino también la simple y obligatoria posibilidad de competir.

Lejos de su hogar, donde sólo el Real Madrid destapó su vulnerabilidad tras una pájara en el tramo final de la contienda, el cuadro de Dusko Ivanovic purga sobremanera su ausencia de alma y opone un carácter de mantequilla que permite a sus oponentes de turno darse unos festines insospechados. Durante los siete años anteriores bajo la dictadura del preparador montenegrino, el combinado alavés nunca se había desangrado de esta manera. Una cosa es perder y otra bien distinta dejarse llevar, arrastrarse sin ningún pudor y ver dañada la autoestima con varias cornadas del calibre de las encajadas en pistas, a priori, asequibles como las mencionadas anteriormente.

De las otras cuatro derrotas a domicilio, el Baskonia dispuso de opciones reales para ganar en dos de ellas como Vistalegre y La Roca. En ambas ocasiones sucumbió por la mínima, pero al menos abandonó la pista con la cabeza alta. Frente al Estudiantes, varias pérdidas en el tramo final le impidieron extraer el fruto a su buen trabajo anterior (72-70), mientras que Jaycee Carroll -la rutilante estrella del Gran Canaria- le dio la puntilla en Las Palmas con una polémica canasta con el reloj de 24 segundos de la posesión ya agotado (70-68). Pese a tratarse finalmente de marcadores decorosos, los otros traspiés ante el Bilbao Basket (99-95) y el Unicaja (76-69) también resultaron inapelables.

Si en la ACB ha mostrado un controvertido grado de competitividad, en la Euroliga sucede todo lo contrario. Salvo en Tel Aviv, donde sucumbió con claridad (81-70), el Baskonia ha representado un correoso escollo para todos sus rivales. Y, hasta en el amargo sabor de la derrota, no ha dejado unas sensaciones tan pésimas como a nivel doméstico. Con todas sus imperfecciones, la tropa alavesa perdió por un mínimo margen ante el Khimki (64-60), el Zalgiris (88-92), el Partizan (74-71), el Prokom (75-81), el Lietuvos Rytas (86-89) y el Panathinaikos (76-74).