REAL MADRID Prigioni (2), Llull (14), Suárez (12), Reyes (8) y Tomic (12) -cinco inicial-, Rodríguez (17), Tucker (5), Mirotic (6), Velickovic, Fischer (2) y Vidal.
GRAN CANARIA Green (10), Carroll (30), Beirán (5), Wallace (9), Rey (8) -cinco inicial-, Bellas, Bramos (1), Nelson (9) y Moran.
Parciales 14-21, 25-13, 17-17 y 22-21.
Árbitros De la Maza, Pérez Pérez y Peruga. Sin eliminados.
Pabellón Palacio de Deportes. 12.500 espectadores.
Si el baloncesto no fuera un deporte eminentemente colectivo, la primera de las dos semifinales que se celebrarán mañana en el Palacio de los Deportes de la Comunidad de Madrid enfrentaría al Power Electronics Valencia y a... Jaycee Carroll. Pero como se trata de un juego en el que un individuo, por bueno que sea, no puede con un equipo, el rival del conjunto taronja será finalmente el Real Madrid.
El equipo de Ettore Messina sufrió mucho más de lo previsto para sumar su primer triunfo en la Copa en la que ejerce de anfitrión. Carroll, voraz, descarado, poseído por un ego desmesurado, obligó a los blancos a tirar de paciencia y a disputar en serio cada segundo del encuentro para ganarse el acceso a las semifinales. Pedro Martínez, consciente de la diferencia de potencial entre ambos conjuntos, le concedió licencia para tirarse hasta las zapatillas. Y la apuesta a punto estuvo de funcionarle.
Sin embargo, el Gran Canaria nadó para ahogarse en la orilla. Mantuvo el pulso mientras Messina ingeniaba métodos para detener al insaciable escolta mormón. Y aunque no lo consiguió del todo nunca, la fórmula la encontró en Prigioni. Hasta que el base argentino se adosó a la nuca del tirador americano, el partido pintaba a sorpresa. El cuadro isleño sorprendió con una puesta en escena eléctrica. Muy acertado en el lanzamiento exterior, con Carroll en su papel de pistolero, su ímpetu inicial derrumbó los cimientos sobre los que Messina pretendía sostener su planteamiento del partido. En la Copa no basta con el mínimo esfuerzo.
Con Savané recién operado en el banquillo, el oxígeno le llegaba siempre al Madrid desde la pintura. A pesar de los esfuerzos de un digno Xavi Rey y de la movilidad y la brega de Wallace y Nelson, el combinado de Messina dominaba a su antojo los tableros. Mientras a Carroll le aguantaron las piernas, al Madrid no le bastó con la superioridad en el rebote y la anotación. Cuando Pedro Martínez le concedió descanso, el duelo cambió de color.
El 14-21 con el que los amarillos cerraron el primer cuarto se evaporó en apenas cuatro minutos. Prigioni achicó las vías de pase para la figura rival y al Gran Canaria se le apagaron las ideas. Apareció Tomic, Llull se sacó varias penetraciones marca de la casa de su chistera y, sobre todo, emergió la figura del Chacho Rodríguez, siempre genial, eternamente cuestionado. Quiso el destino que fuera precisamente un canario el que certificara con una excelente actuación la prematura defunción de sus paisanos, que siguen sin superar la maldición de la primera fase.
La clarividencia de Rodríguez, que se comió al anárquico Tauren Green, acabó por desnivelar un partido en el que el último cuarto supuso un tira y afloja entre las figuras del conjunto merengue y la fe de Carroll. Al final, y pese a las genialidades del escolta mormón, el Madrid impuso su fondo de armario y se aseguró el derecho a conservar su crédito.