Los atisbos de luz derivados de las últimas esperanzadoras victorias volvieron a dejar paso ayer a una inquietante sombra de oscuridad. El Caja Laboral refrendó en La Roca que la inconsistencia de su baloncesto es hoy en día tal que, en un mismo partido, puede dejar indudables destellos de calidad y, a renglón seguido, sumergirse en una incomprensible espiral de errores que le convierte en una presa vulnerable. El enésimo borrón a domicilio, la friolera del sexto en los últimos siete duelos, reabre las dudas respecto a su controvertida solidez a escasas jornadas del descorche copero en Madrid. Si alguien suspiraba por un triunfo que diera continuidad a los fastos vividos ante el Panathinaikos y alumbrara definitivamente el optimismo, el Gran Canaria negó esos deseos y cortó de raíz cualquier amago de consolidación como bloque solvente, compacto y rocoso.
Cuando la expedición azulgrana se las prometía muy felices tras una primera parte más que decorosa en la que su destajista trabajo dejó a los locales en unos guarismos paupérrimos, la pérdida de rigor atrás, la parálisis ofensiva y la salvaje irrupción de Carroll, cuya canasta final se produjo con el reloj de la posesión claramente a cero sin que el tablero de la canasta se iluminara, obraron otro disgusto lejos del Buesa Arena. Queda el triste consuelo de que el Baskonia, a diferencia de en Valladolid, Sevilla o Alicante, murió esta vez con las botas puestas, pero resulta muy preocupante la terrible inercia negativa en cada desplazamiento. La falta de personalidad, oficio y carácter que destapa sistemáticamente el grupo para salir indemne de pistas más o menos comprometidas empieza a alcanzar unas cotas insospechadas.
Si a su inesperada inmadurez se suma el idílico estado de gracia de uno de los mayores pistoleros de la ACB y un imperdonable error arbitral con la aquiescencia de la mesa, se explica otro revolcón que nuevamente descabalga a los alaveses de la tercera plaza clasificatoria. Jaycee Carroll, una ametralladora implacable durante la calurosa matinal pese a la pegajosa marca de Oleson, se bastó por sí solo para resquebrajar los planteamientos de Ivanovic. Si hasta el descanso su caudal anotador fue reducido casi hasta la mínima expresión -apenas 4 puntos-, emergió después como un killer letal para edificar la remontada amarilla. El de Alaska se vació como nunca con escasos dividendos, ya que el repertorio de su par mormón incluyó canastas de todo tipo tras sortear infinidad de obstáculos.
injusticia final Su última aparición, con dos defensores pegados como una lapa y tras un acrobático escorzo en el aire, constituyó la sentencia definitiva para un Caja Laboral en estado de shock que no halló el premio con el triple a la desesperada de San Emeterio, escupido por el aro cuando el balón ya se colaba. Sin obviar la manita arbitral en el último instante, el conjunto de Pedro Martínez se hizo acreedor a la victoria, en parte, gracias a varios providenciales rebotes ofensivos de Xavi Rey, que dejó en evidencia a los torres visitantes.
Con otro amargo sabor de boca, languideció un partido, por momentos, alocado, disputado a elevadísimas revoluciones y con más pinta de correcalles que de cualquier otra consideración. Antes de que se cumpliera el primer minuto, Savané quedó fuera de combate con una rotura del tendón de aquiles y pareció allanar el camino hacia la victoria. Sin embargo, ambos equipos se empeñaron en rivalizar en despropósitos. Siete minutos de sequía anotadora insular entre el final del primer cuarto y el arranque del segundo permitieron al conjunto vitoriano soñar con romper su maleficio a domicilio. Craso error ante su terca obcecación en vivir del triple y erradicar la búsqueda de un equilibrio.
Su cómoda renta (27-37) se evaporó en un santiamén en un tercer cuarto que hizo revivir las peores pesadillas. Huertas y Ribas, sobresaliente hasta ese momento, se apagaron en la dirección, los exteriores entraron en crisis ante el celestial papel de Carroll, la muñeca de Teletovic volvió a griparse y Barac resultó un coladero a la hora de candar el rebote defensivo. La asfixiante temperatura ambiental de La Roca terminó por engullir las opciones baskonistas. Con el arranque de la Copa en el horizonte, las dudas se reinstauran dentro de un colectivo incapaz de cicatrizar sus heridas.