El sorprendente y descorazonador triple con el que el orondo Khalid El-Amin envió a la lona al Caja Laboral puso las cosas en su sitio. El equipo vitoriano, a pesar de que por escasos momentos vislumbró cierta mejoría en su juego, sigue instalado en la nada. Y ante esta tesitura, tal vez un triunfo ante el Lietuvos Rytas sólo hubiera servido para barnizar una lastimosa realidad. El Baskonia atraviesa una profundísima crisis de identidad. Tal vez la mayor de la última década. La victoria en la jornada inaugural en el Martín Carpena marcaba el rumbo a seguir. De haber finiquitado con otro triunfo el enfrentamiento de ayer, el billete para el Top 16 habría cristalizado casi en su totalidad. Pero la escuadra dirigida por Dusko Ivanovic volvió a caer ante un rival a priori menor. Demasiados golpes para un moribundo que ya respiraba con mucha dificultad.
El 54-44 que mostraba el marcador del Buesa Arena hizo regresar la sonrisa al pabellón de Zurbano. En aquel momento ninguno de los aficionados baskonistas lo presagiaba -como probablemente tampoco ninguno de los jugadores- pero en ese momento estaban a punto de venirse abajo. A base de triples de la mano de D.J. Strawberry, Milko Bjelica o el bosnio Bajramovic, el conjunto lituano encendió una mecha que acabó quemando al Caja Laboral. El tercer cuarto finalizó con un igualado 56-55. La guerra se retrasaba durante diez minutos más.
Con un Mirza Teletovic que atisbó síntomas de recuperación -al menos en lo que respecta a su puntería- y que enlazó dos triples consecutivos hasta colocar un 64-60, Marcelinho Huertas intentaba la guerra por su cuenta mientras San Emeterio ansiaba poder ejecutar alguna de sus siempre efectivas penetraciones. Pero no era suficiente. El-Amin se transmutó en una versión con más rellenita de Derek Fischer para encarar al timonel brasileño en varios uno contra uno. Henchido de confianza, el base norteamericano lanzó un soberbio puñetazo en el último segundo para llevarse el triunfo de vuelta a Vilnius y dejar en la capital alavesa un carro lleno de dudas.
De nuevo -y ya van demasiadas ocasiones- el Caja Laboral demostró que es un equipo lastrado por la desconfianza. Si los triplistas no meten triples -Brad Oleson se fue con un bagaje de 2 de 7 intentos- y los interiores se hartan a perder balones -Batista cuatro y Barac tres- al final el engranaje azulgrana se viene abajo en cuanto las cosas se ponen un poco feas. Una noche más, la desesperanza recorrió las venas baskonistas. El plantel vitoriano agoniza a gritos ante la sorpresa de su afición.