El Caja Laboral asiste esta temporada a un déjà vu que va camino de convertirse en tradición para los seguidores baskonistas. De nuevo, el conjunto vitoriano anda a la caza y captura de un base que refuerce el timón del equipo y supla con garantías a Marcelinho Huertas. Si el año pasado fueron Sean Singletary y Milt Palacio -tampoco nos olvidemos del efímero Andrés Rodríguez en pretemporada- esta campaña Dusko Ivanovic y Josean Querejeta habían depositado su confianza en las aptitudes de un David Logan que ayer se quedó en el banquillo durante todo el choque por culpa de una gripe, tal vez la misma que sentó a Stanko Barac frente al Lagun Aro. Pero mientras la secretaría técnica azulgrana se devana los sesos para evitar meter la pata de nuevo, Huertas quiso lanzar un aviso a navegantes por lo que pueda suceder. Después de lo que le ha costado adueñarse del bastón de mando, no está dispuesto a cedérselo al primero que entre por la puerta del Buesa Arena.
Ante un Joventut depresivo, el timonel brasileño acabó el encuentro con unos números de escándalo en los cerca de 27 minutos que estuvo sobre el parqué antes de ser eliminado por faltas cuando restaban menos de dos minutos para el final de un enfrentamiento anodino sin ninguna historia, más allá de la fea lesión de Henk Norel en su rodilla. Huertas volvió ayer a ser el jugador que hace apenas unos meses maravilló a propios y extraños con un tramo final de temporada para enmarcar.
Sin embargo, en los últimos partidos el jugador paulista no acaba de encontrar su hueco en un puzle con demasiadas piezas inconexas. Con 14 puntos, siete rebotes y nueve asistencias, el director de juego azulgrana rozó una gesta destinada a unos pocos elegidos -Fran Vázquez, Dejan Tomasevic o el base Nacho Suárez son algunos- : el triple-doble. Sin un homólogo solvente en el conjunto rival que opusiera resistencia, Huertas jugó con una sonrisa en el rostro, gustándose cuando le apetecía lucirse y repartiendo juego a sus compañeros con una tranquilidad pasmosa.
pau ribas No fue el de ayer un día para sacar conclusiones, pero la realidad es que, en plena ebullición de noticias sobre su creciente pérdida de protagonismo y una posible cesión lejos de Vitoria, muchos ojos estaban pendientes de Pau Ribas. Sin David Logan -el escolta norteamericano contempló el juego desde el banquillo después de no haber entrenado en la sesión previa al partido por la fiebre- muchos pensaban que el jugador catalán podría ganar presencia en la cancha. No fue así.
El antiguo integrante de la Penya se quedó en unos escasos dieciséis minutos de juego frente a su exequipo, finalizando con cinco puntos, dos rebotes y tres asistencias. Su consolidación prosigue lenta y parsimoniosa mientras la entidad vitoriana escudriña el mercado. Por segunda temporada consecutiva, el rol del badalonés se diluye en mitad de dos aguas, mientras su compañero y buen amigo Marcelinho Huertas lucha en solitario por dirigir a la escuadra de Dusko Ivanovic con sapiencia y diligencia. Algo que hasta ayer no había conseguido culminar en su totalidad.
A la espera de conocer la identidad del hombre que acompañará al brasileño en su trabajo de aquí a final de temporada, el combinado baskonista podrá respirar tranquilo mientras el uno nacido en Sao Paulo no se aparte del camino que emprendió ayer. Su conexión con Esteban Batista -con el que parece haber hallado un feeling instantáneo, al contrario de lo que le ha venido ocurriendo con Stanko Barac- vislumbra noches de gloria para el Caja Laboral. Y si además consigue entenderse con el futuro timonel que con toda probabilidad aterrizará próximamente en el Buesa Arena, el club baskonista habrá logrado enderezar a base de euros un rumbo que se había tornado equívoco durante las últimas semanas.