había muchos aspectos por los que este titubeante Caja Laboral con el que Dusko Ivanovic pretende reeditar el inesperado éxito del pasado año había recibido críticas, la mayoría ganadas a pulso, hasta la fecha. Se censuraba su caótica distribución de los roles ofensivos, la escasez táctica, la dependencia del acierto en el lanzamiento exterior y, por encima de todo, la endeblez defensiva que augura muchas tardes de sufrimiento innecesario, de sorpresas inesperadas ante rivales que en teoría deberían claudicar sin ofrecer demasiada resistencia. Muchos eran los males que en este colectivo habían llegado a adquirir el carácter de endémicos, pero también presumía la tropa alavesa de aplicarse con un excepcional mimo en el cuidado de las posesiones, hasta el punto de navegar como el segundo equipo que más asistencias distribuye por partido en la ACB y poder presumir de ser el colectivo que menos pérdidas comete. Hasta ayer, cuando esta estadística saltó por los aires.
Apenas faltaban tres segundos y medio cuando Fernando San Emeterio, un tipo que en absoluto se caracteriza por desperdiciar posesiones, culminó con una nueva pérdida la derrota que el equipo vitoriano se ganó durante los cuarenta minutos precedentes. El alero cántabro, con dos puntos por debajo en el marcador, buscó el aro y, al encontrarse en mala situación para lanzar, trató de doblar un pase imposible para Pape Sow, que cruzaba la zona más pendiente del rebote que de recibir la pelota. Aunque el africano hubiera centrado su atención en el esférico, tampoco la habría recibido. Nick Caner-Medley, que había acudido en la ayuda de Jasen, metió la mano y abortó la posesión que podría haber supuesto el empate, el camino hacia la prórroga para un Caja Laboral que, como el Estudiantes, parecía empeñado en conceder oportunidades a su rival para que el partido, de una calidad cuestionable para la que se declara como la mejor competición del mundo por detrás de la NBA, siguiera vivo.
Con esta pérdida, la decimonovena, el Baskonia recibió el justo castigo de la derrota en un duelo que debería haber supuesto un mero trámite pero que acabó retratando las numerosas y acusadas debilidades de un equipo bajo eterna sospecha. San Emeterio, uno de los elementos más sólidos del conjunto baskonista, cerró el encuentro con tres balones perdidos. No fue el único que desperdició posesiones de ataque. Stanko Barac (4), Teletovic (2), Oleson (2), Ribas (1), Logan (1) y Sow (1) se apuntaron a la fiesta, aunque la palma se la llevó el jugador que supuestamente debería velar por que los ataques del equipo acaben cuando menos en un tiro, a ser posible en una posición óptima. Marcelinho Huertas, que reflejó en un solo partido la intermitencia con la que viene desenvolviéndose durante el ejercicio en curso, rubricó con cuatro perdidas, algunas de ellas hirientes, un partido en el que se vio ampliamente superado por bases de perfil bajo como Oliver, Granger o Sergio Sánchez.
El director de juego brasileño encarnó el caos que se ha apoderado de un equipo que ante todo hace aguas en defensa. No importa que el rival sea uno de los grandes dominadores de la Euroliga o un equipo que pelea por sobrevivir en la ACB. El Caja Laboral muere por su fragilidad defensiva. Un equipo cuyos guarismos muestran que no está entre los diez mejores en puntos recibidos en la competición en la que defiende título sólo puede mantenerse vivo en los partidos gracias al indudable talento de casi todas sus piezas. Pero si no se cuida el balón las miserias salen a la luz.
No puede mantener el Baskonia el duelo de pistoleros que esta campaña plantea en cada partido si permite que 19 posesiones se marchen al limbo. Ivanovic tiene desde ayer otro aspecto del que preocuparse. Otro engranaje que arreglar.