OSCAR SAN MARTÍN

Pasan las semanas, incluso meses, y este pálido Baskonia tropieza una y otra vez en la misma piedra. Ni siquiera las bajas sirven como atenuante para justificar un juego tan paupérrimo o una intensidad más propia de patio de colegio. El equipo vitoriano, otrora paradigma de la sincronización, el altruismo y la inquebrante fe en la victoria, se mira al espejo y no se reconoce. Rivales de cualquier pelaje le sacan los colores de manera sonrojante. Es un bloque blando y frágil hasta la desesperación. La tropa de Ivanovic comparecía en Vistalegre sin margen de error para seguir la estela del liderato, pero abandonó el coso taurino con una nueva decepción. Mañana, toda la información en DNA