vitoria. El Buesa Arena acoge esta tarde uno de esos partidos que sirven para sacar conclusiones. El Caja Laboral recibe la visita de uno de los grandes favoritos a todo, el actual líder de la ACB, y tiene la obligación de ofrecer una respuesta clara a su desconcertada afición. Nadie sabe en Vitoria si el equipo al que van a seguir esta temporada es el mismo que ha ofrecido tan pésimas sensaciones en sus dos últimos encuentros ligueros, el mismo que encadenó cinco derrotas que a punto estuvieron de dejarle fuera de la Euroliga a las primeras de cambio, o en realidad es el colectivo compacto y aguerrido que se crece ante las adversidades, en los grandes momentos, y se revela capaz de remontar una desventaja de doce puntos en el último cuarto frente al todopoderoso Barcelona.
Una vez sorteado el primer gran socavón de la temporada, el match ball del pasado miércoles en Kaunas, ha llegado la hora de que Dusko Ivanovic ponga las cartas sobre la mesa, el momento de que la plantilla, todavía perpleja tras la marcha el pasado verano de su gran referente, Tiago Splitter, adopte una nueva personalidad, libre de la sombra del brasileño. El rival de turno, desde luego, no se antoja como el más adecuado para el desarrollo de estos experimentos introspectivos, aunque de sobra resulta conocida la capacidad de las huestes baskonistas para crecerse en estas citas.
Una de las atracciones del duelo entre estos dos grandes transatlánticos todavía sin rumbo fijo será el debut del senegalés Pape Sow. Una vez asumida la testaruda realidad de Ivanovic, empeñado en demostrarle a la directiva que Musli no es, al menos hoy por hoy, el pívot que venía reclamando desde el pasado verano, Josean Querejeta ha reaccionado para ofrecerle un parche al montenegrino y algo de oxígeno a Barac, cuya soledad comenzaba a adivinarse crónica. Habrá que ver el protagonismo que le regala Ivanovic en el duelo de hoy, con apenas dos días de entrenamiento a sus espaldas, pero la lógica y el inagotable fondo de armario del equipo blanco invitan a pensar que disfrutará de sus primeros minutos como jugador baskonista.
El interior africano puede y deberá ayudar al equipo azulgrana a incrementar su solidez defensiva. Jamás ha estado el Baskonia de Ivanovic tan distanciado de las señas de identidad que eternamente ha proclamado el montenegrino. Su debilidad en este apartado ha quedado retratada en los últimos duelos. Tanto en ACB como en Euroliga, raro es el partido que el cuadro gasteiztarra encaja menos de ochenta puntos. Y en los dos últimos de la competición doméstica la cifra se ha disparado hasta superar los noventa frente al Cajasol (91) y rozar el centenar (99) en el derbi de Miribilla. Unos guarismos que, más allá de que desafinen con la filosofía de su técnico, no puede permitirse ningún equipo que aspire a los títulos.
El tiempo dictará, en cualquier caso, cómo evoluciona el plantel vitoriano, que el pasado año también generaba interrogantes y cerró el curso con su tercer entorchado liguero. Una vez consumado el pase al Top 16 de la Euroliga, el encuentro de esta tarde le permitirá enmendarse también en el torneo liguero, donde ocupa una de las plazas nobles pese a su vacilante trayectoria. En realidad, tampoco su contrincante puede presumir demasiado. El Madrid de Messina marcha líder, sí, pero ha comenzado la temporada con hipotecas derivadas de los constantes rumores de fractura en su vestuario.
A pesar del importante desembolso que volvió a realizar durante el pasado verano, el equipo blanco que se presentará hoy en el Buesa Arena se asemeja mucho al que quedó apeado de la lucha por el título hace poco más de medio año en este mismo escenario. A excepción de Carlos Suárez, el tres alto por el que Messina suspiraba la pasada temporada, dos tipos muy queridos por la afición alavesa, Sergio Llull y Felipe Reyes, siguen ejerciendo como líderes en un conjunto que tiene potencial para pelear por todo pero que también padece una constante búsqueda de personalidad.
En estas coordenadas llega un partido cuyo desenlace resultará menos concluyente para los técnicos que las sensaciones que arrojen sus pupilos. Ahora bien, cuando el Madrid pisa Vitoria el Buesa Arena se convierte en una olla a presión y la afición no acepta prisioneros.