sevilla no se distingue por ser una plaza fácil para torear ni abandonar el coso taurino por la puerta grande. Este símil taurino es perfectamente trasladable al fútbol y al baloncesto, donde los entrenadores soportan una fuerte tensión y aparecen como una diana permanente para justificar posibles fracasos. Tras su salida por la puerta de atrás del Real Madrid, Joan Plaza aceptó la pasada temporada el reto de resucitar al Cajasol y lo logró con creces impregnando, además, su particular filosofía a un grupo que durante meses se convirtió en un tormento defensivo para sus rivales.

Tras varios años de travesía por el desierto en los que su continuidad en la élite de la ACB ha estado incluso seriamente amenazada, Plaza condujo al club sevillano en primera instancia hacia la Copa del Rey y, meses más tarde, selló el pasaporte para los play off por el título liguero. Todavía está fresco en la memoria el recuerdo de su vibrante eliminatoria de cuartos de final ante el Real Madrid, en la que tras ganar el primer asalto en Vistalegre dispuso de un match ball en su pista para acceder a semifinales y medirse, por entonces, al Baskonia.

La postrera eliminación andaluza no supuso ninguna decepción para un Cajasol que volvía a una competición europea y recuperaba parte del crédito perdido. Meses más tarde, los peores fantasmas vuelven a merodear San Pablo. El efecto Plaza parece haberse diluido en el curso recién iniciado tras una serie de resultados negativos que le ubican en la zona comprometida de la clasificación.

Su estandarte más cotizado del pasado, Dusko Savanovic, emigró hacia Valencia, junto a otros actores secundarios como Miso, Ellis, Xavi Rey o Radenovic. Sin embargo, la costosa continuidad de Tariq Kirksay y el caché de los nuevos fichajes hacían presagiar que los éxitos podían repetirse.

Hasta la fecha, el hoy rival del Caja Laboral navega sobre aguas revueltas y sólo saca un cuerpo de ventaja sobre las posiciones de descenso. Un peligroso síntoma que añade dramatismo a la visita del vigente monarca liguero. Ha perdido su rigor defensivo, varios de las caras nuevas se encuentran en la picota y está iniciando un declive preocupante. De los seis últimos duelos domésticos, sólo ha ganado uno -ante el Gran Canaria-, y casi todas las opciones de clasificarse para la Copa del Rey se han esfumado por completo.

Entre la grave lesión de Calloway, el bajo tono de un Bullock sacudido por un problema familiar, la escasa confianza depositada por el técnico en sus dos cuatros abiertos (Ivanov y Katelynas), y el individualismo de Paul Davis, el jugador que más tiros de dos puntos lanza por minuto jugado, Joan Plaza no acierta a dar con la tecla de la reacción. Acostumbrado a exponer la realidad de las cosas en sus novelas, este barcelonés de 46 años deberá buscar fórmulas para levantar el ánimo de sus alicaídos pupilos.