Una extensa cicatriz cubre el muslo derecho de Justin Ray Giddens, pero nadie puede verla. El escolta del Asseco Prokom acostumbra a taparla con una venda para que ninguno de sus rivales reabra una vieja herida, cosida con treinta puntos de sutura, que empezó a sangrar un 19 de mayo de 2005, cuando este bad boy, que en el cuadro polaco ha heredado el estatus -y la cinta de pelo- de David Logan, inició una pelea en un bar que acabó con un navajazo en su pierna de manos de un vecino de Kansas llamado Jeremiah Creswell.
El agresor -que alegó defensa propia- rasgó el muslo de la estrella universitaria de los Jayhawks. Aunque admitió su error, J.R. se vio obligado a aceptar un cambio de aires con la Universidad de New Mexico como destino. Sus 13 puntos y 5,7 rebotes por partido le llevaron a ocupar una primera ronda del draft. Los Boston Celtics vieron en él un diamante en bruto por pulir si dejaba a un lado su problemático comportamiento. Dos años después y con traspaso a los New York Knicks de por medio, el Asseco Prokom se fijó en este escolta de 1,96 metros para ejercer de anotador compulsivo en la escuadra de Tomas Pacesas, donde promedia 11,8 puntos y 5,8 rebotes por partido.
Ahora, con 25 años, Giddens parece haber encontrado un mínimo de estabilidad en Gdynia. Como otros tantos jóvenes de la ciudad de Oklahoma, el baloncesto sacó de las calles al hoy jugador del Prokom. Su dominio del balón le permitió ingresar en la Universidad, pero su excesiva tendencia al individualismo tanto dentro como fuera de las canchas le colgó un cartel de hombre problemático del que nunca pudo desprenderse. De hecho, su entrenador en New Mexico, Ritchie McKay, acabó hasta las narices de su pupilo y los rectores suspendieron a Giddens de forma indefinida. "No hacía nada ilegal, pero no era el tipo de compañero ideal", explicaba su técnico. En ese momento, Giddens decidió tomar las riendas de su vida definitivamente.
Antes de ingresar en los Celtics, el escolta estadounidense ya era otro hombre. Sus pecados de juventud eran cosa del pasado, como aseguró en una entrevista concedida antes de ser elegido en el draft. "Mucha gente odia sus trabajos. Yo amo mi trabajo. Ahora me gusta despertarme para ir a entrenar e intentar ser el mejor jugador de baloncesto posible", explicaba. ¿Y qué le llevó entonces a poner en peligro su carrera por culpa de su temperamento? "Bueno, simplemente, fui un chico que tomó decisiones equivocadas".