vitoria. Sergio Scariolo tiene bien claro el rol que Fernando San Emeterio debe asumir en el combinado nacional. Ayer, ante una correosa Argentina desquiciada por la desastrosa labor arbitral, el seleccionador italiano tiró del carácter del jugador baskonista en la mitad del último cuarto, cuando el partido estaba a un paso de decantarse por uno u otro bando definitivamente. Con Llull, Rubio y Reyes sobre la pista, el alero del Caja Laboral formó un muro de contención defensiva que la escuadra albiceleste no fue capaz de saltar.
San Emeterio finalizó el partido con ocho puntos y cinco rebotes, pero sobre todo pudo irse a la cama tranquilo tras comprobar que, pese a que su hueco en la selección española pendió de un hilo hasta el final, Scariolo no parece dispuesto a convertirlo en un convidado de piedra cuando el balón del Mundial de Turquía salte al aire el próximo 28 de agosto.
Mientras su ex compañero Prigioni daba con sus huesos en el banquillo de forma prematura tras cometer su quinta falta -al timonel madridista le pitaron dos técnicas, síntoma de que su relación con el colegiado Daniel Hierrezuelo no se enfría ni en un amistoso internacional-, el tres nacido en Santander no se diferenció en nada del hombre que llevó al Baskonia a su tercera Liga. Penetró con autoridad, sin miedo a la maraña interior tejida, sobre todo, por un excelso Luis Scola -26 puntos para el jugador de los Rockets-, y jugó sus bazas en el tiro exterior, aunque con algo menos de suerte. Hace poco, su compañero azulgrana Pau Ribas advirtió que el papel de su amigo en este Mundial iba a ser más determinante de lo que muchos piensan. Y pocos conocen a Fernando como él.