barakaldo. Si quiere izar el título de campeón, como pronostican todos los entendidos, el Barcelona deberá sudar tinta china y fajarse como si fuera un obrero. En la Copa nadie regala nada y ayer se encargó de ponderarlo un dignísimo Cajasol, que evidenció por qué se ha convertido en la revelación liguera y vivió en una nube irreal de la que se caería cuando el ogro activó en el epílogo sus innumerables resortes. Entonces, se evaporó el sueño de la mayoría de aficionados -no sólo sevillanos, sino del resto de participantes- presentes en el Bizkaia Arena.
Antes del salto inicial, la duda estribaba en cuánto aguantaría el cuadro sevillano el inmisericorde rodillo blaugrana. Craso error. De paseo militar del favorito, nada de nada. La puesta en escena sorprendió a propios y extraños. Con los papeles intercambiados, la sombra de la sorpresa merodeó por momentos. El tiro exterior le funcionaba de maravilla a Joan Plaza, su rocosa defensa -una sana costumbre durante este ejercicio- concedía escasas florituras a las estrellas del líder y el pulso adquiría una emoción inesperada (13-23).
Sólo era una cuestión de tiempo que las aguas volvieran a su cauce y ese panorama idílico para el Cajasol se tornara en un trago más amargo. Atesora tantos recursos Xavi Pascual en el banquillo que la llama andaluza se fue apagando paulatinamente con el paso de los minutos. Fueron apareciendo los magníficos gregarios culés (Grimau, Basile o Morris) para imprimir otra intensidad y dar una nueva vuelta de tuerca.
La reacción catalana del segundo cuarto sirvió para alumbrar un nuevo encuentro. Los denodados esfuerzos de la cenicienta para mantenerse en pie podían acusarse tras el descanso cuando las fuerzas empezaran a flaquear y la exprimidora aspirante al triplete acometiera el proceso de aniquilamiento. Y así fue. En cuanto sonó el despertador y elevó los decibelios defensivos, el Barcelona impuso la aplastante lógica (59-49). Con su perímetro causando estragos y los hombres altos forrándose a base de rebotes ofensivos, metió la directa hasta ir empequeñeciendo a un Cajasol que perdió la clarividencia ofensiva y ya sumaba puntos con cuentagotas. En el cuarto final, emergió nuevamente la versión más terrenal de los catalanes, algo atascados ante una zona 2-3, y un triple de Radenovic puso el pulso al rojo vivo (63-62). La fiera despertó finalmente a tiempo.