El suyo es un caso atípico en el deporte profesional. Con su edad, casi nadie se hallaría capacitado para jugar al baloncesto del más alto nivel. Él sí y, de momento, no desentona. Mike Higgins, el abuelo de la Liga ACB, ha roto moldes esta temporada desplazando al legendario Joan Creus como el jugador más veterano en la historia de la competición. A punto de cumplir las 43 primaveras, ahí sigue al pie del cañón y, si le dejan, promete seguir el tiempo que haga falta.
El poste estadounidense del Xacobeo, un trotamundos de la canasta que ha militado en la friolera de 28 equipos repartidos en siete países y tres continentes, muestra la misma ilusión que el primer día. Puede que haya perdido agilidad, rapidez y frescura física, pero su cerebro sigue intacto. En Santiago, es alguien admirado por compañeros y afición. Su milagro no tiene otro secreto que «muchas horas en el gimnasio y suerte también, porque yo no he tenido, gracias a Dios, lesiones muy graves», según explica el interesado.
Su debut durante esta temporada tuvo lugar precisamente en el Buesa Arena en la cuarta jornada liguera. La plaga de lesiones del cuadro gallego motivó su continuidad hasta el final de la temporada. No es que sea uno de los pesos pesados del equipo gallego -Segura le otorga apenas ocho minutos de media-, pero cuentan de él que hace piña y crea buen rollo en el vestuario.
Cuando se le comenta que alguno de sus compañeros podría ser hijo suyo, Higgins -ya nacionalizado español y con una niña pequeña de cinco años tras su matrimonio con una ciudadana canaria- saca su sentido del humor: "Que yo sepa, ninguno lo es. Sólo tengo una niña de cinco años". El veterano interior, consciente de que no puede medirse de tú a tú igual que en el pasado con pívots tan corpulentos y espigados, aporta el contrapunto de la veteranía necesaria a un bloque embarcado en la difícil tarea de sellar la permanencia.
Su edad suele ser un tema recurrente cada vez que es entrevistado por un periodista. Él lo asume con naturalidad e incluso no pierde el sentido del humor con los números cuando se le pide que pose para la fotografía con un 42. Entonces no duda en cambiarlo por el 24, algo que justifica su condición de persona afable y abierta a las bromas.
Sus compañeros de equipo hablan maravillas de él y aseguran que es "muy importante" para ellos. El pívot de Nebraska llena de humildad sus 205 centímetros de cuerpo y responde que "no hago nada especial. Sólo soy una persona normal que quiere ganar. Quiero hacer todo lo que pueda para ayudar al equipo a ganar». La afición compostelana, reacia al principio con su fichaje por no entender que el club contratase a un jugador tan veterano y desconocido para ellos, le ha tomado un cariño fuera de lo normal y lo demuestra en cada partido.
Higgins se resiste todavía a jubilarse mientras le sigan respondiendo las fuerzas. «Yo vivo el hoy. El mañana es el mañana», pondera el pívot, que ha recorrido los lugares más recónditos del planeta. Además de España, ha militado en Francia, Italia, Japón, Brasil y Argentina. Un currículo extenso para un jugador de otra pasta con el que esta mañana deberán fajarse Teletovic, Eliyahu y Herrmann. Él no está dispuesto a arrugarse lo más mínimo.