vitoria. Es el partido de todos los partidos. Si la simple visita del Real Madrid al Buesa Arena implica en condiciones normales una alta dosis de morbo, la plantilla diseñada por el club merengue para la actual temporada provocará hoy un picante y morbo añadidos. Con cuatro integrantes en sus filas que posibilitaron en su día el crecimiento del Baskonia, el choque ha adquirido un atractivo especial.

Tal es la expectación que rodea a la visita de los madrileños que las entradas se han agotado y el coliseo vitoriano registrará el primer lleno del actual ejercicio. No es para menos. Ver in situ a dos iconos de la historia reciente como Prigioni y Vidal ataviados con la elástica merengue no es una cuestión baladí. La escena en cuestión generará morbo, picante y también una cierta dosis de resquemor, pero ya se sabe que en el deporte profesional casi nunca impera el amor a los colores ni hay espacio para los sentimentalismos.

El recibimiento que se les tributará a ambos es una incógnita, si bien lo normal es que la entendida afición baskonista agradezca los servicios prestados. Más allá de que tanto el base argentino como el escolta badalonés no tuvieran la salida deseada, no es menos cierto que defendieron la zamarra vitoriana con una profesionalidad intachable y derramaron hasta la última gota de sudor en pos de un Caja Laboral que dio un salto de calidad con su presencia.

En el caso de Prigioni, su salida se convirtió en un foco de conflicto. Semanas antes de que finalizara el pasado curso, el de Río Tercero comunicó a Josean Querejeta su intención de irse. Entendió que su ciclo de seis años en Vitoria se había extinguido y proclamó a los cuatro vientos su deseo de buscar nuevas motivaciones. Con la misma personalidad y carácter que acreditó en la pista, hirió muchas sensibilidades y el hecho de que tuviera un acuerdo firmado con el Real Madrid antes de sellar su desvinculación con el Baskonia levantó ampollas.

el capitán, más inesperado La marcha de Vidal también resultó traumática y mucho más inesperada. En su caso, la disparidad de opiniones todavía se mantiene. Mientras el presidente baskonista insiste en que el club procedió a venderle habida cuenta de su negativa a renovar -el contrato expiraba en junio de 2010 y en los mentideros se especulaba con el fichaje por el Barcelona-, el jugador incidió en que fue el Caja Laboral quien le colocó en el mercado y decidió hacer negocio con él tras la imposibilidad de deshacerse de San Emeterio.

Un pequeño galimatías que no puede ni debe ensuciar la excelente hoja de servicios del otrora capitán azulgrana. Junto a Splitter, Prigioni y Vidal formaron la columna vertebral del combinado vitoriano durante muchos años. Sostuvieron el proyecto, le dieron empaque, una personalidad definida y, ante todo, títulos. Muchos títulos y algún que otro sonado disgusto no imputable únicamente a su trabajo.

La vuelta de Hansen y Garbajosa será algo menos emotiva. El exterior mormón, un notable gregario para un conjunto campeón, cautivó al Buesa Arena durante sus dos temporadas. El clásico gladiador que entra más por su pundonor y espíritu combativo que por sus gotas de talento. Con unas envidiables dotes atléticas y una simpatía especial, acabaría calando hondo en la parroquia baskonista. Todo lo contrario que un Garbajosa que ha sido silbado permanentemente en su retorno. Desde que dejara hace años el club, el crecimiento del madrileño ha resultado espectacular.

La afición vitoriana lo vivió en sus propias carnes en aquella final liguera de infausto recuerdo ante el Unicaja en la que el de Torrejón de Ardoz se erigió en el brazo ejecutor. Incluso se le tildó de jugador protegido por el estamento arbitral y acusado de hacer pasos sistemáticamente. Con la camiseta blanca, tampoco levantará excesivas pasiones.