El baloncesto universitario estadounidense se ha convertido de un tiempo a esta parte en una especie de imán que atrae a muchas promesas dispuestas a emigrar con el fin de compatibilizar el fervor por el baloncesto y los siempre imprescindibles estudios.
A la nutrida lista de jugadoras vitorianas que han decidido cruzar el charco en los últimos años se sumará en breve Saran Noura Diallo Touré. De 18 años y 1,87 metros de altura, esta pívot formada en su día en el Baskonia ha debutado en la temporada recién finalizada en la Liga Femenina con el Araski tras estar a caballo entre el primer equipo de Madelén Urieta y el que compite en Primera Nacional.
Aquella velada del 21 de diciembre de 2024 siempre permanecerá en la retina de Saran, que incluso anotó dos puntos en la derrota del conjunto alavés ante el todopoderoso Valencia Basket. Un sueño hecho realidad que se ha convertido en la primera piedra de una carrera todavía incipiente a la que le restan muchos capítulos.
Saran es la hermana mayor de una familia costamarfileña que aterrizó en Vitoria hace más de dos décadas en busca de un buen porvenir. Casualidades del destino, el baloncesto ha unido a sus cuatro hijos, todos ellos de un tamaño físico imponente y dispuestos a hacer carrera en el deporte de la canasta para orgullo de su papá Ismaila y su mamá Iramatou.
Chiek, que ya ha sido internacional por España en categorías inferiores, pertenece al equipo júnior del Baskonia; Samira integra el conjunto cadete; y la pequeña Hadja también hace sus pinitos en la Escuela de baloncesto del club azulgrana. Es decir, el baloncesto forma parte de los genes de la familia Diallo Touré, aunque el peaje a pagar a corto plazo será la marcha a Brooklyn de la hermana mayor.
Una decisión meditada
Saran vivirá a partir de primeros de julio en uno de los distritos de Nueva York tras cerrar su fichaje por la Long Island University. Su nuevo destino será el LIU Sharks de la División I de la NCAA estadounidense. Gracias a una beca, podrá costearse la carrera de Relaciones Internacionales e iniciar un periplo de cuatro años repleto de desafíos.
“Al principio fue dura la decisión. Normalmente te ofrecen esto cuando estás en cuarto de la ESO o Primero de Bachiller y tienes 16 años... Para desarrollarte como jugadora y compaginarlo con los estudios, era la mejor opción. Las compañeras del Araski me dijeron que, si no lo hacía, me podía volver loca porque no tienes tiempo al viajar mucho. Al ser semiprofesional, en la NCAA División 1 compites con gente que va a la WNBA”, razona Saran.
“Son universidades de prestigio y de 66.000 euros al año. No lo puede pagar cualquiera aquí. Cuatro años son un cuarto de millón y eso no lo tiene casi nadie. La oportunidad no se le ofrece a cualquiera"
El baloncesto europeo vive un drama sin precedentes por la diáspora de sus jóvenes estrellas hacia las universidades estadounidenses y Álava no es una excepción. Porque ahora viajar a la NCAA no solo significa estar más cerca de la WNBA, sino que también permite tener la posibilidad de obtener unas ganancias prohibitivas para jugadoras de su edad en Europa.
En caso de no haber aceptado esta propuesta, a Saran no le hubiesen salido los números. “Son universidades de prestigio y de 66.000 euros al año. No lo puede pagar cualquiera aquí. Cuatro años son un cuarto de millón y eso no lo tiene casi nadie. La oportunidad no se le ofrece a cualquiera”, admite Saran, que en primera instancia había aceptado una propuesta para ir a Arkansas –el sur de los Estados Unidos– pero en el último momento se echó para atrás.
“La ciudad más cercana estaba a dos horas en coche y allí vas a entrenar y vivir. En esta universidad estaré más a gusto porque además jugaré con otra española como Candela García”, subraya.
El proceso para cruzar el charco fue bastante sencillo dentro de lo que cabe. Dada su juventud, su margen de crecimiento y sus condiciones físicas, Saran mantuvo contactos con una agencia de jugadoras a la hora de poder vivir este sueño americano. “Me insistieron bastante porque se lo ofrecen a pocas jugadoras. Tú mandas los vídeos a las universidades para que te vean y te llegan ofertas; entonces luego decides”, describe.
La cabeza muy bien amueblada
La determinación de volar hacia Estados Unidos ha sido acogida de manera desigual en casa. “Mi madre no quiere que me vaya pero mi padre está muy contento. Le motiva mucho porque él no tuvo la oportunidad de estudiar. De pequeña no me gustaba el baloncesto, pero le hice caso a él para empezar y luego me enamoré desde el primer momento. Mi hermano Chiek viene detrás y si Dios quiere a él también le ofrecerán ir allí. Ver que sus hijos tienen la oportunidad que él no tuvo es algo que le llena bastante”, enfatiza Saran, que previamente había realizado una incursión en el tenis y también acudido a clases de dibujo.
Queda claro que todos los caminos en su vida conducían hacia el deporte de la canasta. No en vano, esta simpática jugadora vitoriana, que también ejerce puntualmente como modelo, ya medía 1,80 en sexto de Primaria. Con la cabeza bien amueblada, se ha propuesto vivir del baloncesto y, aunque le esperan baches a lo largo de su carrera, aspira a “llegar a lo más alto”, ya sea la WNBA o consolidarse en la Liga Femenina.
"Soy ambiciosa, aunque habrá que ir viendo las cosas. Igual planificas una cosa y no lo consigues. Si puedo, me gustaría ser una jugadora profesional. Este año he estado en dinámica con el primer equipo del Araski y he visto de cerca lo que se siente"
“Soy ambiciosa, aunque habrá que ir viendo poco a poco las cosas. Igual planificas una cosa y no lo consigues. Si puedo, me gustaría ser una jugadora profesional. Este año he estado en dinámica con el primer equipo del Araski y he visto de cerca lo que se siente. Quiero vivir de esto, intentar luchar, ganar y ver qué consigo”, precisa Saran, sabedora de que, por ejemplo, necesitará trabajar el físico, ganar varios kilos de masa muscular y pulir aspectos no solo de su juego sino también de la mente.
“Quiero mejorar principalmente el bote y fuera de la cancha los nervios porque al final me traicionan. Si la cabeza no se encuentra bien y estás nerviosa por tener miedo de decepcionar a la gente, las cosas no irán bien”, confiesa Saran.
La prometedora pívot vitoriana ya descuenta los días en el calendario para coger ese avión que le haga vivir la experiencia más fascinante de su todavía corta vida.