Marina Ortiz de Zárate, llamada a ser una pieza clave del Araski en el futuro, hace un balance positivo de este inicio de curso pese a que hasta ahora ha jugado menos de cuatro minutos. La vitoriana admite estar inmersa en su particular proceso de adaptación tras el salto de categoría.

Ya ha transcurrido un cuarto de la competición. ¿Cuáles son sus primeras sensaciones?

A nivel de equipo son buenas y es que se está compitiendo en el nivel que exige la LF. Aunque ahora estemos en la mitad de la clasificación, esta se encuentra muy apretada y aún puede suceder de todo. Además, este año hay mucha igualdad y por eso es muy importante ir partido a partido y continuar con esa dinámica hasta el final. Aunque suframos alguna derrota inesperada y nos dé rabia, eso no nos tiene que frenar y tenemos que seguir mirando al siguiente encuentro y luchar siempre al 100%.

¿Cómo está viviendo este cambio en su vida?

Es un salto grande y ya tenía claro que no iba a ser fácil. Yo intento siempre dar mi 100% en el día a día. Además, mi suerte es que tengo compañeras que llevan ya varios años en este nivel y por lo tanto ya están acostumbradas a esta dinámica y eso a mí me ayuda mucho. Lógicamente, también se nota la diferencia respecto a mis otros años de competición y aunque no disponga de tantos minutos como mis compañeras, siempre estoy preparada para cuando el equipo me necesite y tenga que echar un cable.

¿Cómo gestiona ese cambio de rol y esa escasez de minutos?

Tengo la suerte de jugar minutos con el filial y puedo compatibilizar ambos equipos. Entonces, sí se agradece el poder tener minutos con un equipo porque hay que admitir que sí cuesta estar mucho tiempo en el banquillo, en especial viniendo de un año donde he jugado mucho, por lo que sigo teniendo esa oportunidad ahí. En el primer equipo lo llevo de la mejor manera posible y entiendo perfectamente que mi situación sea así. Es decir, comprendo que hay diferencia de nivel, que mis compañeras ya están acostumbradas a esta competición y que para mí todo esto es algo nuevo. Entonces, tengo que llevar poco a poco ese proceso de transición.

¿Cómo valora sus dos diferentes roles en un equipo y en otro?

Son totalmente distintos. En el filial estoy de capitana junto a Yoar y al final tengo ese rol de ser más líder, de aparecer en los momentos más delicados, de animar siempre y de demostrar cosas tanto desde el banquillo como dentro de la cancha. También hago la función de integrar a las más pequeñas que van llegando y que se sientan una más. En cuanto al primer equipo, ese rol de capitana en el filial lo realizan conmigo y yo intento hacerles caso en todo y sentirme una más. Soy consciente de que en parte soy como ellas y tengo que estar siempre preparada por si el equipo me necesita. Además, también es importante estar con los pies en la tierra y cuando tenga que actuar, intente dar mi máximo nivel. Aunque la clave está en que entre todas seamos un equipo.

¿Sus compañeras le dan consejos?

Tengo la suerte de que no soy la nueva y que esto que estoy viviendo en primera persona ya lo he visto de pequeña en mis compañeras. Entonces, ya sé cómo funciona. No es fácil estar al nivel de gente que viene de fuera y que lleva muchos años en esa categoría, pero esforzarse y ver hasta dónde puedes llegar trabajando es muy bonito. Con las que más hablo son Arrate y Cris, pero también porque son mis compañeras del filial. Siempre me han comentado que es una oportunidad increíble y que no todo el mundo tiene la suerte de poder vivirlo y que disfrute cada minuto.

¿Cómo ha cambiado su rutina?

Ya me he graduado tanto en IVEF como en Magisterio y tengo esas dos carreras que las hice en cinco años. Ahora estoy en una academia donde me preparo para las oposiciones de docente de Educación Física. Entonces, solo voy a la academia los martes por la tarde y luego todo lo demás es prácticamente baloncesto. Lógicamente supone un gran esfuerzo porque vengo a todos los entrenamientos, tanto de mañana como de tarde, que junto a los viajes hace que sea mucha dedicación. Siempre que tengo un momento libre, intento aprovecharlo para ir llevando al día el tema de las oposiciones.

Un día a día muy duro y casi sin tiempo libre…

Es algo a lo que no estoy acostumbrada porque en mi vida siempre he tenido el baloncesto, pero luego también he tenido muchos espacios más para desconectar. Ahora cuesta un poco más esa desconexión, ya que es todos los días baloncesto y a veces sí echo en falta ese momento de desconexión, pero creo que como todo es acostumbrarse. Al principio, se me hizo un poco más duro, pero ahora ya sé cómo son mis semanas y qué es lo que me viene. Intento gestionar mi tiempo lo mejor posible para exprimirlo al máximo. Por otro lado, anímicamente también estoy aprendiendo, porque con una semana entera de baloncesto disfruto muchísimo. Es un sueño lo que estoy viviendo.

¿Qué es lo que más le ha llamado la atención del baloncesto de élite?

El tema de los viajes porque no estoy acostumbrada a viajar tanto. Igual cada dos semanas hay uno. Antes sí lo hacía, pero a nivel de Navarra o La Rioja, es decir más cerca. Ahora los desplazamientos son más largos. Es más, esta semana viajamos a Girona. También me parece muy curioso el tema de los hoteles y cómo es ese día a día o cómo se descansa antes de los partidos o la alimentación.

Ya es un ejemplo para las más pequeñas, ¿Presión o motivación?

Presión para nada. A mí me parece muy bonito. Además, las niñas son super agradecidas. Siempre después de cada partido observas la ilusión con la que te miran y es como si se vieran reflejadas en ti. Es algo precioso y ese apoyo es una gran motivación.

¿Cuáles son los objetivos?

Espero disfrutar porque el grupo que tenemos es precioso y eso se transmite en la cancha. También que los aficionados de Mendizorroza disfruten y salgan de los partidos ilusionados. Luego, tenemos que ver hasta dónde puede llegar el equipo, pero eso ya se irá viendo. En especial, que ese trabajo que hay todos los días se pueda ver transmitido sobre la pista.

¿Y a nivel personal?

Espero tener esa oportunidad de tener algún minuto dentro de la cancha y poder demostrar mi juego y ver hasta dónde puedo llegar. Y también disfrutar y ser feliz, que es básico.

De cara al futuro, ¿tiene algún sueño que le gustaría cumplir?

Me gustaría estar como algunas compañeras mías en su día. Por ejemplo, Laura Pardo o Arrate Agirre.

¿El objetivo del filial tiene que ser el ascenso?

Sí. No es una presión porque el año pasado fue una temporada excelente y está claro que este año estamos perdiendo más partidos, pero no tenemos esa obligación. Nosotras hemos visto ya de lo que somos capaces y eso debe ser una motivación y se puede lograr perfectamente.

Al margen del baloncesto, ¿algún hobby para desconectar?

El año pasado era entrenadora y este curso lo he tenido que dejar porque no me daba la vida. Como soy de Vitoria, mi suerte es tener cerca a mi gente y, cuando puedo, intento quedar con mi cuadrilla y mi familia.