A estas alturas, nadie duda de la estrecha relación entre alimentación y salud ni de los beneficiosos efectos de la dieta mediterránea que en cierta manera estamos dejando de lado, ya sea por comodidad o por el alto precio de los alimentos, dos condicionantes que nos alejan de las pautas alimenticias que sabiamente seguían nuestros abuelos y abuelas. Bien lo sabe María Puy Portillo, catedrática en Nutrición de la UPV/EHU y presidenta de la sociedad española de Nutrición. "Precio y comodidad son para nosotros dos ganchos difíciles de combatir", reconoce.

Nutrición y covid mantienen una estrecha relación. "En general, las enfermedades de nuestra sociedad occidental tienen una relación estrechísima con la alimentación, lo que no significa que sea el único factor importante; puedo comer muy bien, pero si no paro de fumar... Pero sí, la alimentación tiene mucho peso sobre la manera de enfermar; de hecho, en países donde el problema no es el exceso sino el déficit de comida, nunca encuentras casos de arterioesclerosis, ictus o diabetes; sin embargo, tienen otras enfermedades derivadas de la escasez de alimentos; la dieta influye en la manera de enfermar, en qué enfermedades desarrollas y en cómo evolucionan dichas enfermedades", constata la especialista en Nutrición.

En cierta manera, la pandemia, la aparición de un nuevo virus, ha servido para volver a poner de manifiesto la relación entre nutrición y salud. "Sí, sí, podemos destacar por ejemplo de los beneficios del hidroxitirosol que contiene el aceite de oliva, pero es importante hablar no de un solo componente sino del patrón general y la dieta mediterránea aporta otros muchos antioxidantes y sustancias para que el sistema inmune funcione al máximo rendimiento", explica. Llevar una dieta mediterránea permite que el sistema inmune trabaje al máximo. "¡Ojo!, lo cual no significa que por llevar una dieta mediterránea no te vas a contagiar de covid, pero sí que estarás más protegido, tendrás menos posibilidades de infectarte y, si te contagias, tu cuerpo se defenderá mejor que con otro patrón alimenticio", aclara Portillo. Además, "la dieta mediterránea no sólo tiene importancia por lo que aporta sino también por lo que no aporta, ya que es baja en grasas saturadas, colesterol...", añade la investigadora.

Ingrediente fundamental de esta dieta es el aceite de oliva, que contribuye a que "el sistema inmune tenga todos los nutrientes que necesita para funcionar a pleno rendimiento, dentro de las posibilidades de cada persona, claro. El sistema inmune de una persona anciana, aún con dieta mediterránea, siempre funcionará peor que el de una persona joven que también siga este patrón de alimentación", matiza. Aunque hoy en día, lo difícil es encontrar personas jóvenes abonadas a la dieta mediterránea. "Es verdad y cambiar las costumbres no es fácil, menos en esa etapa de la vida en la que no se es demasiado proclives a escuchar consejos de este tipo porque ven tan lejos la enfermedad que no les preocupa demasiado; en cambio, las personas mayores, que ya por costumbre comen de otra manera, están muy preocupadas por su salud; en este sentido, son un colectivo muy bueno para hacer educación nutricional", apunta.

¿Son más sabios? "En cuanto a lo que comen, desde luego, y es una pena porque tenemos un tesoro llamado dieta mediterránea que está científicamente demostradísimo que es uno de los mejores patrones de alimentación, y somos tan tontos que importamos influencias de otros países que lo hacen fatal, como en el caso de la comida rápida y ultraprocesada, alimentos todos ellos con mucha grasa saturada, mucha azúcar y mucha sal; eso en la dieta mediterránea no se da; de importar patrones, al menos que beneficien, no que estropeen lo bueno que tenemos, y ahora hay mucha gente que sigue una dieta pseudo-mediterránea; nos estamos dejando influenciar por esos input negativos y teniendo una dieta estupenda, la estamos estropeando, una pena", lamenta Portillo.

"En Centroeuropa comen muchísima carne y, por influencia, aquí estamos consumiendo más cantidad de la que marca el patrón de dieta mediterránea; está claro que carne hay que comer, pero quizá seis días a la semana es demasiado, de ahí a no comer nunca, pues no, lo ideal está en la moderación", aprecia.

Igualmente se le ha dado la espalda al aceite de oliva, sustituyéndolo en la cocina por el de girasol cuando, a día de hoy, todo el mundo ya sabe que "el aceite de oliva virgen es el mejor, no hay duda, pero hay una gran diferencia de precio entre uno y otro y no todas las familias llegan bien a fin de mes; algo parecido ocurre en la industria, producir bollería con girasol es más costoso que con aceite de oliva".

Al igual que se ha visto con la covid sucede con otras enfermedades. "Es más difícil que desarrolles diabetes, por ejemplo, y ya hemos visto estos dos últimos años que esta enfermedad es un factor de muy mal pronóstico, los diabéticos han evolucionado fatal al contraer el virus, al igual que las personas con obesidad, el número de fallecidos ha sido mayor y en esta pandemia ha sido muy evidente, en otras enfermedades son factores que quizá influyen a más largo plazo, pero con la covid ha habido pacientes que en un mes han pasado de muy graves, a la UCI, al coma y a no salir adelante, ha sido muy llamativo a tan corto plazo".

requiere esfuerzo

Echando la vista atrás, la pandemia modificó hábitos alimenticios sobre todo los primeros meses. "Con el confinamiento se dividió la población en dos grandes bloques: por un lado, los que empeoraron su dieta y engordaron al estar en casi todo el rato picando en la despensa, comiendo galletitas y porquerías o, por aburrimiento, se dedicaron a elaborar un montón de bizcochos...; ésos han ganado entre tres y cinco y kilos, está estudiado. Pero luego, hay otro grupo de población que comió mejor, que en lugar de abrir un bote de lentejas, decidió cocinarlas. "Dos respuestas diferentes ante una misma situación; muy curioso", señala Puy Portillo.

Además, "nos hemos vuelto muy hedonistas; recuerda que estábamos desesperados por no poder salir a tomar unos vinitos, así que por puro aburrimiento mucha gente se dedicó a cocinar, pero con la vuelta a una vida de placeres, lo cierto es que, si no nos gusta guisar y tenemos un ratito libre, pues en lugar de preparar un cocido, salimos a tomar el aperitivo, que apetece más", observa.

En cualquier caso, considera Portillo que al alejarse de la dieta mediterránea, ya sea por comodidad o por carestía de los alimentos son más caros, "hemos perdido en alimentación, ahora hay que reconducir esa situación, esa tarea requiere esfuerzo y, precisamente, vivimos en una sociedad en la que todos los mensajes que nos llegan van en la línea opuesta; son del tipo adelgace en dos meses, aprenda inglés en tres meses... Y no es cierto, sin esfuerzo no se consigue nada".