Circular este sábado con el coche por Vitoria, su área de influencia y la carretera A-3002, desde la que se accede al pantano de Ullibarri-Gamboa, está siendo un ejercicio de contrastes, que dejan a las claras que uno solo se da cuenta de la magnitud de la riada cuando abandona el núcleo urbano, que sigue su trajín habitual sin demasiadas complicaciones.

El primer apunte que ayuda a comprender lo que ha caído llega con una visita al río Alegría una vez superado el Buesa Arena. El caudal marrón no deja ver los toncos de los árboles que decoran la ribera. Sin embargo, por el puente de la carretera se circula sin problemas, aunque una visión al lado derecho de la vía llama la atención, ya que parece que el humedal de Salburua se ha expandido por las fincas de cultivo adyacentes, dejando la sensación de asistir al nacimiento de un nuevo lago en las inmediaciones de Gasteiz.

Una vez que se enfila la carretera del pantano, alguna balsa bajo el puente construido para el futuro TAV avisa de la necesidad de conducir con cautela máxima. Pese a ello, la ruta hasta la presa se realiza sin demasiados riesgos, salvo un desprendimiento a la salida de Durana. Lo que no deja de llamar la atención es el nuevo cauce del Zadorra, que ya se asemeja al Ebro en anchura.

Turistas de ocasión

A los lados de la carretera, coches de curiosos y estos con el móvil en mano tratan de inmortalizar escenas de un nuevo mar interior. Este en Mendibil casi llega a alguna de las casas junto a la taberna Yaiza, refugio de los paseantes que han elegido contemplar la crecida con sus propios ojos. Allí se ve cómo se ha cerrado la carretera a Amárita.

En Arroyabe, la amplitud de las aguas del Zadorra han llegado a inundar fincas y huertas, con el agua a escasos centímetros de las casas que están al lafo de la ribera. Sin embargo, el resto del pueblo, como Mendibil o Durana, están a salvo de las incidencias del agua.

En la presa, varios coches aparcados junto a la carretera dan a entender de la existencia de un espectáculo sin igual. Cinco de las siete compuertas de la presa expulsan el agua con una fuerza demoledora, que no pasa desapercibida para los móviles de los turistas improvisados.

De vuelta, ya en Gamarra, la situación denota lo que han pasado los vecinos. Desde la autovía se contemplan embalses a ambos lados de la carretera, dejando estampas que impresionan. No en vano, el agua ha sobrepasado el puente que comunica Gasteiz con la localidad, impidiendo el paso.

Pocas veces antes se había visto algo de tal calibre.