Fue de los primeros en habitar el barrio allá por los años 80 del siglo pasado. Y, salvo alguna escapada a Salburua para visitar a su hijo, Bernardino Mendizabal, no se mueve de San Martín. Se asentó cuando comenzaron a construirse las primeras torres de edificios rojos, las de Vera Fajardo. "La mía, creo que fue la segunda o la tercera, soy uno de los que vino en esa época y, como mi caso, hay muchos en mi escalera", rememora. Después, en un periodo de quince años, más o menos, poco a poco, se fue urbanizando el resto de las calles de los pintores hasta llegar al solar en el que ahora se levantan las oficinas municipales, el barrio tomó forma y dejó de crecer", cuenta.

Una vez consolidado, en San Martín no quedaron parcelas libres para construir, "lo que ha impedido que venga gente joven a vivir", apunta este vecino. "No hay suelo, así que no se puede edificar más y la ley natural de las cosas dice que lo que no crece, decrece. Es lo que desde hace años ha pasado y sigue pasando en San Martín", argumenta. "Con todo, ahora que los primeros pobladores somos mayores, es cuando están empezando a venir a vivir hijos de antiguos propietarios de pisos que han fallecido", describe este profesor jubilado del centro de educación El Carmen.

Y es que San Martín es el distrito que más población ha perdido en el último censo (-328), seguido de Aranbizkarra (-197), Sansomendi (-146), Txagorritxu (-136) y Ariznabarra (-136). Sin embargo, no es un caso extraño, ya que casi todos los distritos de Vitoria bajan en habitantes, salvo Zabalgana (+661), Aretxabaleta (+255), Salburua (+148), la Zona rural noroeste del municipio (+36) y Ali-Gobeo (+15).

Hace poco más de año y medio, este barrio fue uno de los primeros barrios azotados por la pandemia sanitaria en Vitoria. "No tanto por las defunciones causadas por el covid como porque el virus se adentró pronto en una residencia de ancianos y en el cercano Hospital de Txagorritxu", recuerda Bernardino Mendizabal. Sin embargo, la pérdida de población del barrio durante el último año, poco tiene que ver con la incidencia del coronavirus. "Se debe más a causas naturales: los niños crecen, fundan su propia familia y se van del nido de los padres", apunta.

"El barrio creció con nuestra generación, pero nuestros hijos ya se han ido del domicilio familiar y lo que antes eran dos, tres y cuatro personas por piso, ahora son dos, quedamos sólo los padres, ya abuelos. Eso explica el descenso de población que se da ahora", sostiene.

El boom de población de San Martín data de los años 80 del siglo pasado. Se trata de un barrio edificado sobre las huertas y los amplios terrenos que ocupaba la antigua fábrica de maquinaria agrícola Ajuria. "Lo único que existía antes del barrio era el colegio, que es más antiguo", puntualiza Bernardino Mendizabal. Incluso se veían algunos de los ríos que ahora discurren por debajo de la ciudad y todo alrededor, campos".

Por aquel entonces, de no ser por la cercanía al centro y su proximidad a la Avenida de Gasteiz, bien pudieron haberse sentido sus vecinos como a día de hoy cualquier recién llegado a Aretxabaleta, Salburua o Zabalgana. Sin embargo, no fue así porque "San Martín siempre ha sido un barrio céntrico, con las ventajas e inconvenientes de esta situación", constata. Tal es así que servicios no les faltaron nunca a sus vecinos, al contrario de lo que les ha sucedido a los moradores de los barrios periféricos de Vitoria.

La atención médica la tenían en La Habana; la enseñanza en el colegio San Martín y el comercio, a diez minutos, en el centro. "Precisamente, por estar tan cerca de la Avenida y del centro es por lo que el barrio nunca se ha desarrollado mucho a nivel de comercio", considera Bernardino Mendizabal. De hecho, no recuerda épocas más boyantes que otras. "Está más o menos igual: tiendas pequeñas, algún híper y hostelería, lo que ha habido siempre y lo que sigue habiendo. Es más, en las calles de los pintores, entre el colegio y el actual Ayuntamiento, los bajos siempre han estado vacíos y siguen estando, salvo alguna pequeña academia o bar; nunca se ha llenado de negocios", señala. "Es muy similar a antes; la gente siempre ha ido a pasear, a comprar y a alternar al centro y sigue haciéndolo. El que sale a pasear va hacia el santo o hacia Dato".

El barrio recibe su nombre de la ermita de San Martín de Abendaño, en Beato. A día de hoy, tiene una población de 11.592 personas, que residen en un distrito que limita con Beato, la Avenida, las vías del tren hacia Ariznabarra y la vieja circunvalación, donde el tanatorio Lauzurica.

El diseño de San Martín nunca pretendió que tuviera una alta densidad de población, más bien que gozase de zonas verdes, como en las Conchas y, una vez desaparecidas la fábrica Ajuria y otras siderurgias instaladas en lo que ahora son los juzgados, el barrio no ha tenido grandes cambios en su fisonomía, casi hasta la construcción de las actuales oficinas municipales. "Eso sí que nos afecta enormemente debido a la falta de aparcamientos; venir por la mañana a estacionar es imposible, ya sabes que vas a estar media hora o una hora dando vueltas con el coche", lamenta este vecino.

Al igual que la mayoría de los residentes, pensaba que las oficinas municipales iban a ser un foco de atracción, que iban a dar vida al barrio, pero "no ha sido tanto como se esperaba", dice. "Atrajo más población, sobre todo gente venida de Bizkaia, la puesta en marcha del Gobierno Vasco en Lakua", puntualiza.

El plus de la zona deportiva Hito en el barrio fue, sin duda, la creación de la zona deportiva alrededor del colegio. "Fue muy importante, un impulso que ha generado mucho deporte alrededor de esas canchas", subraya. Por lo demás, para Bernardino Mendizabal, San Martín es un barrio consolidado en el que hace más de dos décadas que no se edifica una casa; que se conserva más o menos bien, al ser más o menos reciente, no tan antiguo como otros, y que no tiene grandes problemas, más allá de los que tiene el resto de la ciudad, como las pintadas o la suciedad, que afecta a todos barrios por igual". Y eso le preocupa. "Tenemos el barrio firmado por todas las esquinas", denuncia.

A pesar de ser un barrio tranquilo, San Martín también tuvo su propia explosión del movimiento vecinal debido al problema surgido con el geriátrico de Ajuria, que despertó la llama reivindicativa del barrio. "A raíz de esa polémica, entramos varios en la asociación de vecinos", indica el todavía presidente del colectivo vecinal.

Asociación que, por cierto, sí que da vida al barrio, ya que programa 150 actividades diferentes en las que participan cerca de 2.500 personas, incluso de otros barrios, "el equivalente a la programación de cualquier centro cívico de otro barrio", saca pecho el presidente. Su última reivindicación ha sido el ya abierto centro de mayores con el que se muestra encantado.

Bernardino Mendizabal cree que San Martín es un barrio bien dotado, así que al echar la vista atrás no lo recuerda demasiado cambiado. "Nunca ha sido un barrio de demasiado ambiente, más bien tranquilo; un barrio muy peatonal, lo que hace que la gente pasee más, y con la pandemia se ha notado mucho, los vecinos hacen más vida en las terrazas de los bares y en la calle, y pienso que es algo que va a perdurar en el tiempo", augura este vecino. Y, pese a que el barrio ya tiene una edad y ha perdido población, le complace ver por las calles abuelos con sus nietos. "Niños sigue habiendo". l