Las inmediaciones del Valle Salado, con su milenaria tradición e historia, se fusionan con la más moderna tecnología que encarna un ingenio electrónico de última generación como es el segway. Uniendo esos dos elementos tan dispares, la empresa Salt Way Valle Salado ofrece desde hace cinco años la posibilidad de disfrutar de los paisajes del entorno de Salinas de Añana desde la singular perspectiva que se ofrece a bordo de un segway.

“Es un medio que la gente no utiliza habitualmente y quien viene una primera vez, generalmente repite por la sensación tan particular de circular con un segway”, explica Esteban Salazar, socio de Salt Way, a DIARIO DE NOTICIAS DE ÁLAVA.

Su espíritu emprendedor y aventurero les llevó a reparar en estos artilugios y, aprovechando los orígenes y raíces de su socia y pareja, Estela Pérez de Nanclares, en el Valle Salado, se decidieron a crear la empresa en 2016 y “aportar un aliciente y recurso turístico más para toda esta zona, facilitando que se genere más actividad y disfrute de quienes nos visitan”, resume Salazar.

A lo largo de este lustro, la media docena de segway de la flota de Salt Way no ha parado de rodar transportando a más de medio millar de visitantes, que han disfrutado adentrándose por las entrañas del Valle Salado. “Gracias a este vehículo se puede ir por lugares más o menos abruptos, subiendo y bajando cuestas y sin el cansancio que puede aparecer si vas andando o en bicicleta”, explica Esteban Salazar en conversación con este periódico.

El catálogo de rutas que diseña Salazar, totalmente a la carta y a medida de las necesidades de los clientes, lo componen tres recorridos por el casco urbano de la villa de Salinas de Añana, el itinerario por el lago de Caicedo y por las inmediaciones y el exterior del Valle Salado. “Esta es sin duda la que más aceptación tiene y la que más hemos programado durante estos años”, explica el responsable de Salt Way.

Un recorrido lleno de encanto

Durante alrededor de 90 minutos y a lo largo de seis kilómetros el visitante se adentra “en un primer momento en los encantos de esta villa con más de mil años de existencia y sus estrechas callejuelas”, relata. Después se bordea todo el valle salino para transitar por varios caminos parcelarios que llevan a descubrir más tesoros de esta ruta.

“Llegamos al convento de San Juan de Acre, contamos la historia, vamos hasta la iglesia de Villacones y emprendemos ya el camino de regreso a Salinas”, detalla de nuevo Salazar. Ya en la recta final del itinerario, se apunta la historia de la muralla que rodea la villa alavesa y se aprovecha para “tomar un pote en el complejo de la piscina”.

Aquí sorprende a los visitantes uno de los últimos secretos que esconde la ruta, como es poder “contemplar una piscina de agua de agua salada”, apostilla el responsable de Salt Way Valle Salado con énfasis y propuesta para que descubran los alaveses más intrépidos.

Esta visita es la que más veces se ha programado y la más demandada por quienes deciden montarse en un segway en la zona. “La visita a la villa de Salinas se queda un poco corta, con los 30 minutos de duración, mientras que la ruta hasta Caicedo es más técnica y no tan de iniciación como la del Valle Salado”, concreta Esteban Salazar.

Durante estos cinco años, la empresa ha atravesado por altibajos y con los quebraderos de cabeza que ha motivado la pandemia. Disecciona Salazar dos etapas en este lustro. Antes del coronavirus “el perfil era de turista llegado de Catalunya, Inglaterra o Alemania”. Desde la llegada del covid-19 “ha habido un incremento de gente del entorno más cercano, que desconocían la existencia del Valle Salado”.

La actual época estival está siendo “mejor” que la de hace ahora doce meses, a medida que se van “levantando las restricciones y hay más facilidad de movimiento entre la gente”, concreta Salazar.