El covid-19 ha tumbado la salud de miles de personas, ha desestabilizado la economía mundial, y también ha sido capaz de desafiar al bienestar psicológico de la población más fuerte.

"Las situaciones estresantes, como la pandemia, son detonantes para que afloren los trastornos mentales”, asegura la psicóloga Elena García, del gabinete profesional Cocodoc psicología y miembro del Colegio Oficial de Psicólogos de Álava. “El ser humano raramente se siente tan amenazado como cuando su orden y estabilidad se colapsan”, añade Olga Ibeas, psicóloga y miembro de Top Doctors.

El miedo a un futuro incierto, a los contagios, a los fallecimientos, las restricciones y privación de libertad y la incertidumbre de cuándo acabará son factores que han mermado la salud emocional, según explican ambas psicólogas en este periódico. Las consecuencias de este deterioro emocional se reflejan en el aumento de la irascibilidad, irritabilidad, en el estrés y en la ansiedad. “El número de personas que acude a consulta se ha visto aumentado desde el inicio de la pandemia hasta nuestros días. En algunos casos, se trata de agudizaciones de trastornos preexistentes.

Sin embargo, hay personas que han debutado con síntomas susceptibles de anunciar la posibilidad de aparición de un trastorno posterior”, explica Olga Ibeas. Pone como ejemplo, la presencia de pesadillas recurrentes e inéditas, en una enfermera muy preocupada porque no le diera tiempo a vestirse con EPI, para poner oxigeno a una paciente que se estaba ahogando. O también en del dueño de un bar, a quien los síntomas ansiosos le eran tan “inmanejables” que percibía su reapertura tras el confinamiento como algo imposible.

Todo esto ha repercutido en “un aumento significativo” de síntomas depresivos y un “empeoramiento” en depresión preexistente, derivados, según Olga Ibeas, del aislamiento social y la pérdida de esperanzas y expectativas futuras, “por la continua erupción descontrolada del virus”, dice. “Esto nos advierte de la necesidad de estar alerta ante el incremento de riesgos de suicidios”, advierte. En este mismo sentido, con ansiedad y sin demasiadas herramientas, se encuentran muchos familiares tras “la imposibilidad de despedirse de sus seres queridos, está generando duelos complejos”.

En esta misma línea, la psicóloga de Cocodoc añade que la salud mental “siempre ha sido susceptible de empeorar con el estrés”: “La pandemia es un factor estresante, incierto y que lleva durando más de un año y estamos viviendo bajo ese halo de incertidumbre y estrés, porque no podemos controlar esta situación, y eso nos mata”, añade.

Empeoramiento en la salud de los que hoy se encuentran bien

Inicialmente, las medidas de confinamiento para combatir los contagios pudieron impactar “positivamente” en personas con ansiedad generalizada, ansiedad social o agarofobia, “por cuanto se produjo una menor presión en las obligaciones diarias”, así podían evitar la interacción social o incluso salir a la calle. “A corto plazo, la evitación tiene un efecto anestésico de la ansiedad; pero la aumenta a largo, dado que para extinguirla es necesario exponerse a las situaciones temidas”, añade Olga Ibeas. De momento, es posible que los impactos varíen en función de los tipos de trastornos de ansiedad. No obstante, “se desarrollarán síntomas de ansiedad, incluso en personas que actualmente estés afrontando bien, por no hablar del trastorno obsesivo compulsivo”, concreta.

Superar estas circunstancias y el estrés constante requiere de unas herramientas emociones básicas que debieran estar ya adheridas en el día a día de los ciudadanos, ya que “la salud mental es importante cuidarla a tiempo real”, añade Elena García. “Solo si está cuidada estaremos más preparados para diferentes adversidades como lo es una pandemia”, añade. Según los diferentes estudios, una de cada cuatro personas va a necesitar ayuda psicológica por el desarrollo de alguna dificultad mental.

Para ello, “el desahogo puede resultar terapéutico para ordenar los pensamientos, pensar en voz alta, y que alguien nos devuelva estos datos con un orden”. Muchas personas ya tienen estas herramientas que utilizan en el día a día, según García, pero es necesario pedir ayuda cuando la situación comienza a desbordarse y el estrés diario impide ver con claridad. ¿Cuándo hay que preocuparse por la ansiedad? “Cuando existe un nivel de sufrimiento superior al que puedes superar, o cuando, simplemente, esa persona está dejando de funcionar. No quiere salir a la calle, no quiere relacionarse o no hace las cosas que necesita para vivir, debido a su situación emocional. Estos son síntomas de alarma donde es necesario comenzar a preocuparse y pedir ayuda por si se está gestando algo”, concluye.

Trastorno obsesivo compulsivo

Dada la pandemia actual, los pacientes diagnósticos con TOC cuyas obsesiones giran en torno a la limpieza y contaminación, son un grupo sensible a la intensificación de sus síntomas, según explica Olga Ibeas. “Si bien la temática de muchas conversaciones de la población general gira en torno a aspectos relativos a la pandemia, en estos pacientes mucho más”, detalla.

De hecho, son personas sensibles que están siendo golpeadas más duramente en esta pandemia ya que tienen un pensamiento “constante con un discurso repetitivo sobre estos temas” que acaban derivando en comportamientos relacionados con la limpieza compulsiva y la evitación. “Algunos de estos pacientes pueden llegar a tirar toda la ropa a la basura según llegan de la calle”, explica. Otro aspecto muy común suele ser la intensificación de conductas de limpieza compulsiva de manos, hasta el punto de generarse daños, según explica.

En este sentido, el apoyo social resulta imprescindible para mejorar, según la experta. “El apoyo social dentro del grupo de amigos y familiares es fundamental, tratando de evitar reforzar sus conductas y fomentando las relaciones generadoras de emociones positivas. Es útil ofrecer psicoeducación, así como información útil para poder actuar de manera eficaz frente a la prevención de contagios”, dice.