“¿Quién va a medir mi sufrimiento?, ¿un comité decidirá si estoy sufriendo demasiado con mi enfermedad?... Quiero vivir mientras tenga esperanza de curarme; pero me alivia que exista la eutanasia”. Desde la Asociación de Derecho a Morir Dignamente de Álava (DMD-DHE) Cristina Valverde celebra la entrada en vigor de una ley que reconoce el derecho a decidir morir dignamente. Sin embargo, asegura que en el Estado esta ley “no es valiente” en cuanto a las condiciones que recoge y recuerda que “vivir no es una obligación”.

Así, la Ley/Orgánica 3/2021 es la nueva norma que introduce el derecho a solicitar la prestación de ayuda para morir. Ésta puede recibirse por la administración de forma directa o asistida. De esta manera, queda legalizada la eutanasia o el suicidio asistido en Euskadi y en el Estado, siempre y cuando se cumplan las condiciones exigidas. Por ejemplo, entre esas condiciones, es requisito ser mayor de edad ya que la norma deja fuera a los menores, y tener una enfermedad grave, incurable y, en ocasiones, imposibilitante.

Sin embargo, son las condiciones las que no terminan de encajar desde la asociación: “Conseguir esta ley nos llena de orgullo. Llevamos 38 años peleando, estudiando, buscando información en diferentes países. Luchando. Todo este trabajo con la esperanza de que en nuestro país se pueda implementar la ley de la eutanasia. Damos la bienvenida por fin al derecho que hace posible solicitar la muerte asistida”, dice Valverde en DIARIO DE NOTICIAS DE ÁLAVA. Pero añade: “Sin embargo, creemos que esta ley se ha quedado corta. Debería haber sido mucho más valiente y copiar de otros países”. Cuando la cataloga como “corta” se refiere a condiciones como la de dejar fuera a mayores de 16 años hasta los 18: “Tampoco reconoce a personas con enfermedades mentales y esto no nos parece correcto. Son temas delicados, lo sé, pero muchos psiquiatras ya han demostrado que los enfermos mentales, en momentos de estabilidad, pueden ser capaces de decidir sobre su propia vida y decidir que, simplemente, no quieren seguir viviendo en situaciones tan duras y llenas de sufrimiento”, explica.

Otro de los aspectos que no agradan desde la asociación es la propia tardanza a la hora de tramitar esta petición. Cristina Valverde explica en este sentido que muchos pacientes enfermos de cáncer terminal, Esclerosis Lateral Amiotrófica o diferentes enfermedades mortales e impeditivas en muchas ocasiones, “no deciden morirse de noche a la mañana”. “La persona que pide ayuda para morir no lo hace un mal día, o un día que está despistado. Quien quiere morir lo tiene meditado”, recuerda.

Querer morir no es una decisión fácil, ni de valientes, ni de cobardes, “simplemente debe ser un derecho”, según afirma Valverde. Tanto así que lo compara con el derecho a vivir, el derecho a recibir asistencia sanitaria gratuita, el derecho a renunciar a un tratamiento o el derecho a seguir recibiendo ayuda médica pese a no aceptar los tratamientos propuestos por el médico. “Tenemos muchos derechos y ahora hemos conseguido que nos dejen pedir ayuda para morir. Es un derecho, pero estoy no quiere decir que ahora vaya a ver un efecto llamada y todos quieran morir o que se use esta ley de una manera incorrecta. La ley del aborto no provoca que todas las mujeres aborten, simplemente que tengan esa posibilidad y con esta ley ocurrirá lo mismo”, sentencia.

Tras estas declaraciones, Valverde asegura que se esconde mucho dolor en todas las personas que viven en condiciones de sufrimiento y enumera diferentes pensamientos de enfermos que van a solicitar o que prevén pedir la muerte asistida: “Hay muchísimos nombres de personas que han salido a la luz para pedir la eutanasia. Una de ellas dice que no se olviden de los que preferimos la eutanasia y no los cuidados paliativos”. También menciona la frase de Ana Mosquera, enferma de ELA quien ha asegurado recientemente tras poner en vigor esta ley, que ya sabe cómo será el final de sus días, y recuerda también a Jesús Blanco, enfermo de cáncer de garganta, quien asegura que “mientras tenga esperanza de curarme, por supuesto que no quiero morir, pero yo quiero hacer uso de la eutanasia cuando lo considere”. “El hecho de que exista esta ley tranquiliza a muchas personas que tienen derecho a morir dignamente y a decidir cuando hacerlo”, concluye Valverde.“Adelantar la muerte”

“La legalización de la eutanasia resuelve una anomalía democrática que el país ha arrastrado durante décadas. En ninguna otra cuestión había tanta diferencia entre la opinión de la ciudadanía, mayoritariamente a favor de despenalizarla, y la legislación, que la consideraba un delito penal”, explican desde la asociación Derecho a Morir Dignamente. En este sentido, según informan desde la asociación, en los países donde la eutanasia es legal, su práctica supone entre el 1% y el 4% del total de fallecimientos anuales. En un año normal, sin pandemia, “en el Estado fallecen algo más de 420.000 personas, por lo que es razonable estimar que entre 4.000 y 17.000 personas decidan adelantar su muerte cada año una vez que la ley esté asentada”, explican desde DMD y añaden: “La experiencia internacional sugiere que las cifras serán más reducidas al principio e irán en aumento según crezca el conocimiento sobre la ley entre la ciudadanía, los profesionales sanitarios y las propias administraciones”.

Desde esta asociación celebran la aprobación de la ley, sin embargo, Cristina Valverde miembro de Gasteiz asegura que ahora el deseo es que se lleve a la práctica “lo antes posible”. Según una encuesta del CIS, el 70% de los ciudadanos apoyan esta ley. “Es una ley pedida y reclamada desde hace muchos años. Muchas personas han fallecido sin recibir la eutanasia, y han muerto con muchísimo sufrimiento”, explica. Dice también que no se trata de ayudar a morir a quien pueda solucionar sus problemas, si no, más bien, a quien su enfermedad no vaya a dar tregua. “Muchas personas con Esclerosis Lateral Amiotrófica evolucionan en su enfermedad, empeoran, se quedan sin movimiento en su cuerpo, y llenos de dolor. Y algunas de estas personas deciden morir”, explica. “Estas personas que decidan pedir la ayuda para morir tendrán que pasar una serie de controles. Y yo me pregunto: ¿Quién en esas circunstancias malas decide vivir, pasa algún control para que garantice que merece vivir?, ¿por qué cuando es al revés tienen que demostrar que merecen morir?”, se cuestiona. “Celebramos la entrada de esta nueva ley, pero evidentemente con el tiempo tendrá que ir mejorando”, concluye.