Tras un año tremendamente duro para todo el mundo, con la sombra de la pandemia aún amenazante y todos los retos ajenos al coronavirus diluidos entre datos de incidencias acumuladas, tasas de positividad, apertura y cierre de municipios y los trágicos balances de fallecidos, ayer la lucha por la igualdad se sobrepuso al trauma colectivo.

Lo hizo para recordar a todas y a todos un desafío que la sociedad tiene pendiente más allá del extraño día a día en el que está sumida, y lo hizo con la seguridad que impone la coyuntura, pero también con la vehemencia que exige una desigualdad estructural arrastrada a lo largo de los siglos.

En lo que concierne a la seguridad, poco hay que decir mas allá de que se cumplió con el protocolo establecido, como se hace en la inmensa mayoría de las manifestaciones que cada semana se desarrollan en la ciudad. Así, unidas en la distancia social, las miles de mujeres que ayer salieron a las calles de Gasteiz marcharon en filas separadas por dos metros, bajo la constante vigilancia de las encargadas de la organización del evento, reconocibles por sus chalecos reflectantes.

Antes de empezar, una ruidosa batucada aportó color a una protesta quizá más sobria que otros años, dadas las circunstancias, pero probablemente tan multitudinaria como en ocasiones precedentes. Desde niñas a personas mayores, las mujeres iban llegando a centenares a la plaza de San Antón.

Batukada por el 8 de marzo en Gasteiz

Batukada por el 8 de marzo en Gasteiz

Una salva de aplausos dio inicio a la manifestación y el color morado volvía a imponerse una vez más en banderas, globos, bufandas, y los lemas, un año y una pandemia después, volvían a ser los de siempre y con la misma vigencia de siempre. Nadie me preguntó cómo iba vestido mi agresor, Quiero vivir, no sobrevivir, A mi también me gustan las mujeres y no las acoso, Por las que nunca volvieron, Vivas, unidas y libres, Pensiones dignas para todas las mujeres, Autodefensa feminista y el Kaleak gureak direla, las calles son nuestras, que fue uno de los más coreados en una gélida tarde que tuvo uno de sus momentos más cálidos frente al hospital de Santiago. Allí, las sanitarias salieron a las ventanas a aplaudir y la respuesta fue una ovación de las miles de mujeres que reconocieron su trabajo durante el último año.

Fue la de ayer, por otra parte, una reivindicación transversal, con una mirada a las diferentes aristas de la desigualdad, y entre ellas destacó la presencia y la voz de las mujeres pensionistas. Pensión de viudedad es miseria y nada más, coreaban en la cabecera de la marcha a la altura del final de la calle Paz. Desde allí la pendiente permitía comprobar cómo la manifestación se perdía al fondo de la calle Francia, y daba una primera percepción de su éxito.

A lo largo del recorrido, diferentes pancartas iban marcando los límites laterales de la misma, y más allá se oían aplausos los espontáneos de quienes se sumaban a la reivindicación de las manifestantes.

Las calles del centro se quedaban estrechas, pero las distancias se mantenían, y ya bajo una débil pero helada lluvia la plaza de la Virgen Blanca, ayer iluminada de color morado, se fue llenando. Una nueva batucada recibió a las mujeres, de toda edad y condición, y el corazón de Gasteiz se quedó pequeño un año más.

"Mantened las distancias aunque sea difícil, porque la plaza está hasta arriba", pedían por la megafonía, antes de que una actuación musical diera paso a un manifiesto que tuvo un recuerdo especial para las mujeres que desde el sector de los cuidados han estado al pie del cañón durante el último año. También se hizo mención a la situación de las migrantes, muchas de ellas trabajadoras del hogar en situación precaria. "La situación generada por el covid-19 ha incrementado la explotación de estas trabajadoras", se señalaba en un manifiesto que reclamaba "un sistema público y comunitario de cuidados, que reconozca el valor de los cuidadores y garantice el derecho de todas las personas a ser cuidadas".

Además hubo un recuerdo para las mujeres trans, cuya reivindicación cosechó uno de los aplausos más cerrados en un marcha del 8 de Marzo diferente, pero igual de necesaria que siempre.