En el campo priman las producciones más rentables y si es necesario eliminar solitarios frutales que, en otros tiempos, tuvieron utilidad, se hace sin ningún rubor. Pocos ejemplos hay como el del alguacil de Elvillar que, ante el riesgo de que un número importante de olivos fueran a terminar como leña por la ampliación de una carretera, sacó tiempo de donde pudo y colocó los árboles en un número importante de tierras, costándoles a los nuevos propietarios tan solo la extracción y el transporte.

Otro ejemplo de rescate de estos frutales, concretamente de melocotones de viña, es el que coordina Jaime Ibáñez de Elejalde, el responsable de la Casa del Vino, del Servicio de Viticultura y Enología del departamento de Agricultura de la Diputación Foral de Álava, en la finca El Chispial. Relata Ibáñez que la recuperación de esta variedad de melocotón "es un cultivo en el que estamos trabajando desde el año 2013, que fue cuando se recogieron una serie de ejemplares por los diferentes pueblos de Rioja Alavesa y se plantaron en la finca El Chispial, en Laguardia, donde se encuentra la Casa del Vino".

Este frutal era un cultivo muy tradicional, que se plantaba habitualmente en las viñas, pero que "con las operaciones que se vienen realizando en las últimas décadas de sistematización de los cultivos, de ampliación de las calles, e incluso de reestructuración es algo que sobra para las técnicas modernas de cultivo de la viña". Esa es la razón por la que "estaban desapareciendo y de hecho han desaparecido en la mayor parte. Así que parecía como interesante hacer algo para que no se perdieran".

Siete años después, los árboles están perfectamente. Desde hace un par de años se llevan conjuntamente con la finca de El Chispial, con el viñedo, y se le hacen todo tipo de labores: se les poda, se les trata€ "Porque habían pasado por un estado en el que no se les hacía tanto caso".

Había mostrado interés en ellos la Red de Semillas de Euskadi, que fue quien inició el interés en recuperar estos frutales, y por tener en Laguardia una colección de melocotoneros de viña. "Son ellos los que en algunas ocasiones han cogido madera para hacer alguna cosa, pero por parte de los viticultores es una pena, pero no hay demasiado interés. Es algo que sigue la dinámica de los últimos años, es algo como que estorba", explica Jaime Ibáñez. Y es que, estos árboles, al igual que en otros lugares son los rosales, "cumplían una función en el pasado que ya ha perdido su vigencia: la función de ser como un aviso de enfermedades, porque los hongos atacaban antes al melocotón que a la viña y eso a los agricultores les servía de aviso. Cuando veían que el melocotón empezaba a tener problemas se preparaban porque la viña pronto los tendría. Esa función, con el tiempo, ha desaparecido con los sistemas actuales que hay de avisos, o por las técnicas de cultivo también diferentes. Por lo tanto, ha perdido un poco su vigencia y es un poco estorbo, y por eso los viticultores no tienen demasiado interés. Pero bueno, aquí están los ejemplares, un total de 20, recogidos por todos los pueblos de Rioja Alavesa, a disposición de quien quisiera hacer algo con ellos"

A esa función de alerta de enfermedades, oidio o mildiu entre otras, se sumaba el ser muy diferentes a los que se venden en las tiendas. No dan abundantes producciones y, de hecho, "hay años que dan bastante y otros muy poco. Llegan a dar 3 ó 4 kilos, o 5, pero otros años están vacíos. Son bastante aveceros estos frutales". Pero son más sabrosos, más pequeños, y también más feos que los que venden en las fruterías, "pero cuando están maduros son sabrosísimos y en su momento también cumplían su función: antes la gente, cuando estaban trabajando en la viña, se pasaba el día entero en el campo, porque no tenían coches y no podían volver al pueblo a comer y luego volver a trabajar, y los melocotones les servían de alimento o de postre".

Por toda esa historia, la Diputación se resistía a que se perdiera este frutal. Por ello nació su lugar en El Chispial, porque "si algún agricultor está interesado se le facilita madera. Estos árboles están aquí como reservorio, a disposición de cualquiera que quisiera hacerse con madera para poder plantar. Están aquí como depósito genético de diferentes melocotoneros de la zona para esperar tiempos mejores, cuando la gente vuelva a tener interés. Así que si hay gente que demuestra tener interés, aquí están a su disposición", insiste el responsable de la Casa del Vino.

Cerca de El Chispial, en Navaridas, el ayuntamiento, con la financiación de Fundación Vital, y gracias al trabajo desarrollado por Gabriel García de Marcos, está realizando el Inventario de variedades frutales tradicionales en el municipio una iniciativa que forma parte de un proyecto global municipal denominado Navaridas 2025: Bodegas, cultura y sociedad.

Este inventario se centra en la recuperación de especies y variedades vegetales que tradicionalmente han estado asociadas al viñedo, especialmente variedades locales de frutales. Para ello se ha llevado a cabo una primera fase basada en muestreos de campo y varias entrevistas con vecinos de la localidad en las que se pretende determinar la variedad del árbol, la edad del mismo, su localización y cualquier tipo de información que fuera de interés para su reproducción y conservación en el futuro. Además, se ha seleccionado una parcela municipal en la que en un futuro se procederán a plantar varios esquejes y huesos de aquellos individuos que hayan sido inventariados, con el fin de poder mantener un huerto ecológico municipal de referencia con estas variedades de frutales, a disposición de quien desee tener ejemplares.

El objetivo final es promover un recurso que facilite la multiplicación y la distribución de estos árboles para que sean plantados, en Navaridas o en otros pueblos. Porque de otra forma, desaparecerán como consecuencia directa de la enorme transformación que ha experimentado la agricultura en las últimas décadas: la búsqueda de mayores rendimientos y la demanda de productos estandarizados han impulsado la adopción de unas pocas variedades, en detrimento de muchas otras, tradicionales y de uso local, que poco a poco van desapareciendo.

Gabriel García de Marcos explica en su informe que se ha conseguido localizar e inventariar un total de 81 individuos de árboles frutales en el municipio de Navaridas durante el año 2020. En total corresponden a 8 variedades diferentes de frutales: melocotón de viña, melocotón abridero, melocotón amoscatelado, manzano morro de liebre, peral de Santiago, peruquillo, cerezo y membrillo antiguo. También se ha recogido información sobre varios individuos de melocotón que por antigüedad podrían pertenecer a alguna de estas variedades tradicionales, pero al no poder conseguir información complementaria únicamente se han localizado y apuntado su ubicación.

En los trabajos de búsqueda, el investigador ha podido inventariar 49 ejemplares de melocotón de viña pertenecientes a 12 propietarios. La mayoría de ellos se encuentran en lindes de viñedos, así como huertas cercanas a los ríos Mayor y Rubialgas. La edad media es de 20/30 años, aunque también los hay de 60.

Parecido al anterior es el melocotón abridero del que se han localizado 7 ejemplares. Todos estaban en linderos de viñedos y el más antiguo tiene alrededor de 25 años. También se ha encontrado un solo ejemplar de melocotón amoscatelado, que está localizado en Laguardia, pero muy próximo a la muga con Navaridas. El frutal se mantiene en el lindero entre un camino y un viñedo, con una edad aproximada de 20 años. Junto a estas variedades de melocotón también se han inventariado otros seis, sin especificar su variedad, porque se trata de melocotones silvestres que tendrán una identificación posterior.

Además, se ha podido recuperar el manzano morro de liebre. Tuvo una gran importancia en décadas pasadas gracias a su floración tardía, lo que permitía evitar heladas y conseguir fruto con regularidad. Su origen suele ubicarse en Galicia, aunque recientes estudios citan el origen de esta manzana en Aragón, apareciendo en catálogos comerciales del siglo XlX. Solo hay un ejemplar, que tiene una edad de 60 años y se sitúa en un huerto particular en la vega del Río Mayor.

Del peral de Santiago, que tiene pulpa blanca, azucarada, tierna y muy aromática se han catalogado 2 individuos. Uno de ellos tiene unos 50 años.

Los árboles frutales de mayor edad localizados en este trabajo de campo han sido dos ejemplares de Peruquillar, peruquillo se llama en muchos pueblos. Por testimonios recogidos, uno de ellos superaría el siglo de vida. Este árbol se encuentra propuesto como árbol singular para el futuro Catálogo de árboles singulares de Navaridas. Se localiza dentro del núcleo urbano, pero próximo a la vega del Río Mayor. También son veteranos los dos ejemplares de Cerezo encontrados entre viñedos. Según su datación, ambos tienen más de 80 años y siguen dando puntualmente sus frutos.

Finalmente se han podido identificar un total de 11 membrillos antiguos, diferente a otras variedades más comunes que también están en la localidad. Este curioso fruto no destacaba originalmente por su sabor, sino por su aroma y se utiliza para elaborar el dulce de membrillo, algo que se sigue haciendo hoy en día. Todos se encuentran en huertas próximas al Río Mayor, así como en un caso en concreto en un viñedo situado en la vega de este mismo río.

81

El inventario de variedades frutales tradicionales que se está desarrollando en Navaridas determina que se ha conseguido localizar e inventariar un total de 81 individuos de árboles frutales en el municipio durante el año 2020.

8

En total corresponden a 8 variedades diferentes de frutales: melocotón de viña, melocotón abridero, melocotón amoscatelado, manzano morro de liebre, peral de Santiago, peruquillo, cerezo y membrillo antiguo.

49

En otro orden de cosas, en los trabajos de búsqueda, el investigador Gabriel García de Marcos -desarrollador del Inventario de variedades frutales tradicionales en el municipio- ha podido inventariar un total de 49 ejemplares de melocotón de viña pertenecientes a 12 propietarios. La mayoría de ellos se encuentran en lindes de viñedos, así como huertas cercanas a los ríos Mayor y Rubialgas. La edad media de éstos es, además, de 20/30 años, aunque también los hay que tienen 60.