- Bajo un sol de justicia esperan los vecinos de Arrizala, perteneciente a Agurain, la llegada de los representantes de Alangua, Egileor y Opakua que, cargados con las cruces procesionales, se disponen a recrear, un año más, la rogativas. En un sencillo acto celebrado el sábado por la tarde, las ergoienas o barrios de Agurain se reunieron para bendecir sus campos, tal y como se celebra desde el siglo XVI. Este año, algo diferente, con motivo de la crisis sanitaria generada por el coronavirus.

El acto comenzó con el encuentro de las cruces procesionales. Los vecinos y vecinas de Alangua, Opakua y Egileor acudieron al cruce de Arrizala donde les recibió el párroco Paco y la cruz procesional de esta última ergoiena. “Antiguamente, esta fiesta se celebraba la víspera de la Ascensión, pero ahora se traslada al fin de semana, concretamente al siguiente sábado de la Ascensión para que pueda asistir más gente”, reconocen los vecinos.

Reunidos guardando todas las medidas se seguridad para evitar la propagación del covid-19, con mascarillas y guardando los dos metros de distancia, se dispusieron a escuchar al cura, quien bendijo las cuatro cruces que “nos recuerdan cada día que Dios entre nosotros”.

Una a una las cruces procesionales fueron bendecidas al comienzo del acto de las rogativas. Son oraciones públicas que se hacen en la iglesia romana en los días que preceden a la fiesta de la Ascensión para pedir a Dios la conservación de los bienes de la tierra y la gracia de estar libres de los azotes y desgracias.

Según el calendario litúrgico tradicional, la iglesia celebra las llamadas rogativas durante los tres días previos a la Ascensión, vale decir, los días 37°, 38° y 39° después de la Pascua. Bajo un sol de justicia, los representantes de Arrizala, Opakua y Alangua se unieron para celebrar el acto en la calle principal del pueblo. Allí recordaban cómo es necesario echar la vista a los libros para fijar el inicio de la tradición, ya que en la memoria de los lugareños siempre han estado presentes. Las ceremonias religiosas relacionadas con los cultivos y operaciones agrícolas es costumbre que se practiquen desde tiempo inmemorial, organizando rogativas públicas colectivas, para impetrar al altísimo el cambio favorable del tiempo ante pertinente sequía o lluvia u otra situación catastrófica. En el libro de actas de la iglesia de Arrizala ya se recogen reuniones desde el 20 de mayo de 1758.

Las cuatro cruces, laboriosamente labradas y con motivos meramente religiosos, encabezaron la comitiva en la procesión que recorrió la calle principal de Arrizala hasta llegar a la iglesia de San Esteban, que abre sus puertas en ocasiones contadas como la celebración de las rogativas de la Ascensión o en la festividad de San Juan, entre otras. Durante el recorrido se cantaron letanías.

Ya en el templo, Álvaro Ruiz de Gordoa, de Opakua, fue el encargado de tocar la campana para rememorar aquellos tiempos en los que éstas eran el único medio de comunicación entre las aldeas. “Antiguamente a las rogativas acudían representantes de todas las casas del pueblo, al menos un hombre. Cuando la cruz llegaba al cruce repicaban las campanas para anunciar la próxima llegada. Entonces empezaba el del pueblo siguiente a tocar las campanas”, recuerdan.

Este año, tal y como se llevaba a cabo años atrás, se ha celebrado una misa en la iglesia de San Esteban. A la salida del templo los asistentes recordaron cómo antiguamente las cuatro localidades se reunían en el término de Sorbiribil, donde hubo plantado primero en nogal y posteriormente un fresno, testigos mudos de aquellas reuniones. Y todos los presentes se encargaron de firmar en el libro de actas que se inauguró en el año 1918 y donde se recoge la pérdida de varios volúmenes que atestiguaban que ya en el año 1500 y pico se celebraban las rogativas en la ergoienas.

Además, como curiosidad se destaca que en 1939 se hizo un tedeum de acción de gracias y una merienda especial pagada por los vecinos de Arrizala. Sin embargo, un año más tarde, pese al gran temporal que azotó la zona los miembros de los diferentes pueblos no faltaron a su cita. En el libro se recoge, además, que en el año 1941 “no se hizo gasto alguno por la causa de la carestía de la vida económica” ahorrando las 18 pesetas que costaba entonces la organización de la fiesta en la que se repartía vino y galletas entre los presentes.