a pandemia del coronavirus ha hecho que muchos urbanitas fijen su mirada en los pueblos en busca de un confinamiento más cómodo ante un posible rebrote del virus. Pero también ha puesto de manifiesto que las autoridades siguen de alguna manera dando la espalda a la zona rural imponiendo las mismas restricciones a la movilidad en pequeñas localidades de apenas diez habitantes que en grandes ciudades de miles y millones de habitantes.

Un café para todos que los alaveses han acatado con comprensión y resignación, pero también con cierta estupefacción ante lo contradictorio de algunas situaciones vividas, sobre todo las dos primeras semanas. Así que para futuras ocasiones y, ante una posible segunda oleada de covid-19, esperan que las medidas que se adopten sean más concretas y discriminen unas poblaciones respecto a otras teniendo en cuenta que en la mayor parte de las entidades locales lo difícil es cruzarte con alguien en la calle, no mantener distancias de dos metros entre vecinos.

Cierto también que "después de visto, todo el mundo es listo", valora el presidente de la asociación de concejos (Acoa), Joseba Terreros. "Teniendo en cuenta que Álava tiene muchas zonas colindantes con otras provincias, quizá sería más lógico establecer un ratio de equis kilómetros para restringir la movilidad que fijar el límite entre provincias", considera. Aun así, en el área rural alavesa son conscientes de que su encierro en casa ha sido más "liviano", acostumbrados a vivir lejos de aglomeraciones y en viviendas más amplias, por lo general.

El límite provincial ha complicado el confinamiento a los vecinos de pequeños concejos de Amurrio, como Aloria o Artomaña, por ejemplo, más próximos a la ciudad vizcaína de Orduña. Ha hecho que vecinos de Campezo regresen a sus casas con una multa de la Policía foral navarra por ir a hacer la compra a Estella, la localidad más cercana para abastecerse de alimentos. Y ha obligado a algún ganadero a tramitar un pase especial porque su explotación se sitúa en Trebiño, entre otras muchas situaciones rocambolescas. Pueblos en los que se prohibió acudir a sus huertas para abastecerse de alimentos básicos, invitándoles de esta forma a desplazarse a comprar en supermercados y tiendas de alimentación más grandes, espacios cerrados con concentración de personas.

Por contra, la zona rural alavesa ha visto cómo las segundas residencias han seguido vacías, pese a que Álava es un territorio pequeño y el desplazamiento estaba permitido dentro de la provincia, hasta que se han suprimido las franjas horarias en los pueblos y no en Gasteiz. En ese preciso momento, el área rural ha comenzado a recibir visitantes, sobre todo las áreas próximas a parques naturales, como Gorbeialdea y Montaña, además de los alrededores de Vitoria. "No podemos comparar Vitoria o Madrid con un pueblo como Onraita; se podía haber hecho de forma diferente", considera el presidente de Acoa, consciente de que la dificultad para adoptar medidas adecuadas para todos, ya que la pandemia "nos pilló por sorpresa".

A ello hay que sumar que las realidades de cada núcleo de población son variadas y dispares, lo que complica adoptar decisiones ad hoc, un municipio con entidades locales como Lujo con tres habitantes, Erbi con nueve, Madaria con siete y Oceca con quince donde el confinamiento ha sido más fácil de llevar. "En los pueblos pequeños están más acostumbrados a estar desconectados y eso es un factor a favor", indica. Ni tan siquiera en los pueblos más poblados del municipio como Luiaondo o Respaldiza han tenido mayores problemas salvo al principio cuando el parque lineal del Nervión se convirtió en área de recreo para los caminantes de Llodio y Amurrio hasta que intervino la Ertzaintza o con las dudas surgidas al cruzar la muga de Llanteno hacia Sodupe. "En Ayala nos hemos podido mover por los 23 concejos del municipio y eso es una ventaja para la gente que sale a andar en bici, por ejemplo".

Peñacerrada ha sido una de esas poblaciones alavesas libre de covid-19 hasta finales de abril. Su alcalde, Juanjo Betolaza, explica que los vecinos han estado recluidos en sus casas igual que si vivieran en Vitoria o Madrid, pero reconoce que el encierro les ha generado un esfuerzo importante acostumbrados a estar todo el día al aire libre, sobre todo al principio, ya que les costó entender lo que estaba ocurriendo. "Salvo los agricultores que salían a trabajar sus fincas, no se veía a nadie en la calle", dice. De hecho, acaba de reabrir el bar del pueblo y "le está costando recuperar clientes", ya que mucha gente "sigue teniendo miedo a reunirse en bares y centros sociales". Los vecinos sí que se molestaron al principio cuando hijos de familias del pueblo decidieron confinarse en Peñacerrada en su segunda vivienda. Betolaza es consciente de que residen en un privilegiado entorno natural.

"Para lo bueno y para lo malo", asiente sólo de pensar la crudeza de pasar un confinamiento en un piso de 60 metros cuadrados en Madrid. "Aquí, quien más quien menos tiene un jardín o una huertilla a pie de casa". Al igual que Terrenos ve que quizá las cosas podrían haberse hecho mejor, diferenciando entre área rural y urbana, pero también piensa que hoy en día hay mucha movilidad y es difícil regularla. Incluso en pueblos pequeños como Peñacerrada hay mucha gente que trabaja fuera, en Vitoria, Miranda. "Y en cierta manera, los agentes han sido más flexibles con nosotros", reconoce. "¿Qué son medidas pensadas para las ciudades? Como en todos los ámbitos; también para redactar un plan urbanístico nos ponen las mismas condiciones en Loza que en Oion o Vitoria".

En plena Montaña alavesa, en Lagrán, han pasado de no ver a nadie en las calles a ver a "mucha" gente, explica el alcalde, que los vecinos temen que a medida que avanzan las fases de desescalada del confinamiento y se levantan las restricciones a la movilidad, esta zona próxima al parque natural de Izki se abarrote de gente sobre todo los fines de semana. "Los vecinos han respetado el confinamiento al cien por cien y, aunque hubo familias que se vinieron de Vitoria al pueblo para pasar las primeras semanas de la pandemia, lo cierto es que no salieron de sus casas; sin embargo, desde la semana pasada ya se ve más movimiento de personas, y supongo que así va a ser todo el verano", describe José María Martínez.

Considera que nada tiene que ver pasar un confinamiento como el del coronavirus en un pueblo o en una ciudad. "Aquí es más fácil de llevar porque tenemos todo el espacio que queremos y más". Precisamente por ello, considera que las medidas adoptadas en áreas rurales como Lagrán podrían ser un poco más abiertas, más flexibles. "Somos cuatro, así que ya vamos cada uno por un lado, señala el alcalde de este municipio de 158 habitantes.