- Los tentáculos del coronavirus se extienden por todos los puntos del planeta y son varios los alaveses a los que la pandemia les ha sorprendido en los lugares más variopintos convirtiendo en una odisea su intento de retorno. A 20.000 kilómetros de Álava, en la remota Nueva Zelanda, una joven pareja de amurrioarras recién casados y en pleno viaje de novios, Jon y Adelaida, dos intrépidos aventureros, Merche y Peio, y una estudiante completando una beca, María, relatan a DIARIO DE NOTICIAS DE ÁLAVA sus particulares peripecias en el lugar del globo terráqueo terrestre diametralmente opuesto al que habitan. Así se define el término antípoda, donde se encuentran este puñado de alaveses que ha recurrido a la atención y apoyo del servicio de Acción Exterior del Gobierno Vasco como del Ministerio de Asuntos Exteriores para encontrar los vuelos y conexiones que les permitan retornar. Los recién casados, Jon y Adelaida, esperan tomar tierra hoy en Madrid después de un eterno vuelo y completar en coche de alquiler el retorno a Amurrio. Mañana es también la fecha soñada por Merche y Peio para poner fin a un mes repleto de contratiempos y hasta cinco billetes comprados y tirados a la basura por las cancelaciones.

Encerrados en un hotel de Auckland, cercano al aeropuerto internacional, y desde una habitación con su pequeña cocina, Adelaida y Jon, han mirado al calendario "en tensión permanente. Todo han sido dudas y nerviosismo porque la situación cambia aquí cada 24 horas", explican a este diario, después de que el covid-19 se haya cobrado su primera víctima en Nueva Zelanda, en la figura de una mujer de 70 años, cuando los casos superan ya el millar y ha llevado al Gobierno a decretar el confinamiento colectivo. Después de rastrear múltiples compañías lograron unos billetes de regreso, con Qatar Airways e Iberia, para la jornada de ayer en un vuelo que les transportó desde la capital kiwi hasta Londres. "Somos conscientes de la situación y no nos quedaba otra que esperar, no podíamos hacer nada", expresa Jon a mitad de camino entre la esperanza y la frustración. "Nos agarrábamos a volar ayer, pero si no lo hacíamos nos veíamos aquí hasta no sabemos cuando", lamenta. Pusieron los pies en las antípodas el pasado 3 de marzo y desean "volver a casa para cuando se empiece a trabajar", explican los recién casados. A la espera de la etapa final guardan un gran recuerdo de lo visto y vivido en los lugares visitados y no se imaginaban al llegar a Auckland cómo podía empezar a torcerse el regreso. "Aquí nos dieron un teléfono de contacto por si teníamos síntomas de coronavirus al haber transitado por Singapur". En aquel punto ya aplicaban controles de temperatura a los pasajeros para detectar posibles casos de infección. "El viaje aquí ha sido normal, sin ningún tipo de restricción", admiten. Conforme avanzaban los días empezaron los problemas con el retorno. "Viajábamos con Lufthansa y como la vuelta era por Shangai nos cancelaron vuelos y reubicando hasta cuatro y cinco veces con escalas en San Francisco o Hong Kong". Los contratiempos fueron en aumento y el 21 de marzo la embajada española les recomendó adquirir billetes con Qatar Airways y sin escalas en Australia ante el "cierto compromiso de seguir operando dos semanas más". La primera parte de la luna de miel de Jon y Adelaida discurrió por la isla sur con la previsión de saltar a la norte el 31 de marzo y la "situación de normalidad". En 48 horas todo se precipitó ante la decisión del gobierno neozelandés de elevar el nivel de alarma hasta el punto 4 y, a partir del 24 de marzo, confinar a la población. Fueron dos días de "muchos nervios hasta lograr salir de la isla sur y llegar a Auckland" el pasado 25. Atrás quedan los 500 kilómetros desde Queenstown a Christchurch "en un viaje de seis horas para lograr salir de la isla sur porque de habernos quedado allí íbamos a tener que permanecer todo el confinamiento". Esa llegada a Auckland no estuvo exenta de más problemas por la cancelación del vuelo inicialmente comprado para el día 1 de abril y retrasado a ayer. "Volaremos a Madrid porque los precios el domingo de Bilbao son prohibitivos. Quedarnos en Madrid no es una opción porque allí la situación es muy crítica", reconocen los dos amurriorras. Sus gestiones van encaminadas a contactar con Gobierno Vasco y ver la "opción de alquilar de forma normal un coche y si no ver si ellos lo pueden tramitar sabiendo el día que volvemos", indica esperanzado Jon. A lo largo de toda esta peripecia vivida remarca la labor de Rafa Hueso, responsable de Acción Exterior del Gobierno Vasco. "Continuamente manda información y se preocupa por la situación". Diferencia el trato con respecto a la Embajada de España que les ha proporcionado información útil pero "tenemos la sensación de que están continuamente improvisando". A modo de ilustración señala la respuesta a varios ciudadanos de "hacerse con una tienda de campaña e ir a un camping si no podían pagar un hotel o comprar vuelos de 8.000 euros con Qatar si quieren volver a casa", remarca.

En un país de cinco millones escasos de habitantes la división física la marcan las dos islas que conforman Nueva Zelanda. En el pequeño y remoto pueblo de Hammer Springs en la isla sur, los gasteiztarras Merche y Peio, esperan emprender mañana la vuelta desde el aeropuerto de Christchurch, vía Vancouver y hasta Francfort. Tienen dispuesto a la puerta de casa un vehículo de alquiler con el que cubrir las dos horas de trayecto entre esa turística población y el aeropuerto internacional de Christchurch. "No nos quedó otra alternativa", explica Merche repleta en un mar de dudas. Atrás han quedado cinco billetes cancelados y ahora a través del gobierno alemán se les ha abierto esa vía de escape " tras firmar un compromiso de pago al gobierno alemán y sin saber el precio final". Hammer Springs es la última escala de un periplo de esta pareja, que Merche inició el pasado octubre y al que se unió Peio en diciembre, para llevar a cabo un trabajo colaborativo. "En Australia en una casa para la vida salvaje, donde rescatamos koalas y convivimos con canguros y, en febrero ya en Nueva Zelanda, haciendo de pintores en una granja", resume Merche. Aprovecharon después para hacer un recorrido en furgoneta de alquiler por el interior y la costa oeste. "Un mensaje de Asuntos Exteriores nos alertó sobre la oportunidad de cambiar los planes de viaje dos días antes de dejar la furgoneta", rememoran. En una agencia de viajes de Christchurch trataron de acortar la estancia. "Dos veces nos anularon dos tramos de viaje con el perjuicio económico y los quebraderos de cabeza", precisan a DNA. Tal era su intención de regresar a Gasteiz que se decidieron a coger un vuelo, a través de Sidney, por cerca de 4.500 euros. "Antes de pagarlo saltó el aviso de que Sidney estaba cerrado", apuntan aliviados y desvelan que les han llegado a ofrecer vuelos por 18.000 euros. Ese intento de retorno les ha llevado a comprar tres billetes de vuelta, pero todos se han ido al traste. Entre medio se fueron al trabajo colaborativo en la viña, pero la decisión del gobierno de confinar a la población les llevó a una situación límite. "Seguir en el viñedo era imposible y tuvimos 36 horas para encontrar un lugar donde pasar la cuarentena". Recurrieron a las redes sociales y gracias a viejos amigos les ofrecieron esa casa desde la que ahora pasan las cuatro semanas de cuarentena y sueñan con el retorno. "Nuestra prioridad es volver cuanto antes, pero con garantías sanitarias y de que el vuelo se va a realizar. No queremos perder más dinero. Pedimos a los estados de Europa que se pongan de acuerdo para organizar una evacuación. Hay entre 15.000 y 20.000 europeos, 200 españoles y 15 vascos", clama Merche.

Sin pasar tantas odiseas pero con las mismas ganas de volver a pisar Gasteiz, en la localidad de Nelson en la isla sur, María enfila la recta final del medio año de beca que le ha llevado hasta las antípodas y que finalizará en Mayo. Hace meses alquiló una habitación en una casa desde la que desarrolla los trabajos de la beca y ha tenido tiempo también para explorar los paisajes de Nueva Zelanda. Ha intentado también acelerar ese retorno pero se ha topado con las inconvenientes del elevado precio, la infinidad de escalas en varios aeropuertos y la incertidumbre de no quedarse tirada en alguno de ellos. "He visto pasajes de 4.000 euros con una duración de más de 40 horas para poder llegar a España", explica a DNA. "Quiero volver a casa. Lo que no puedo es arriesgarme a quedarme tirada en un aeropuerto porque supone incumplir la ley de Nueva Zelanda. Ni a gastarme ese dineral. Me piden que pague 2.000 euros por un billete de vuelta sin tener garantía alguna de llegar a España", concreta. Desde su ubicación de Nelson tampoco tiene sencillo acceder al aeropuerto internacional de Auckland. La opción más directa es la de un vuelo interno de dos horas de una isla a otra, y la más complicada la de enlazar la conexión en tres horas de ferry con un posterior traslado, de más de 12, en autobús que supone un gran número de horas para llegar al aeródromo. Intuye complicaciones severas para abandonar aquel país por la cancelación de repatriaciones para los ciudadanos europeos. "Los alemanes se iban a ir esta semana pero el gobierno no deja coger vuelos internos ni para salir del país". Ante esta situación sí alaba María la decisión del gobierno de "prorrogar tres meses los visados de aquellos extranjeros a los que les caduque y correr con los gastos médicos de ciudadanos extranjeros que puedan contagiarse", concluye la vitoriana desde el confinamiento de su habitación en las antípodas.

"Hemos firmado un compromiso de pago con el gobierno alemán sin saber el precio final"

MERCHE y Peio. Viajeros por Nueva Zelanda y Australia.

"Tenemos la sensación de que la Embajada de España improvisa continuamente"

Recién casados de luna de miel.

"Me piden pagar 2.000 euros por un billete de vuelta sin tener seguro el regreso a España"

Completando una beca en Nelson