El fútbol es un negocio -siempre lo ha sido-, pero en épocas pasadas no era tan evidente como lo es en la actualidad. Antiguamente, los clubes los dirigían vecinos de las propias ciudades, estos miraban por el bien de sus aficionados, que además tenían voz en las decisiones y no solo en las gradas; y muchos jugadores creaban lazos más sentimentales que económicos con los equipos por los que fichaban. Es cierto que este fútbol tan romántico tenía también sus aspectos negativos, pero muchos de ellos merecían la pena a cambio de poder disfrutar del deporte rey en su etapa y situación más pasional. Lo bonito y lo feo de aquellos años lo conocen a la perfección los protagonistas de la mesa redonda de exjugadores del Deportivo Alavés organizada por DIARIO NOTICIAS DE ÁLAVA, que ha reunido a ilustres como Pablo Gómez, Jesús María Aramburuzabala, José Ramón Gacho y José María Astarbe.

Los cuatro defendieron la elástica albiazul, pero, más allá de vestir los colores del conjunto gasteiztarra, todos ellos tienen otra cosa en común y es su fiel y profundo sentimiento por el escudo del Glorioso. "Al contrario que los otros dos compañeros, Aramburu y yo no tuvimos que hacernos al sentimiento babazorro, nacimos siendo del Alavés. He vivido muchas cosas durante mis años como futbolista, pero mi mejor momento fue, sin duda, cuando le pusieron por primera vez mi nombre a la camiseta albiazul", recuerda Pablo. Como bien menciona el centrocampista, Gacho y Astarbe no son vitorianos, pero eso no les impidió desarrollar un amor casi platónico por la entidad del Paseo de Cervantes. "El Glorioso es mi vida y me lo ha dado todo. Soy la persona que soy gracias a lo que viví en este club y por eso me he quedado en Vitoria y he invertido todo lo que he ganado en esta ciudad", explica el zamorano. Misma situación es la de Astarbe, que una vez llegó a la capital alavesa no quiso marcharse bajo ningún concepto: "Después de muchos años en la Real Sociedad, decidí venir cedido al Alavés y después acabé fichando en propiedad. Llevo ya 43 años aquí. Mi mujer y mis hijas son alavesas y yo también me siento así".

Asimismo, tras su paso por el cuadro gasteiztarra, Aramburu compitió en equipos de Primera como el Atlético y el Real Oviedo, pero, al igual que Pablo, la etapa que recuerda con más emoción es la que vivió en su ciudad natal: "El Alavés colmaba mis aspiraciones y jugar en él era nuestra ilusión. El problema es que en aquella época jugar en la escuadra babazorra siendo de Vitoria no era nada fácil". "Él tuvo suerte. Araba es un lugar complicado para los de casa", añade Pablo. Tanto es así que muchos canteranos tuvieron que hacer las maletas en busca de oportunidades, situación que conoce muy de cerca Astarbe, que tuvo que convencer a Valverde y Ocenda para marcharse al Sestao porque si no se iban a "morir del asco" esperando minutos.

Fútbol moderno

Que el fútbol ha cambiado sobremanera con el paso de las décadas es algo lógico y de sobra conocido. El aumento de los ingresos en televisión y publicidad ha permitido a los clubes profesionalizarse hasta extremos previamente insospechados, pero que, en gran parte, han mejorado el día a día de los jugadores. "¡Ahora tienen hasta psicólogos! Cuando yo jugaba -años 80- no contábamos ni con nutricionistas, no había el control que hay ahora y uno comía lo que creía que era mejor para él. Nos cuidábamos peor y por eso nos retirábamos antes", recuerda Gacho, que también rememora entre risas cómo los balones "dejaban marca" y pesaban "un montón" cuando llovía. En esta misma línea, Pablo destaca la poca accesibilidad que tienen los futbolistas en la actualidad: "Viven en una burbuja. Antes cualquiera podía hablar con los jugadores, ahora ya no. No existe ese contacto con la afición".

Gradas desiertas

La realidad originada a raíz del covid-19 ha tenido especial impacto en el fútbol profesional. Al contrario que en otros deportes o, incluso, categorías, Mendizorroza se encuentra cerca de cumplir nada menos que un año y medio sin aficionados en sus gradas. Ninguno de los cuatro protagonistas tuvo que vivir algo similar y es por ello que ni siquiera puedan imaginarse cómo sería jugar sin público. Bueno, tal vez Pablo sí, que en tono jocoso explica que él lo hubiera llevado con "tranquilidad" porque "no le hubieran pitado". "Yo no me hago a la idea de saltar a un campo vacío. Ver a la gente pegada a las vallas y gritando te animaba muchísimo", rememora Astarbe.

"Mi mejor momento fue, sin duda, cuando le pusieron por primera vez mi nombre a la camiseta albiazul"

"La pena es que los futbolistas viven hoy en día en una burbuja y no tienen ya ese contacto con la afición"

"Llevo ya 43 años aquí; mi mujer y mis hijas son alavesas y yo también me siento así"

"Yo no me hago a la idea de saltar a un campo vacío. Ver a la gente pegada a las vallas te animaba muchísimo"

"El Alavés colmaba mis aspiraciones y jugar algún día en él era mi gran ilusión desde bien pequeño"

"El problema es que jugar en el Alavés en mi época como jugador siendo de Vitoria no era nada fácil"

"¡Ahora tienen hasta psicólogos! Cuando yo jugaba, uno comía lo que quería y creía que era mejor para él"

"Soy la persona que soy gracias a lo que viví en este club y por eso he invertido todo lo que he ganado en esta ciudad"