A principios de febrero, después de la lógica derrota ante el Barça en Montjuic, el sentir en el entorno del Deportivo Alavés era que las siguientes jornadas marcarían las posibilidades del equipo en la lucha por la permanencia. Los albiazules habían dado la cara en sus anteriores partidos, la adaptación al Chacho Coudet no marchaba mal y les tocaba enfrentarse a tres rivales directos. Dos de ellos, además, visitarían Mendizorroza.

Tres semanas más tarde, esa esperanza en que el Glorioso diera un paso al frente se ha dado de frente con la cruda realidad. Se ha sumado un único punto de los nueve posibles y las dos derrotas (Getafe y Espanyol) han sido idénticas, con los gasteiztarras haciendo los mismos o más méritos que el rival para ganar, pero siendo víctimas de sus propios errores. Algo que también les lastró en Butarque, donde hicieron lo más difícil.

Así las cosas, el bagaje del Alavés frente a sus iguales –clubes que iniciaron con la expectativa de luchar por la permanencia– es ahora de diez puntos de 36 posibles. Se ha vencido a Las Palmas y Mallorca; empatado contra el Celta, Leganés (x2) y el Valencia; y perdido frente al propio cuadro vigués, el Getafe (x2), el Espanyol (x2), el Rayo Vallecano y el Real Valladolid. Unos resultados que, por supuesto, no pueden invitar al optimismo.

TRES DUELOS DIRECTOS MÁS

En lo que queda de campaña, a los albiazules solo les resta verse las caras con tres de los que, actualmente, pueden considerarse rivales directos. Los baleares, por ejemplo, ya no entran en ese grupo. En la jornada 28, el Glorioso visitará el feudo canario, en la 36 recibirá a los Che y, en la penúltima, pondrá rumbo a tierras blanquivioletas. Serán sus últimas oportunidades de poner a su favor el gol average, que siempre debe valorarse.

Como muestra del paso atrás del Alavés en este sentido, cabe recordar que, a lo largo del ejercicio pasado, solo Las Palmas y el Mallorca fueron capaces de puntuar en el Paseo de Cervantes. Ahí se fraguó la permanencia. Actualmente, casi cualquier rival es capaz de marcharse de Vitoria-Gasteiz con la buchaca llena. Sin necesidad, además, de hacer demasiados méritos para ello.