El Deportivo Alavés sufrió un severo correctivo tras una horrorosa puesta en escena inicial frente al Barcelona. El equipo de Luis García, que no perdía en su templo desde el pasado mes de marzo, encajó ante el conjunto culé una de las derrotas más dolorosas que se recuerden en Mendizorroza.
No solo por el abultado resultado que reflejó el marcador, sino por la alarmante fragilidad mostrada ante un adversario que constituyó un martillo durante los 90 minutos del encuentro.
De todos los males que padeció el Alavés en la visita culé a Vitoria –que no fueron precisamente pocos–, el más alarmante se volvió a tratar de su desorden defensivo. Una cuestión que obligó al Glorioso a competir a remolque desde los primeros compases y que constituye sin lugar a dudas una rémora en las recientes derrotas ligueras.
Al Deportivo Alavés le costó horrores robar el balón a su adversario, que manejó el esférico de lado a lado ante la desesperada presión albiazul. Y cuando lo recuperó tampoco duró mucho en las botas de los futbolistas babazorros. No hubo precisión alguna en los pases y la presión del Barcelona tras pérdida ahogó al Glorioso en un mar de dudas. El balón llegó a cuentagotas a las botas de Carlos Vicente, Abde y Toni Martínez, las únicas armas ofensivas en el primer asalto.
Y es más, los tres zarpazos de Lewandowski constituyeron una losa de la que resultó imposible desprenderse. Y en todos ellos hubo un error por parte del Alavés. El primero llegó a través de una jugada a balón parado en la que el equipo no sujetó las marcas como es debido; el segundo mazazo nació fruto de una desconexión de Abqar –fuera de posición en muchos de los ataques culés–, y el tercero tras una jugada entre líneas en la que el Glorioso tan solo persiguió las sombras culés.
Para más inri, el VAR anuló un gol de Toni Martínez al filo del descanso que habría servido para recortar distancias y generar cierta sensación de agobio en las filas culés.
El Deportivo Alavés suspendió en prácticamente todos los aspectos defensivos. Sufrió de lo lindo ante las transiciones del Barcelona y la fragilidad en el balón parado no fue más que la gota que colmó el vaso de la enrabietada parroquia albiazul.
Reacción insuficiente
Dados los enormes síntomas de debilidad mostrados en la retaguardia, Luis García hizo un solo ajuste en el descanso. Tenaglia dejó su sitio en el verde a Diarra, aunque el encargado de ocupar el lateral derecho acabó siendo Mouriño. Lo cierto es que el sector derecho, durante el primer tiempo, fue lo más parecido a una alfombra roja para la expedición culé.
El Alavés dio la cara tras el descanso, pero ya fue tarde para cuando el plantel babazorro le tomó el pulso al desarrollo del encuentro. Durante el segundo tiempo, con la entrada de Kike García, el equipo de Luis García dispuso de un par de situaciones para amenazar al dubitativo Iñaki Peña. Pero o bien la jugada acabó señalizada como fuera de juego –algunos siguen dejando dudas– o el Alavés no acabó de precisar en la definición.
Con el encuentro una vez visto para sentencia, el Alavés trató de recortar la distancia en el marcador sin excesiva pujanza al mismo tiempo en el que evitó que la goleada fuese mayor. Y en la misma línea que en toda la temporada, Antonio Sivera se encargó de que el Barcelona no abandonase Mendizorroza con una renta todavía más dolorosa para el equipo babazorro.