El Deportivo Alavés no fue capaz de hacer valer su condición de local ni el impulso del jugador número 12 para adquirir la ansiada ventaja en el primer asalto de la final por el ascenso. El conjunto vitoriano, arropado por más de 19.000 almas albiazules en una noche de alto voltaje, volvió a acusar su falta de pegada en el último tercio y deja todo abierto para la vuelta en Orriols.

Ni el frenético arranque de partido, ni los numerosos cambios propuestos por Luis García durante el desarrollo de la contienda fueron argumentos suficientes para derribar el férreo muro granota. El Alavés, que comenzó su último partido de esta campaña en Mendizorroza impregnando el ritmo a través del desequilibrio en las bandas de Abde y Rioja, acabó salvando el empate en una eliminatoria de máxima igualdad gracias a su rigor en tareas defensivas.

La retaguardia vitoriana, liderada por Sivera, minimizó toda amenaza del Levante, que se sintió cómodo en un enfrentamiento donde los espacios se fueron generando con el inevitable paso de los minutos. Los pupilos de Calleja, amparados en su fortaleza física, la frescura que otorga haber preparado un día más el partido y, también, en una actuación arbitral que no permitió la fluidez albiazul, tuvieron en sus botas las ocasiones más claras del partido. La última de ellas, de hecho, fue un mano a mano entre Wesley y el arquero albiazul, que se acabó resolviendo de la mejor manera posible para los intereses babazorros.

Paradas decisivas

Y es que, al igual que en el resto del curso, Sivera se volvió a mostrar infranqueable sobre la línea de cal. Uno de los motivos por los que la eliminatoria entre vitorianos y valencianos permanece abierta es, precisamente, por la evolución que el guardameta de Jávea ha vivido desde que se consagró en el once del Glorioso.

Es cierto, eso sí, que el escenario no era sencillo para marcar las diferencias. El Alavés hizo frente a sus dos bajas en la medular y, también, a un esfuerzo físico de la noche del Eibar que acabó lastrando al equipo en la recta final de la contienda. La sala de máquinas, a cargo de Benavídez y Moya, cumplió con nota en un test de máxima exigencia.

El todocampista charrúa, de hecho, elevó el nivel físico y defensivo de un Alavés que fue capaz de detener las individualidades técnicas de los granotas. Benavídez, una pieza incombustible y de largo recorrido en el esquema vitoriano, conformó una pareja sólida en la sala de máquinas junto a Moya.

Sin embargo, el Alavés se vio penalizado por la ineludible falta de recursos en el último tercio. El técnico babazorro lo intentó todo para decantar la balanza en su favor. Agitó el árbol en busca del ansiado gol, pero a su escuadra le faltó la añorada precisión y una pizca de fortuna en el último pase. Y es que, salvo el disparo de Moya desde una falta centrada, Femenías apenas tuvo que repeler peligro en su portería.

La entrada de Villalibre brindó músculo al Glorioso en los últimos metros. El vizcaíno generó dudas entre los defensas granotas, pero su acierto en los movimientos entre los centrales recibió el castigo de García Verdura. El colegiado catalán, que en la última jornada ante el Las Palmas se mostró excesivamente intervencionista, acabó sacando de sus casillas a todos los componentes de la plantilla albiazul.

Solo vale ganar. Todo queda en juego para la final del Ciutat de Valencia. En un escenario a vida o muerte, donde el Levante cuenta con la ventaja del empate, el Alavés debe plasmar que ha aprendido la lección de la reciente visita a Gran Canaria.