Durante toda la pretemporada, el Deportivo Alavés había dejado claro que tenía un margen de mejora muy importante a nivel defensivo, imagen corroborada en los dos primeros compromisos oficiales. Se presentaba en Valencia con la necesidad de mostrar una mayor solidez en ese apartado, pero ese deseo de ser solvente atrás se esfumó en apenas unos segundos. En el tercer minuto del duelo con los de José Bordalás, Daniel Wass rompiendo por el centro hacía saltar por los aires todo el trabajo de la semana con un gol de esos que hacen que los entrenadores se desesperen. Rompiendo completamente solo desde segunda línea, sin atención alguna a pesar de estar rodeado de defensores, el danés -visto mil veces repetido y con las rayas pintadas sobre el césped, un fuera de juego clamoroso que fue omitido- fusiló a Fernando Pacheco aprovechando un servicio de un Denis Cheryshev que también había campado a sus anchas por la banda. Sin haber roto a sudar, un 1-0 que fue el simple prólogo del desastre que fue en todo momento un entramado de contención que, una vez más, hizo aguas por todos sus flancos y que acrecienta la evidencia de que con semejante blandura no se puede competir. Porque no hay equipo que resista en pie con semejantes socavones en la zona en la que, precisamente, tiene que mostrar mayor firmeza.

Con la anunciada titularidad de Javi López sustituyendo al sancionado Rubén Duarte, la sorpresa llevó el nombre de Matt Miazga, titular supliendo a Víctor Laguardia tras unos pocos días de entrenamientos con su nuevo equipo. El maño, hasta ayer capitán y toda una institución en el club, no había estado para nada fino en los dos primeros partidos, pero el central estadounidense no le mejoró en absolutamente nada y quedó retratado cada vez que el Valencia se aproximó a los dominios albiazules. En descargo personal, el defensa cedido por el Chelsea no fue el único que salió feo en la foto, pues la zaga fue un desastre al completo. Especialmente llamativo lo de Florian Lejeune, que en el arranque del curso está cometiendo unos errores de calibre mayor.

Eso sí, a los cuatro integrantes del cuarteto defensivo no se les puede achacar toda la culpa. En equipos como el Alavés, la responsabilidad se tiene que repartir del primero al último. Y dos piezas fundamentales en ese sistema para contener al rival son unos mediocentros que ayer se convirtieron en piezas invisibles. Si Tomás Pina y Mamadou Loum tenían que encargarse de darle consistencia a la zona central, realizar esa labor se les olvidó por completo. Blandos a la hora de frenar sus rivales y superados por unas oleadas del Valencia que utilizó a los delanteros para fijar a los centrales y a los centrocampistas para golpear desde la segunda línea ante la pasividad de una pareja que se vio superada en todo momento.

Así ocurrió de nuevo en otro balón cruzado que se paseó mansamente por el área hasta que Carlos Soler se sacó de la chistera una genialidad -precioso remate de escorpión- para el 2-0. Sin necesidad de mucho, el Valencia dejaba el partido resuelto al descanso.

Lejos de mejorar, el problema fue ganando el gravedad en una segunda parte en la que la sensación de endeblez se incrementó todavía más. En un desplazamiento en largo, Maxi Gómez se deshizo de un Lejeune que se asemejó a una hoja de papel en un choque en el que salió despedido. Toda la defensa desbordada, con excepción de un Javi López que se quedó solo ante tres rivales, incapaz de contener a Gonçalo Guedes en el 3-0.

Cuatro goles encajados ante el Real Madrid, otro más frente al mallorca y otros tres en Valencia, casi todos ellos tras errores defensivos gravísimos que evidencian que este Alavés no será competitivo hasta que no solvente el enorme socavón que se ha tragado hasta el momento todas sus opciones de puntuar.

En solo tres minutos todo el plan de Calleja se vino abajo con un gol -en fuera de juego- que fue el prólogo de otro derrumbe defensivo