Uno de los puntos fuertes más destacables del Deportivo Alavés desde que volvió a la máxima categoría hace ya cinco temporadas ha sido su fortaleza defensiva. Fortaleza que, en muchas ocasiones, ha derivado en ese tan famoso -y rentable- unocerismo, ausente de todo tipo de alardes, que tanto parece haber calado en la idiosincrasia alavesista hasta el punto de convertirse en el único plan de juego del equipo. Este hecho no tiene por qué ser un problema, la mayoría de los clubes tienen un estilo muy definido y lo mantienen durante varias temporadas, pero sí puede convertirse en uno si no se cuida el núcleo del mismo, que en este caso es la zaga, y eso es precisamente lo que ha hecho el Glorioso.
Aunque es una obviedad que no toda la labor defensiva depende de la propia línea de atrás, también lo es que la mayor parte de su efectividad sí recae en ella y, sobre todo, cuando hablamos de los centrales, que ahora mismo son uno de los puntos más flojos del conjunto albiazul. Para llegar a esta situación insólita, porque siempre se había tenido una pareja de media tabla o superior, únicamente han tenido que coincidir dos circunstancias: no fichar un central de garantías para ocupar el lugar de las diferente ventas -Feddal y, sobre todo, Maripán- y el bajón tan repentino e inesperado de Víctor Laguardia en la última temporada y media.
Lagu llegó al Alavés procedente del Real Zaragoza, donde no había tenido la relevancia que él necesitaba, en la campaña posterior a la heroica permanencia en Jaén. Su primer año en Vitoria, con Alberto en el banquillo, no tuvo, al igual que el propio equipo, ninguna brillantez, pero el fichaje de Bordalás en la 2015-16 supuso un impulso importante tanto para él como para la plantilla hasta el punto de lograr el ascenso a Primera División.
Tras una campaña más que notable en la División de Plata, la duda recayó en si el nivel del maño sería suficiente para ser el central titular del equipo en la máxima categoría, pero no tardó mucho en disiparse. Aunque no fue titular en la primera alineación de Pellegrino, una temprana lesión de Feddal le hizo saltar al césped del Vicente Calderón, donde comenzó a afianzarse su leyenda como Káiser. A lo largo de esa temporada, el rendimiento de Laguardia fue espectacular, pero una lesión de rodilla en Gran Canaria le hizo perderse la final de Copa frente al Barça y le apartó de los terrenos de juego durante 259 días.
Su vuelta, ya con Abelardo en el banquillo y con el Alavés sacando la cabeza de la situación tan complicada en la que se había metido con Zubeldía y De Biasi, supuso el mejor refuerzo invernal que podía esperar el equipo. El Glorioso salvó la categoría a mediados de aquel año (2018) y, además, lo acabó en puestos de Champions con una primera vuelta irrepetible y un Laguardia digno de ser llamado por la selección, que, además, tuvo a su lado a otro central con un nivel sobresaliente: el Memo Maripán.
La venta del chileno -aunque lógica por el beneficio económico- al comienzo del proyecto de Asier Garitano supuso un varapalo importante para la zaga alavesista. El maño perdió a su perfecta pareja de baile y por ende la fortaleza defensiva del equipo bajó, pero el rendimiento tan superior de la dupla ofensiva formada por Lucas Pérez y Joselu Mato desplazó las miradas a otra zona del campo y la defensa pasó a un segundo plano. El problema llegó tras el confinamiento -y continúa en la actualidad-, cuando los goles a favor dejaron de tapar los tantos en contra y el Alavés comenzó a ser lo que nunca antes, al menos en su etapa más reciente, había sido: un equipo fácil de vencer.
Aunque a ningún alavesista le hubiera gustado llegar a este punto, lo cierto es que el rendimiento de Laguardia en los últimos meses ha estado a años luz de lo que llegó a ser. Ahora mismo, poco queda de aquel central expeditivo y, por mucho que duela admitirlo por ser alguien tan querido por el alavesismo, el Glorioso comete menos errores cuando otro defensor ocupa su lugar. Cada gol a favor o en contra va a ser determinante en lo que resta de temporada y el Pitu tendrá que decidir si prefiere jugar con los centrales más en forma o seguir dando minutos al Káiser con la esperanza de que recupere su nivel. Algo que a día de hoy -y a pesar de ser uno de los pocos jugadores de la plantilla con la capacidad de conseguirlo- parece una utopía.
La falta de fichajes de garantías en la zaga y el inesperado bajón de Laguardia han hecho mella en la fortaleza defensiva
El nivel posconfinamiento del central albiazul está a años luz de su mejor versión y Tachi le ha ganado el sitio en las últimas jornadas