- Obligado por las tristes y dolorosas circunstancias sanitarias, el mundo ha cambiado hasta límites insospechados en los últimos meses. Lo que antes considerábamos aburridas rutinas han pasado ahora a ser auténticos tesoros y la lista de cosas a la que la precaución o el miedo nos hace renunciar es cada vez más amplia. Sin embargo, parece que alguna particularidad de su ADN ha convertido al Deportivo Alavés en inmune a todas estas mutaciones. Al menos, en lo que hace referencia a una faceta. Y, como suele suceder en estos casos, es negativa.

Porque si algo ha dejado claro hasta el momento el reencuentro del Glorioso con la competición es que ha recuperado por completo la vieja normalidad que le lastró peligrosamente durante la mayor parte del curso hasta que la irrupción del coronavirus obligó a un parón imprevisto. Un desastre cotidiano que se pone de manifiesto cada vez que el combinado de Asier Garitano comparece lejos de Mendizorroza. No es casualidad, evidentemente, que el equipo únicamente fuera capaz de sumar cuatro puntos (gracias a un empate en Gatafe y el solitario triunfo de Ipurua) a domicilio en toda la primera vuelta del campeonato y que cada salida se convirtiese en una auténtica tortura.

Esta tendencia parecía estar invirtiéndose antes del parón, cuando el plantel gasteiztarra puntuó en tres de sus cuatro últimos desplazamientos (victoria sobre el Levante y empates en Sevilla y Leganés junto al tropiezo de Mallorca). Pero la pausa ha evaporado de golpe la leve mejoría albiazul, llevando al equipo hasta más atrás del punto de salida inicial.

Porque lo cierto es que los encuentros ante el Espanyol y el Celta perfectamente pueden situarse a la cabeza de la larga lista de despropósitos albiazules a domicilio. La contienda frente a los periquitos, siendo muy generosos, podría entenderse como un comprensible accidente teniendo en cuenta que se trataba de la primera toma de contacto con la actividad después de más de tres meses de parón obligado y que la tempranera expulsión de Pacheco condicionó sobremanera el desarrollo del juego.

Pero esta visión optimista se desmoronó por completo el domingo en Vigo cuando, tras las buenas sensaciones mostradas apenas unos días antes contra la Real Sociedad en el Paseo de Cervantes, el Alavés naufragó estrepitosamente desde el minuto uno. Ni siquiera unos segundos pueden rescatarse de un choque en el que El Glorioso ofreció la cara más negra que se le recuerda en mucho tiempo y que no es sino una revisión corregida y aumentada de los despropósitos que ha ido enlazando como visitante.

Un particular síndrome del viajero que le lleva a desaparecer del césped en cuanto el viento comienza a soplar levemente en dirección contraria. Lejos de mostrar un mínimo de solidez y tratar de plantar cara a las adversidades, el plantel gasteiztarra baja los brazos y se convierte en un juguete en manos de un adversario incrédulo. Y es que la escuadra de Mendizorroza se ha convertido en un especialista en resucitar a moribundos. El mejor ejemplo de ello es lo sucedido este fin de semana en Balaídos ante un Celta que llevaba más de 360 minutos sin marcar un gol, era último en la clasificación de realizadores con únicamente veintidós dianas en su casillero particular y en cada compromiso previo apenas era capaz de generar alguna ocasión. Pues bien, a Roberto Jiménez le batieron nada menos que seis veces. Y eso que el fuenlabreño fue el mejor con diferencia por parte de los de Garitano.

Suele decirse que lo que mal empieza mal acaba y en el caso del conjunto vitoriano este axioma parece cumplirse a rajatabla. Porque, una vez más, la puesta en escena albiazul en territorio gallego fue francamente deficiente. Sin la actitud ni la intensidad mínimas necesarias, los problemas no tardaron en acumularse y antes de que se cumpliera la media hora de juego el marcador ya reflejaba con contundente 2-0 para los locales y Martin había tomado el camino de los vestuarios tras ver una cartulina roja de la historia. Perfectamente podía haber señalado el colegiado el final del encuentro en ese momento, porque la realidad es que todo lo que sucedió después estaba de sobra. En especial para un Alavés que ni siquiera fue capaz de tirar un poco de orgullo para tratar de maquillas mínimamente la debacle protagonizada.

Es verdad que el infernal calendario al que tienen que hacer frente todos los equipos en este particular cierre de temporada obliga a administrar las fuerzas al máximo para no acabar exhausto y pagarlo caro pero la triste impresión que ofreció El Glorioso es que estaba pensando en otra cosa antes incluso de saltar al terreno de juego.

Un grave error que se ha repetido en demasiadas oportunidades lejos de Mendizorroza este curso y que debería enmendar cuanto antes si no desea acercarse a unas complicaciones que nadie quiere. Si, por el contrario, continúa regalando fallos inaceptables, estará cada vez más cerca del fuego. Porque lo cierto es que resulta harto complicado explicar -y mucho más poder entenderlo- cómo un equipo que fue capaz de maniatar a la Real Sociedad e impedir que se aproximara a las inmediaciones de su área durante los noventa minutos se transforma en un colador ante Espanyol o Celta. Es incuestionable que el hecho de que ambos jugaran durante más de una hora con un jugador más contribuyó de manera significativa a ello pero no lo es menos que antes de las expulsiones de Pacheco y Martin ya resultaba evidente el desequilibrio existente.

Aunque en ningún caso puede servir de justificación para unas comparecencias que han estado muy lejos del mínimo exigible, lo sucedido en las dos salidas protagonizadas por el cuadro vitoriano en su regreso a la competición abre también un debate ineludible. El que tiene como eje central el nivel de la plantilla y las posibles diferencias entre los habituales titulares y el resto. Tanto ante el Espanyol como frente al Celta el Alavés compareció con varias bajas de piezas muy significativas, mientras que en el duelo disputado en su propio estadio pudo presentar prácticamente a su once de gala. Así, en Cornellá no estuvieron Lucas Pérez, Joselu ni Manu García. Aunque los primeros sí se recuperaron para visitar Balaídos, al gasteiztarra se le unieron por diferentes motivos Pina, Aleix Vidal y Fernando Pacheco. Huecos de consideración en un equipo que ha demostrado echar mucho en falta a cualquiera de engranajes habituales.

Claro que esta evidencia no debe ocultar los otros muchos problemas que presenta el combinado de Asier Garitano cuando abandona el calor de su hogar. Entre otras cosas porque se trata de un mal endémico desde el inicio de la temporada y en muchas de esos desplazamientos el técnico no se vio mediatizado por ninguna baja a la hora de confeccionar su alineación

De esta manera, en absoluto es casualidad que el evidente descenso de concentración y rendimiento del Glorioso cuando viaja se traduzca en unos datos que retratan a la perfección la cruz de la moneda que muestra su cara en Mendizorroza. Dos penaltis en contra, otras tantas expulsiones antes del descanso y ocho goles recibidos en 180 minutos son solo algunos de ellos. El Atlético de Madrid brindará el sábado -aunque con un examen de máxima dificultad- la posibilidad de redimirse a un Glorioso que necesita abandonar cuanto antes esta senda sin rumbo.

Despedida. El exalbiazul Ion Vélez (Tafalla, 17 de febrero de 1985) ha anunciado que cuelga las botas tras 18 temporadas en activo. El delantero, que tuvo la oportunidad de disputar su última campaña en el equipo que le vio nacer como futbolista, la Peña Sport, agradeció a todas las personas, tanto familiares como compañeros, que le ayudaron "en algún momento durante estos años", así como a los equipos en los que ha jugado. Tras formarse en las categorías inferiores de la Peña Sport, Vélez fue reclutado por el Athletic, que lo mantuvo en sus filiales hasta que llegó al primer equipo en el curso 2007-08. A lo largo de su carrera ha pasado también por Hércules, Numancia, Girona, Alavés (en los cursos 2013-14 y 2014-15), Mirandés y Tudelano antes de regresar esta campaña a la Peña Sport. En sus dos ejercicios en Mendizorroza, en Segunda División, el navarro anotó nueve goles, aunque fue perdiendo protagonismo con el paso del tiempo.

Renovación de Mikel González. Por otro lado el Deportivo Alavés anunció ayer la renovación de Mikel González, uno de los integrantes de la secretaría técnica albiazul, a la que se incorporó en 2017. González mostró su satisfacción por prolongar su estancia en Mendizorroza y por el cada vez mayor protagonismo del fútbol base en el primer equipo.

En sus dos últimas salidas ha encajado ocho goles, no ha marcado ninguno y ha jugado con un hombre menos más de una hora