Vitoria - Dicen que quien más tiene es al que con más facilidad le asalta el miedo a perderlo, pero en el caso del Deportivo Alavés esa máxima estuvo lejos de cumplirse ayer. No en vano, el cuadro albiazul se acabó conformando con el punto que el empate ante el Betis añadía a su casillero desde que el conjunto verdiblanco firmase las tablas en el minuto 55 con un gol de Emerson que igualaba el inicial de Aleix Vidal. En los casi cuarenta minutos que faltaban hasta la conclusión del partido, la ambición no fue un aspecto que apareciese en ningún momento entre las prioridades alavesistas. Ni quiera cuando los sevillanos se quedaron en inferioridad numérica sobre el terreno de juego tras la expulsión de Zou Feddal por roja directa en el minuto 77. Con unos cambios que resultaron difíciles de entender para Mendizorroza, la decisión fue no arriesgar ni un ápice en ese tramo final para asegurar ese punto que, por las circunstancias, ya parecía estar atado. El miedo siempre ha sido libre y su fuerza fue ayer muy superior -el nerviosismo de muchos jugadores fue palpable, de la misma manera que el descontento de la grada con lo que se veía sobre el césped y las decisiones que se iban tomando desde el banquillo, que nada ayudaron a contener la sensación de frustración con la que unos cuantos se fueron a su casa- a la necesidad de un Alavés que vio pasar frente a su puerta una oportunidad de oro de marcar diferencias con respecto a la zona roja y que concluyó la jornada prácticamente como estaba antes del inicio de la misma.
Para conducirse a ese desenlace que tan malas sensaciones dejó, antes el cuadro albiazul había protagonizado una puesta en escena notable desde el punto de vista táctico. La presión que montó Asier Garitano para entorpecer la salida de balón del Betis funcionó de maravilla y de una acción de recuperación y salida construyó la vanguardia vitoriana su mejor acción combinativa de toda la temporada. La conexión entre Rioja, Joselu y Lucas Pérez acabó dejando espacio libre por el costado diestro a la ruptura de un Vidal que sacó un derechazo al fondo de la portería.
Durante toda la primera parte, El Glorioso fue capaz de mantener esa idea de presión ante un Betis volcado sobre la figura de Fekir. Salvó Pacheco el empate en un penalti lanzado por Joaquín, pero Rubi adelantó línea con Canales en el arranque de la segunda parte hasta el empate de Emerson. Dudaron ahí los visitantes, que regresaron a su dibujo inicial retrasando al cántabro y prácticamente ya nada pasó en lo que quedaba de un partido que se volvió insulso y que ni siquiera la expulsión de Feddal reanimó.
Contra diez, el Alavés era incapaz de irse al ataque con cierta idea de hacer daño, el nerviosismo de los jugadores era evidente y el hartazgo de la grada se materializó en murmullos y algún silbido. Y en medio de esa tristeza de equipo sin argumentos, en nada ayudó Garitano desde el banquillo con unos cambios -lateral por lateral con Martin por Navarro, mediocentro por extremo con Pons por Vidal y, para recomponer el anterior, extremo por pivote con Burke por Wakaso- que fueron más para conservar lo que se tenía que para tratar de arriesgar en la ofensiva, que en ningún momento fue tal al ser incapaz el cuadro albiazul siquiera de embotellar a su rival a base de pelotazos.