vitoria ? 27 de mayo de 2017, una fecha que ayer quedó grabada en la memoria de la afición albiazul, como aquella final de Dortmund. Nadie quita que esta vez también hubo derrota, sí, poniendo fin a ese sueño glorioso, pero no será por lo que empujó el número 12 del Alavés para hacer que su equipo hiciera realidad el triunfo de la ilusión. Más allá de la alineación oficial en el Calderón, ese jugador inesperado, la afición, arropó a su equipo en las calles. Y si por ella hubiese dependido el resultado del partido, hubiera ganado por goleada al poderoso Barça. Prueba de ello fue una Plaza Nueva y una Virgen Blanca hasta la bandera, en este caso albiazul, como la que lucía en la fachada del Ayuntamiento, demostrando que no había rival pequeño. La ciudadanía no se achicó frente a la gran final. Es más, tenía mucho más que ganar, poniendo el broche de oro a una temporada de mucho mérito, frente a un Barça casi obligado a ganar el único título de la temporada. Por eso, todos los que quisieron apoyar el sábado a los de Pellegrino tiñeron de albiazul Vitoria, pegados a la gran pantalla instalada para la ocasión en la Plaza Nueva. Bastaba con ver el brillo en los ojos de los allí concentrados para contagiarse de una pasión impropia hasta para los que no querían sentir ese gusanillo en el estómago. El fútbol es así, dicen sus jugadores para explicar un resultado inexplicable. Ayer, una vez más, el mazazo de la derrota vino de golpe y porrazo, hasta para quienes se negaban a aceptarlo hasta el último minuto del partido. Así pasó con el final trepidante que hizo que pocos abandonaran este céntrico espacio antes de tiempo. Con una inusual expectación que hizo ver la parte más bonita de este deporte. Txikis, a hombros de sus aitas, junto a otro público no menos sorprendente. “Muchos de la familia son socios del Alavés, así que hemos venido aquí: 25 invitados, en total”, decía con una sonrisa Erenia, con su vestido de gala por la comunión de su hija Aintzane, de 8 años, quien no dudó en el descanso en entonar eso de “Bravo equipo Alavés...” en la música del descanso, con su cara pintada albiazul, dando vueltas con su precioso vestido blanco, sorprendentemente impoluto. Espectadores ejemplares, como Marta y Ana, que al no haber podido ir a Madrid, siguieron el partido frente al televisor del bar ¡Qué caña!, de la Virgen Blanca. “No pasa nada. ¡A seguir luchando!”, decían. l