vitoria - No sirve para que el Deportivo Alavés tenga allanado el camino hacia el primer gol de la velada ni tampoco implica ninguna ventaja antes de que el balón comience a rodar con el pitido del aragonés Clos Gómez, pero la preparación de la final copera ha sido bien distinta por parte de ambos equipos. Mientras el evento lleva en boca de todo el mundo en Vitoria desde hace mucho tiempo, el Barcelona acaba de consumir una semana entera en la que lo menos importante ha sido un partido que bien puede servir para la consecución del único título de una temporada aciaga donde la Liga y la Champions pasaron de largo con algunas actuaciones imperdonables.

Los propios futbolistas han pasado de puntillas a la hora de referirse a la cita ante los vitorianos en las contadas apariciones públicas de esta semana, lo que suscita toda clase de conclusiones. O menosprecian a su modesto rival y dan por ganado el título de antemano o simplemente la Copa del Rey importa más bien poco en un club con la mente enfocada ya en la planificación de la próxima campaña.

Entre los numerosos días de fiesta concedidos por Luis Enrique al plantel, los problemas judiciales que acechan a Messi y al expresidente Sandro Rosell, la aparición en medios de comunicación de posibles fichajes que ilusionen a la parroquia culé con el fin de regenerar una plantilla muy desgastada y la inminente llegada de Ernesto Valverde al banquillo, algo que no será oficial hasta el lunes, la final de la Copa ha quedado completamente eclipsada.

Flota en el ambiente la sensación de que ni siquiera izando este título menor por tercer año consecutivo acabará el Barcelona con un grato sabor de boca un ejercicio en el que, para más inri, su máximo rival puede conquistar las dos coronas más preciadas. Solo en caso de sucumbir el próximo sábado el Real Madrid ante la Juventus en Cardiff, sí cambiaría el estado de ánimo de una afición blaugrana expectante ante el devenir de un proyecto venidero que amanece con numerosas incógnitas.

gesto de prepotencia Mientras el Alavés se halla a las puertas de disputar el partido más importante desde aquella inolvidable final de Dortmund, su afición se desplazará en masa hasta la capital de España o la búsqueda de una entrada se ha convertido casi en una obsesión enfermiza para los abonados y los vitorianos en general, todo lo contrario sucede en su desmotivado adversario. De las 19.300 entradas que la Federación envió a cada club, cerca de una sexta parte no se habían vendido en la Ciudad Condal a primeros de esta semana. Por tanto, no sería de extrañar que en el Vicente Calderón predominase hoy con fuerza el azul y blanco en las gradas.

La desigual ilusión con la que se está viviendo la gran final en ambos bandos se percibe en cualquier detalle. El Alavés sueña con un galardón que supondría la mayor hazaña en su nonagenaria historia. Por contra, el Barcelona es el rey de esta competición con 28 títulos en su haber, pero el apetito del club catalán no se verá ni mucho menos saciado en caso de que el capitán Iniesta levante al cielo de Madrid un nuevo trofeo.

Y como telón de fondo ha figurado la prepotencia de algún periodista del diario Sport dando por hecho que el clásico del fútbol español vivirá tres capítulos en la pretemporada, algo que debe haber herido el orgullo de la plantilla del Glorioso. Pese a la rectificación posterior, el recorte de ese artículo podría ser perfectamente pegado por Mauricio Pellegrino en una pared del vestuario albiazul en el Calderón para conseguir que sus futbolistas comparezcan si cabe más envalentonados en el terreno de juego.