0-1, minuto 88: Berenguer. Disparo desde la frontal del área de Berenguer que no puede atajar Pacheco.
Amonestó a Oier (minuto 32), Torres (minuto 35), Romero (minuto 50), Raúl García (minuto 62), Ely (minuto 80) y Femenía (minuto 82).
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Vitoria - El Deportivo Alavés se había ganado por méritos propios el derecho a pelear por esa séptima plaza que le permitiría pasearse de nuevo por Europa la próxima temporada, pero la opción de regresar al Viejo Continente queda ahora limitada exclusivamente a la final de la Copa del Rey. Alcanza la Liga Europa a través de la competición de la regularidad se antoja ya como una misión imposible después de la derrota sufrida ayer en un derbi ante Osasuna en el que los albiazules volvieron a purgar sus males en el área rival. Perdonar hasta desesperar para acabar sufriendo un mazazo justo al final que hace despertar al alavesismo de su sueño de un duro bofetón. De nuevo, El Glorioso contrajo sobrados méritos para llevarse tres nuevos puntos, pero su ineficacia de cara a la portería rival, gran punto negro de la temporada, volvió a pagarse muy cara.
Había avanzado Pellegrino cambios en el once, pero lo que nadie se podía esperar era una revolución de semejante calibre. Solo Pacheco y Ely repitieron con respecto a la visita al Bernabéu en un once inicial en el que el propio guardameta, Femenía y Llorente eran los tres únicos representantes del habitual once de gala. De nuevo, el técnico albiazul repitió la idea que desarrolló en el transcurso de la Copa, cuando las rotaciones en cada partido se convirtieron en una constante en la que muy pocos hombres repetían en dos encuentros consecutivos.
A pesar de que tantos cambios en ocasiones descolocan a los equipos, en este caso el Alavés salió con el acelerador pisado a fondo, como tratando de arrollar a un Osasuna en situación desesperada y al que no le quedó otra que abrir el paraguas y soportar el chaparrón que se le vino encima. Con Romero y Katai tremendamente activos en la generación, el aroma del peligro impregnó Mendizorroza. Aunque, eso sí, también Sergio León se encargó de recordar muy pronto que en el fútbol no hay nada seguro, aunque por fortuna ahí estaba Pacheco para evitar males mayores.
Pese a ese susto, El Glorioso era un torrente desatado que amenazaba con arrasar lo que pillase a su paso. Y las raíces de los rojillos no son en estos momentos las mejor asentadas sobre el terreno. La avalancha era una constante en esos primeros compases, pero fallaba la definición en el remate o el último pase. Eso cuando no mediaba uno de los innumerables resbalones que convirtieron el arranque en una sucesión de caídas difíciles de entender en un mundo de profesionales.
Desactivado el furibundo galopar alavesista, el derbi se metió de lleno en una fase de igualdad. El cuadro navarro conseguía equilibrar la balanza y alejaba la sensación de asedio que le había atenazado en el cuarto de hora inicial. León enseñaba los dientes, pero entre Alexis y, como siempre, San Fernando se encargaban de salvar los muebles en esos momentos de sufrimiento.
La doble andanada rojilla provocó el despertar albiazul, que se conectó de nuevo al partido tras unos minutos de pérdida del dominio. Amenazaba Romero en una falta directa salvada por Sirigu, pero le faltaba a los de Pellegrino continuidad en un juego que se interrumpía de manera constante. Así, las tablas seguían reinando al descanso.
Tras el intermedio, de nuevo la intensidad se convirtió en señal albiazul. Otra vez al ataque en oleadas desbocadas. Con Romero ejerciendo de capitán general y Katai de estilete, de nuevo la sensación de peligro se convirtió en una constante de nuevo. Pero, como en la primera parte, los minutos corrían y el gol no llegaba. Se abusaba de la fantasía y se elegía el tirabuzón en vez de optar por lo práctico.
El sueño de seguir peleando por Europa se escurría entre las manos cuando el derbi enfilaba su esprint final. Se moría el Alavés por lento desangramiento y los cambios, con Ibai, Theo y Deyverson, no conseguían alterar ese ánimo decadente. Se requería un chispazo, pero la pólvora estaba demasiado mojada ayer. Lo contrario que la de Osasuna, que casi sin buscarlo se encontró con el gol de Berenguer que enterraba las opciones de El Glorioso de seguir peleando por la séptima plaza.
El área, otra vez. Cambió su alineación casi por completo y el equipo protagonizó un arranque de partido excepcional, pero una vez más se volvieron a desaprovechar muchas y muy buenas ocasiones, lo que viene siendo tónica general y que se repitió durante todo el partido, y al final se acabó sufriendo una derrota ante el colista que aleja definitivamente las opciones de pelear por ser séptimos.
Ímpetu sin pegada. El Alavés, con una alineación completamente novedosa, protagonizó de nuevo un arranque de partido excepcional y arrolló a Osasuna durante los primeros minutos. Desgraciadamente, y como suele ser costumbre también, el conjunto vitoriano vio sus ideas nublarse en el momento decisivo y no fue capaz de adelantarse en el marcador en esos brillantes primeros compases.
De más a menos. El cuadro albiazul quemó naves de nuevo en el arranque del segundo acto, pero le gasolina se le agotó sin marcar y solo a balón parado generó peligro antes de encajar un gol definitivo.
Líder del equipo en su ofensiva, primero partiendo desde la derecha y después ya asentado en el centro. Un diez en toda regla que lo intenta de todas las maneras posibles.
Pellegrino lo utilizó en esta ocasión como pieza de revulsivo desde el banquillo y su aportación al equipo fue muy pobre, siendo incapaz de propiciar un cambio de ritmo.